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Obispo Auxiliar

Centenario de la Provincia Eclesiástica

Punto de llegada de un largo proceso e inicio de un camino nuevo de comunión pastoral. Por Pbro. Fernando Alberto Vílchez Campos, sacerdote historiador.


1. Exordio.


Hace 100 años, el Papa Benedicto XV (1914-1922), el 16 de febrero de 1921, creó una Provincia Eclesiástica en el territorio de la República de Costa Rica, mediante la bula "Praedecessorum nostrorum", cuando eleva a Metropolitana la sede de San José y crea la Diócesis de Alajuela y el Vicariato Apostólico de Limón.

El Código de Derecho Canónico de 1983, en el canon 431 parágrafo 1, nos dice que la Provincia Eclesiástica se crea por parte de la Santa Sede para "promover una acción pastoral común en varias Diócesis vecinas" y "para que se fomenten de manera más adecuada las recíprocas relaciones entre los Obispos diocesanos".

 

Es la razón eminentemente pastoral, ya vigente en 1921, para la creación de una Provincia Eclesiástica.

 

2. En la Iglesia universal.


Este proceso hunde sus raíces en los orígenes mismos de la Iglesia católica que, en su estructuración de más de 2.000 años, tiene su punto de partida en la persona de Jesucristo, quien, después de su muerte y resurrección, con la fuerza del Espíritu Santo el día de Pentecostés, la envía a evangelizar. La razón de ser de la Iglesia desde su fundación es anunciar la Palabra de Dios, iluminar desde el Evangelio las diversas realidades.

 

Jesucristo encomienda esa tarea en primer lugar a los Apóstoles, sus testigos, que se dispersan por el todo el mundo para anunciar el Evangelio, teniendo como cabeza al Apóstol San Pedro (+67), quien concluye su misión como mártir en la capital del Imperio, en Roma, en el año 67.

 

Durante su ministerio, los Apóstoles se asocian colaboradores que, a su muerte, continúan y prolongan su misión. Ya para finales del siglo I, estos sucesores de los Apóstoles reciben el nombre de Obispos, que cumplen la triple misión de ser maestros en la doctrina, sacerdotes en la liturgia y cabeza en la disciplina de las comunidades cristianas; los Obispos cuentan con colaboradores en su servicio, particularmente los presbíteros, los diáconos y otros ministerios.

 

Inicialmente el cristianismo fue una religión urbana, de modo que la comunidad cristiana de cada ciudad importante estaba presidida por un Obispo que, ya para el siglo V, dio lugar a lo que se llama la "Diócesis"palabra tomada de la subdivisión del Imperio Romano del siglo IV, que en su procedencia latina y griega significa "arreglo de la casa", "ordenamiento de los asuntos domésticos" y, por extensión "administración".

 

De modo que, en una Provincia civil del Imperio Romano había varias ciudades, Diócesis o comunidades presididas cada una por un Obispo, como Pastor propio, que gobierna, anima y preside la respectiva Iglesia particular y que define su camino pastoral mediante la reunión de sínodos diocesanos. Desde antiguo hubo también territorios declarados Vicariatos Apostólicos, no Diócesis, por ser zonas de misión fuera de las ciudades. Cada Obispo era elegido por los presbíteros y los fieles de la comunidad cristiana.

 

Con el paso del tiempo, y dada la evolución histórica del cristianismo, el hecho de contar con un Obispo, aparte de su valor y sentido evidentemente pastoral, le daba también a la ciudad mayor relevancia desde el punto de vista social y hasta político.

 

Y aún más, el Obispo que presidía la comunidad cristiana de la capital de la Provincia civil fue adquiriendo una cierta primacía sobre las demás Diócesis o ciudades, se convirtió así en el "Metropolitano" de la "Provincia Eclesiástica? ?más adelante, llamado Arzobispo y su sede Arquidiócesis", quien confirma la elección de los Obispos de las demás Diócesis sufragáneas, vela por el cuidado del surgimiento de herejías en las otras Iglesias bajo su cuidado y preside el Concilio regional o provincial que se reunía para tratar asuntos doctrinales o de disciplina en cada región. 

 

Está atestiguado que, desde el siglo I, el Obispo de Roma, sucesor de San Pedro (+67), ejerció la misión de ser el signo de la unidad y el garante de la recta fe en toda la Iglesia universal. El Obispo que está en comunión y que profesa la misma fe del Obispo de Roma, forma parte de la Iglesia católica "y lo contrario, quien no, no pertenece a la comunidad eclesial"; todo esto manifestado por cartas de comunión entre los Obispos y el Papa y, especialmente, en los Concilios Ecuménicos, como asambleas de toda la Iglesia universal reunidos desde el siglo IV, para definir la doctrina y la disciplina eclesiástica. Así se mantuvo la unidad al interno de la Iglesia; lo esencial era la comunión en el anuncio del Evangelio.

 

A partir del siglo XI, por las circunstancias propias de la evolución histórica, en un proceso de profunda reforma eclesial, el Papa crece en el ejercicio de su jurisdicción universal en la disciplina y, desde entonces, es él quien determina la creación de nuevas Provincias Eclesiásticas, con sus Metropolitanas, Diócesis sufragáneas, Vicariatos Apostólicos y el nombramiento de Obispos en todo el mundo.

 

En la Edad Media, dada la imposibilidad de impulsar la obra de la evangelización con sus propios recursos materiales y humanos, la Santa Sede delegaba, siempre bajo su autoridad, a las diversas coronas europeas que se declaraban católicas, para llevar adelante la tarea de organizar y sostener a la Iglesia, creando con ese fin la figura jurídica del patronato.

 

3. En la Costa Rica colonial.


Dicha institución del patronato se aplicó, como se hacía ya en Europa, para la evangelización en América Latina, por parte de las coronas española y portuguesa "en un contexto social, político, militar, económico, cultural y religioso propio de los siglos XV y XVI, que hoy no podemos profundizar aquí, pero que siempre debe ser considerado para no sacar de contexto el proceso de institucionalidad eclesiástica y evitar generalizaciones o malinterpretaciones, que muchas veces por desconocimiento se han hecho y se hacen aún. En la Historia nunca se puede olvidar el contexto".

 

En el caso de Costa Rica, el proceso de configuración eclesiástica tuvo su punto de inicio, si se quiere simbólico, con ocasión del cuarto y último viaje de Cristóbal Colón (1451-1506) en el año 1502, cuando estuvo de paso por nuestra costa del Caribe, con el significativo hecho de que en esa ocasión se celebró la primera Eucaristía en nuestro territorio.


Pero ese encuentro inicial de 1502 fue apenas transitorio, por lo que luego de muchos intentos previos, fue hasta noviembre de 1560 "muy tardíamente con relación al resto de América Latina" que da inicio la presencia permanente de españoles en nuestro territorio y, con ella, como es propio de la época, tiene lugar también el comienzo de la labor evangelizadora sistemática de nuestra entonces naciente Provincia.

 

Desde ese momento, el anhelo de contar con una Diócesis y un Obispo fue constante. Durante los últimos cuarenta años del siglo XVI, hubo solicitudes a la Corona española "dado el Patronato hispano ya entonces vigente y concedido por la Santa Sede" para que en Costa Rica se erigiera una Diócesis, como ya se había realizado desde hacía más de treinta años en las restantes Provincias centroamericanas "a excepción también de El Salvador", así: en Panamá desde 1513, en Nicaragua y Honduras en 1531, en Guatemala en 1534 y en Chiapas en 1539.

 

La Diócesis de León de Nicaragua fue erigida con la bula "Aequum reputamus", el 3 de noviembre de 1534, del Papa Pablo III (1534-1549) "pero retroactiva al 26 de febrero de 1531, cuando la creó el Papa Clemente VII (1523-1534) sin emitir las bulas" y la declara sufragánea de Sevilla. Luego, fue sufragánea de la Metropolitana de Lima desde su creación en 1546 hasta "poco antes de 1647", en que pasó a depender de la Arquidiócesis de México "ya con nuestro territorio incluido", pasando luego a la jurisdicción de la Metropolitana de Guatemala, desde el momento de su erección en 1743.

 

En Costa Rica, por lo tardío de su proceso de colonización, no fue posible acceder a la solicitud de contar con una Diócesis, por lo que la Corona española nunca presentó ante la Santa Sede dicha petición, sino que, siempre en potestad del Patronato hispano, el 6 de julio de 1565 declara a la Provincia de Costa Rica como parte integrante de dicha Diócesis de León de Nicaragua, y desde el 27 de setiembre de 1565 aprueba la figura de un Vicario General para el territorio costarricense. 

 

Desde este momento "y de hecho ya desde antes" la Provincia de Costa Rica, si bien es cierto eclesiásticamente es formalmente ?cercanía? de la Diócesis de León, tendrá un carácter particular por tratarse de una jurisdicción civil diversa, con la figura del Vicario General "personalizado en la persona del cura de Cartago" que gozará de prerrogativas igualmente particulares, siempre a tenor de lo estipulado por el Derecho canónico e hispano, según los cuales el Vicario General gozaba de jurisdicción ordinaria en su territorio, lo que le da un cierto sesgo de identidad y de autodeterminación al gobierno eclesiástico costarricense, aunque siempre dependiente y bajo la autoridad del Obispo de León.

 

Este dato es fundamental comprenderlo en nuestra historia eclesiástica, pues esta estructura eclesiástica ?pertenencia a la Diócesis de León y un Vicario General propio? estuvo vigente desde 1565 y hasta el año 1850, aún casi treinta años después de vida civil nacional independiente.

 

A lo largo de la época colonial se experimentó la urgencia del ministerio episcopal en Costa Rica, dado que entre 1565 y 1850, cuando estuvo vigente la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica, de sus 34 Obispos sólo 11 visitaron esta parte de su jurisdicción ?que era la obligación pastoral de los Obispos, renovada con nueva fuerza por el Concilio de Trento (1545-1563) en el siglo XVI?, de allí que, con ansias, sobre todo ya entrado el siglo XIX, se espera la erección de un obispado para la Provincia y, luego, del nuevo Estado de Costa Rica.

 

4. La Diócesis única.


Como respuesta a este reiterado anhelo, después de un largo proceso de negociaciones impulsadas por los diversos gobiernos civiles entre 1840 y 1850, finalmente el 28 de febrero de 1850, el Papa beato Pío IX (1846-1878) emite la bula "Christianae religionis auctor", erigiendo la Diócesis de San José de Costa Rica, desmembrada de la de León de Nicaragua y creada como sufragánea de la sede Metropolitana de Guatemala. Esta Diócesis integró todo el territorio nacional costarricense y elevó a Catedral la iglesia de San José.

 

Tres Obispos, un Vicario capitular y un Administrador Apostólico, pastorearon la Diócesis de San José entre 1851 y 1920.Los tres Obispos de San José, Mons. Anselmo Llorente y Lafuente (1851-1871), Mons. Bernardo Augusto Thiel Hoffman C.M. (1880-1901) Mons. Juan Gaspar Stork Werth C.M. (1904-1920), el Vicario Capitular Pbro. Domingo Rivas Salvatierra (1871-1877) "por la extensión de la vacancia de la sede" y, en ese mismo contexto, el Administrador Apostólico Mons. Luis Bruschetti (1877-1880).

 

Ellos cinco pastorearon la Diócesis de San José "todos realizaron visitas pastorales canónicas a toda la Diócesis", por lo que hay que subrayar que, así como lo hicieron los Obispos de León de Nicaragua hasta 1850, ahora entre 1851 y 1920 fueron ellos quienes pastorearon la Iglesia costarricense en la Diócesis única que cobijó toda la geografía nacional.

 

5. Hacia la Provincia Eclesiástica.


Durante la colonia no existió ningún vínculo directo entre las Iglesias americanas y la Santa Sede, pues absolutamente todos los asuntos eclesiásticos americanos se tramitaban por medio de la Corona española, en el Real y Supremo Consejo de Indias, dado el Patronato hispano ya mencionado, de allí que el tema de la relación directa entre la Santa Sede y los nuevos Estados e Iglesias latinoamericanos fue un asunto totalmente nuevo a partir de la Independencia.

 

Así, el proceso de creación de las Provincias Eclesiásticas en Centroamérica "en Nicaragua y El Salvador en 1913, en Honduras en 1916, en Costa Rica en 1921 y, posteriormente, en Panamá en 1925", va de la mano con el inicio de la representación diplomática de la Santa Sede en este mismo período.

 

La representación pontificia en Costa Rica propiamente dicha inicia en 1908El primer y único Delegado Apostólico "con funciones exclusivamente ante la Iglesia, no aún ante el Gobierno" para Costa Rica, Nicaragua y Honduras, con sede en San José, fue el salesiano Mons. Juan Cagliero S.D.B. (1838-1926), entre 1908 y 1915. Luego, el primero de los Internuncios "ya con funciones reconocidas ante varios Estados y ante la Iglesia" fue el también salesiano Mons. Juan Bautista Marenco S.D.B. (1853-1921) entre 1917 y 1921. 

 

Ambos, entre 1914 y 1920, con el respaldo de la mayoría de las autoridades políticas de entonces "siempre por el heredado patronato, concedido en el Concordato de 1852 y aún vigente" y del Obispo Mons. Stork Werth, impulsaron la división de la Diócesis única, presentando anta la Santa Sede diversos proyectos de división de las nuevas estructuras eclesiásticas para la creación de la Provincia Eclesiástica.

 

6. La Provincia Eclesiástica.


Luego de superadas múltiples dificultades internas y externas, como dijimos, el Papa Benedicto XV (1914-1922) erige la Provincia Eclesiástica en Costa Rica el 16 de febrero de 1921, mediante la bula "Praedecessorum nostrorum".

 

Desde entonces, la Iglesia de Costa Rica cuenta con una Sede Metropolitana, pues la original sede diocesana de San José se eleva al rango de Arquidiócesis, abarcando las provincias civiles de San José, Heredia y Cartago, mientras que la respectiva Catedral adquiere el título de Catedral Metropolitana; se crea la nueva Diócesis de Alajuela, con su respectiva Catedral, abarcando las Provincias civiles de Alajuela, Guanacaste y Puntarenas, y se erige el Vicariato Apostólico de Limón, aún sin iglesia Catedral ?según la normativa canónica?, cubriendo la Provincia civil de Limón.

 

Para el nombramiento de los Obispos también hubo diversas propuestas, pero dada la repentina muerte de Mons. Stork Werth en diciembre de 1920, la Santa Sede designa para la Arquidiócesis de San José al primer Arzobispo Metropolitano Mons. Dr. Rafael Otón Castro Jiménez (1921-1939); para la Diócesis de Alajuela al primer Obispo Mons. Dr. Antonio del Carmen Monestel Zamora (1921-1937) y para el Vicariato Apostólico de Limón al primer Vicario Apostólico Mons. Agustín Blessing Prinsinger C.M. (1922-1934).

 

Hay que valorar el aporte pastoral de cada uno de estos primeros Arzobispo y Obispos de la Provincia Eclesiástica en sus respectivas jurisdicciones eclesiásticas, y a la vez juntos a nivel nacional, pues por primera vez en la historia Costa Rica cuenta con tres Obispos, iniciando con y entre ellos un nuevo camino pastoral de comunión "según la normativa canónico-pastoral, razón de ser de la Provincia Eclesiástica, presidida siempre por el Arzobispo Metropolitano".

 

Proceso de estructuración diocesana continuará posteriormente con la creación del total de ocho Diócesis hasta nuestros días, que tuvieron su origen en estos acontecimientos. Por eso esta celebración involucra a todo el país, pues con la creación de la Provincia Eclesiástica, la Iglesia costarricense, ya de modo pleno, asume una identidad propia y continúa su marcha de configuración y presencia activa en la realidad nacional.

 

La celebración del centenario de la Provincia Eclesiástica corresponde a todas las Diócesis del país "y no sólo a las tres involucradas en 1921", pues la historia de una Diócesis no inicia con su erección, sino que hay antecedentes de pertenencia y de evangelización; en este caso en 1921 es todo el país el que se ve involucrado de nuevo, como en 1565 y en 1850.

 

Bien podemos decir que la ordenación episcopal de Mons. Agustín Blessing Prinsinger C.M., el 1° de mayo de 1922 en la Catedral Metropolitana de San José, es el primer fruto de la comunión de los Obispos de Costa Rica, pues lo ordenan tres Obispos costarricenses: Mons. Rafael Otón Castro Jiménez como consagrante principal y con él Mons. Antonio del Carmen Monestel Zamora y Mons. Guillermo Rojas Arrieta C.M. (1912-1925/1925-1933), entonces Obispo de Panamá.

 

Bástenos destacar como parte del nuevo camino pastoral que inicia con la labor en comunión de los primeros tres Obispos y como elemento significativo de un trabajo pastoral en unidad, las primeras Cartas Pastorales conjuntas entre 1926 y 1935 y las primeras Circulares colectivas del episcopado costarricense entre 1923 y1939.

 

En dichos documentos queda claro en los Obispos de entonces existe interés manifiesto en temas como la Virgen de los Ángeles, el trabajo de las Obras Misionales Pontificias, la no injerencia política del clero en la política partidista y el contexto de violencia internacional. Y, además, vendrá también el impulso del trabajo pastoral en comunión entre los tres Obispos en temas como el Seminario, las misiones populares, la catequesis parroquial, el acompañamiento de la juventud, la educación, la justicia social, la cuestión obrera, entre otros.

 

7. Conclusión.


Con San Juan Pablo II (1978-2005), en su Carta Apostólica "Novo Millenio Ineunte" #1, manifestamos que queremos "recordar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrirnos al futuro con confianza".

 

El 16 de febrero se cumplen 100 años de este magno acontecimiento de la creación de la Provincia Eclesiástica, de la Arquidiócesis de San José, de la Diócesis de Alajuela y del Vicariato Apostólico de Limón, como punto de llegada de un camino de 461 años de estructuración eclesiástica de nuestro territorio entre 1560 y 1921. 

 

Conmemoración que va de la mano con la celebración civil nacional del bicentenario de vida independiente de Costa Rica el próximo 15 de setiembre, pues hay que recordar siempre el papel proactivo, como agente constructor y constitutivo de la nacionalidad costarricense, por parte de la Iglesia Católica, que ha contribuido enormemente al proceso de configuración de la identidad de Costa Rica.

 

El centenario de la Provincia Eclesiástica en Costa Rica es ocasión propicia para celebrar con gozo el profundo significado de ser y sentir Iglesia, de una Iglesia que ha sabido acompañar, iluminar y animar el recorrido histórico de nuestra nación, como signo de la alegría de ser la Iglesia de Cristo que anuncia el Evangelio, se alimenta de la Santísima Eucaristía y que cuenta con la especial protección maternal de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles.