(VIDEO) Mensaje de Monseñor José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Inauguramos el presente año con el anuncio que "enero y febrero serán meses críticos para los hospitales, con un riesgo incrementado de colapso en los servicios de atención de enfermos como nunca antes durante esta crisis sanitaria".[1] El motivo es sencillo: relajamos la práctica de las normas básicas como el respeto a las burbujas sociales, cumplir el distanciamiento físico, el lavado constante de manos y el uso adecuado de la mascarilla.
Entre las razones se aduce, además del ajetreo propio de estas fechas, el hastío manifiesto de muchos por una pandemia que se ha prolongado más de lo esperado.
Sin embargo, subyace una realidad que pocos señalan pero que está allí, a saber, la educación en una falsa autonomía que, dejando de lado la responsabilidad y el compromiso en la toma de decisiones, hace de las personas seres insolidarios, desafiantes de la autoridad y de las normas. No valen campañas publicitarias ni advertencias cuando el sistema y las estructuras promueven el individualismo antes que la fraternidad.
Hoy prevalecen los intereses particulares sobre el bien común y esta lógica compromete la vida social pues la educación misma dejó de apostar por los valores que orientan a que la persona reconozca su propia dignidad y la de los demás para despertar en ella anhelos de justicia, la solidaridad y verdad. Por lo tanto, si queremos el bien común fomentemos valores y prácticas coherentes con la paz, la justicia, la equidad y la solidaridad.
Para la Jornada Mundial de la Paz del presente año, el Papa Francisco nos recordaba cómo los eventos que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad y, bajo el lema, "la cultura del cuidado como camino de paz"[2] anima al mundo entero a erradicar esa cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día.
La vida y el ministerio de Jesús encarnan el punto culminante de la revelación del amor de Dios por la humanidad, "en su compasión, Cristo se acercaba a los enfermos del cuerpo y del espíritu y los curaba; perdonaba a los pecadores y les daba una vida nueva. Jesús era el Buen Pastor que cuidaba de las ovejas (cf. Jn 10,11-18; Ez 34,1-31); era el Buen Samaritano que se inclinaba sobre el hombre herido, vendaba sus heridas y se ocupaba de él (cf. Lc 10,30-37)".
Cristo con el don de su vida y su sacrificio, nos abrió el camino del amor y dice a cada uno: "Sígueme y haz lo mismo" (cf. Lc 10,37). La cultura del cuidado en la vida de los seguidores de Jesús no es optativa, antes bien, desde la Doctrina Social de la Iglesia, la solidaridad expresa el amor por el otro, no como un sentimiento vago, sino como "determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos".
"La solidaridad nos ayuda a ver al otro "entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación" no como una estadística, o un medio para ser explotado y luego desechado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, compañero de camino, llamado a participar, como nosotros, en el banquete de la vida al que todos están invitados igualmente por Dios".
Francisco nos invita a dejarnos guiar por la "brújula de los principios sociales", necesaria para promover la cultura del cuidado, animando así a todos a convertirnos en profetas y testigos de esta comprometedora cultura para superar tantas desigualdades sociales. Cambiar el esquema individualista e irresponsable, por la fraternidad es una urgencia.
No permitamos que la indiferencia y el egoísmo sigan echando raíces en nuestra sociedad y eduquemos a las nuevas generaciones para la cultura del cuidado como compromiso común, solidario y participativo.