(VIDEO) Mensaje de Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Si la palabra "Adviento" significa "venida" y, en el contexto cristiano, esta nos remite a la llegada del Señor, no cabe duda de que nuestra vida, toda ella, es un "adviento continuo" pues Dios está viniendo a nosotros todo el tiempo. "Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios". [1] La vida, es pues, ese espacio en el que Dios se nos va manifestando, le conocemos y amamos.
No obstante, en el Adviento como tiempo litúrgico hacemos hincapié en que, quien acogió la Vida, en nombre de todos y para bien de todos fue María: "El consentimiento de María en la Anunciación y su maternidad son el origen mismo del misterio de la vida que Cristo vino a dar a los hombres (cf. Jn 10, 10)". [2] Con María, exultamos y celebramos al Dios de la vida, al Dios que da la vida y al Dios que da a la vida un valor inconmensurable e inviolable.
El contexto de pandemia ha puesto en riesgo nuestra vida, esa vida que, como recuerda el papa Francisco, "se manifiesta siempre en una persona de carne y hueso: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado o en estado terminal, uno que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un emigrante rechazado o en un gueto... La vida se manifiesta concretamente en las personas". [3]
¿Seremos, ahora, más sensibles para reconocer sin rodeos que cada vida humana es única e irrepetible? ¿Cómo responderemos al llamado a promover y defender la vida no como un concepto abstracto, sino como un compromiso con los hermanos?
Es claro que la vida es un don de Dios. La Sagrada Escritura expresa este hecho y alaba al Creador: "Eres tú quien formaste mis entrañas, quien me ha tejido en el vientre de mi madre; te doy gracias por tan grandes misterios, por el prodigio de tus obras".[4] De Dios viene la vida de los niños no nacidos y, por este motivo, pedimos al Padre, en el nombre del su Hijo, por mediación de Santa María, Madre de Cristo y por la intercesión de San José, quien se dedicó por entero a Jesús tras tu nacimiento, que llene a esos padres y madres de su amor y les dé el valor para acoger la vida de sus hijos.
Manifestamos, también, nuestra alegría por cada niño que nace, para que su llegada sea sinónimo de regocijo y esperanza en medio del hogar y puedan crecer bajo el cuidado y protección de sus padres.
Nuestro compromiso con la vida nos debe llevar a recorrer nuevamente el camino del bien, el amor y la justicia y la solidaridad auténtica y generosa, reconociendo la dignidad de cada persona humana.
Usando la metáfora de la pandemia como "maestra" de vida, el Papa Francisco nos invita a sacar partido de la experiencia de la crisis sanitaria, en particular, para nuestro crecimiento mutuo, colocando el respeto a la vida como columna vertebral en nuestras relaciones: "Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado". [5]
Y, claro está, al hablar del respeto a la vida debemos mencionar a todos aquellos que la sirven, generando esperanza en el mundo: "médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas? que comprendieron que nadie se salva solo".[6]
Veamos la vida en su profundidad, percibiendo las dimensiones de gratuidad, belleza, libertad y responsabilidad con las que el Dios de la Vida la ha revestido. Nuestra oración por aquellos hermanos que han sido llamados en esta coyuntura a la casa del Padre a quienes encomendamos con la certeza de la vida plena que ahora experimentan: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá". [7]