Responsive image

Artículos

Vivamos alegremente nuestro bautismo

(VIDEO) Mensaje de Mons. José Rafael Quirós Quirós , Arzobispo metropolitano

 

 

El pasado domingo, con la celebración del Bautismo del Señor, culminamos el Tiempo de Navidad. Jesús, inicia su vida pública, dirigiéndose al Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista.

Considerando la visita de los Magos de Oriente, recién celebrada, algunos señalan, y con razón, que el Bautismo es una segunda epifanía, una significativa manifestación de Dios en tanto que el cielo se abre, se escucha la voz del Padre: "Tú eres mi hijo, el amado; en ti me complazco" (Lucas 3, 22), y desciende sobre Él el Espíritu Santo en forma de paloma ratificando a los hombres la divinidad de Jesús.

Estamos ante un acontecimiento esclarecedor y así se expresa en cada detalle de la liturgia: "Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo en el Jordán quisiste revelar solemnemente que Él era tu Hijo amado" nos dice la oración colecta.  De igual forma, el prefacio nos explica el sentido de esta fiesta: "Hiciste descender tu voz desde el cielo para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús para que los hombres reconociesen en Él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres".

En resumen, Dios habita en medio de su Pueblo, Cristo es el Mesías anunciado y nos trae el consuelo. Esta es su identidad y su misión por ello, como nos dice Pedro: "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el Diablo; porque Dios estaba con él". [1]           

El bautismo de Jesús se comprende desde su muerte en la cruz y su resurrección, en dónde llega a plenitud todo lo que el Padre ha dispuesto[2], cargando en sus espaldas nuestros pecados, haciéndose solidario con nosotros hasta la muerte y abriéndonos el camino de la luz y la vida. 

Es claro que el bautismo que recibe Jesús y nuestro sacramento del bautismo son distintos. El bautismo de Juan expresa un cambio de vida, una conversión hacia Dios y una preparación para la venida del Señor[3], mientras nuestro bautismo es un mandato del Señor resucitado que implica un nuevo nacimiento, una nueva vida: "Si no renaces del agua y del Espíritu Santo, no puedes entrar en el Reino de los cielos" (Jn. 3-5). 

Ahora bien, si nosotros fuimos bautizados para participar plenamente de esa vida en Cristo, hemos sido liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión[4], nuestra vida en Él, debe expresar el vivo deseo de Cristo: "como el Padre me ha enviado así también os envío yo" (Mt 28,16-20). 

En virtud del bautismo que hemos recibido, respondamos con generosidad a la llamada que el Padre nos hace a ser hijos amados "hermanos de muchos otros hermanos, investidos de una gran misión para testimoniar y anunciar a todos los hombres el Amor sin límites del Padre".[5] Animados por el único Espíritu del que, como Pueblo de Dios participamos, asumamos nuestras responsabilidades en la misión y el servicio que se derivan de nuestra condición y testimoniemos, por medio de una vida de fe y de caridad, nuestra adhesión plena al Señor.

Vivamos con alegría nuestro Bautismo en medio de las incertidumbres y crisis que el mundo enfrenta, de la indiferencia ante Dios y del abandono de la vida cristiana.  El Bautismo del Señor es siempre una fiesta que nos convoca a ser cristianos verdaderos, constructores de paz, de reconciliación y de comunión, en nuestros hogares, en nuestras comunidades y en los distintos ámbitos de la sociedad en los que nos desenvolvemos. Sintámonos realmente felices de haber recibido el bautismo, y agradecidos con nuestros padres que llenos de amor nos presentaron a la Iglesia.

 


[1] Hechos 10,38

[2] Cf. Mateo 3,15

[3] Cf. Marcos 1,3

[4] Catecismo de la Iglesia Católica n.1213

[5] Papa Francisco, Fiesta del Bautismo de Jesús, 12 de enero del 2020