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Cuaresma: Tiempo de Renovación

(VIDEO) Mensaje de Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano

 

Al iniciar la Cuaresma, el Papa Francisco nos exhorta a hacer de esta experiencia "un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad". La Cuaresma, en efecto, debe asumirse como un camino de preparación para la Pascua en el que, siguiendo las huellas de Cristo, progresemos en la santidad a la que hemos sido llamados.

 

Jesús nos dice: "Yo hago nuevas todas las cosas"[1], en consecuencia, abramos el corazón y dejemos en manos de Dios cada parte de nuestra existencia para que, por imposible que parezca, él produzca en nosotros el cambio verdadero. Sólo el Señor puede renovar por completo nuestra vida: "Yo les daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne para que anden en mis caminos". [2]

 

De manera breve y directa, el Evangelio del I domingo de Cuaresma nos señalaba como el Espíritu Santo conduce y acompaña a Jesús al desierto. Así, el evangelista Marcos nos regala, desde el ejemplo del mismo Cristo, la primera clave para asumir una verdadera vida de fe:  Solo quien se deja llenar e impregnar en su interior del Espíritu de Dios y es obediente a su inspiración puede, como Cristo, permanecer firme en medio de la prueba, la tentación y la adversidad.

 

Es el Espíritu Santo quien nos dispone para que Dios haga su obra transformadora en nosotros.Jesús no opone resistencia a esa dirección en su vida y nos revela como la conducción del Espíritu es el secreto de su fuerza. 


A nosotros ese mismo Espíritu Santo nos fue otorgado en el bautismo y es él quien quiere conmover y transformar nuestra existencia para crecer en el discernimiento de la vida en Dios. Ser dóciles al Espíritu Santo, es una gracia que contrasta con la oponente resistencia de nuestra parte. El Señor quiere transformar nuestra forma de pensar y de vivir, él quiere renovar nuestros corazones, esos mismos "corazones cerrados, duros, necios que resisten al Espíritu".[3]

Cristo se mantuvo firme y esta es, también, la gran enseñanza del pasaje de Jesús en el desierto, a saber: él es el modelo de vida y de victoria contra el espíritu del mal. "Desde el comienzo, en la lucha de los cuarenta días en el desierto, hasta el final en la Pasión, Jesús rechaza la tentación mediante la confianza obediente en el Padre".[4]

 

 Jesús camina en perfecta obediencia: "En los días de su vida mortal, Jesús habiendo ofrecido ruegos y suplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia". [5] Cuando el Señor clamó en Getsemaní, su oración era tan intensa que sudaba grandes gotas de sangre y su petición, una sola, "pasa de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad".[6]

 

Cristo optó por la humildad y no por el triunfalismo como camino de perfección. Al encarnar esa misma humildad en nuestra vida, igualmente, nosotros podremos ser obedientes a Dios y esto significa adherirse a él para que renovados seamos capaces de construir su Reino con quienes caminamos en fe. 

 

Sigamos el ejemplo de San José, quien en todo momento se dejó guiar por el Espíritu, lo arriesgó todo por amor. Que la Fuerza del Espíritu Santo y la presencia amorosa y consoladora del Padre que camina con nosotros nos asistan siempre. 

 

 



[1] Cf. Apocalipsis 21,5

[2] Ezequiel 11. 19

[3] Papa Francisco, 14 de abril del 2016

[4] Papa Francisco, Domingo de Ramos, 14 de abril del 2019

[5] Hebreos 5, 7-8

[6] Cf. Lucas 22,42-44