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Iglesia

El camino se allana, si se abre el corazón a Dios

(VIDEO) Mensaje de Mons. Daniel Blanco, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José


Como decíamos la semana anterior, esta primera parte del tiempo del Adviento que estamos viviendo, busca que reflexionemos sobre la segunda venida del Señor, no como una realidad que cause temor o angustia, sino más bien que llena de esperanza porque Dios viene a nuestro encuentro para bendecirnos con su amor, su misericordia y como ha dicho el profeta en la primera lectura, con su consolación. 


La lectura del profeta Isaías está tomada precisamente de una sección que se conoce como el libro de la consolación. Toma este nombre porque en medio del sufrimiento que provoca al pueblo de Israel el exilio en Babilonia, se anuncia el pronto regreso a la Tierra Prometida, gracias al decreto del rey Ciro. 


Este regreso de los israelitas es visto como el camino del pueblo elegido que va al encuentro de su Señor, que es el pastor que los cuida y que los apacienta; y de manera particular lo hace con el más débil y el más pequeño (lleva en brazos a los corderos recién nacidos y cuida amorosamente a sus madres). 


Pero el profeta también manifiesta que ese camino hacia el encuentro con el Señor debe ser preparado, allanado con la consolación que aquel pueblo debe anunciar. Dios consuela, es pastor que cuida, Él ha perdonado la deuda y ha permitido regresar a la Tierra Prometida. Pero esta verdad no sólo se debe experimentar en la intimidad del corazón del creyente sino que debe comunicarse y testimoniarse; de ahí el llamado de Dios por medio del profeta: consuelen, consuelen a mi pueblo, hablen al corazón de Jerusalén. 


El camino se prepara cuando aquellos que hacen experiencia del consuelo de Dios son capaces de consolar al resto de la comunidad que peregrina al encuentro del Señor. 


Precisamente esta es la misión de Juan el Bautista, él prepara al pueblo elegido para el encuentro con el Señor, anunciando su llegada. Juan anuncia al que bautizará con Espíritu Santo, a quien es más grande que él y a quien no puede ni siquiera desatarle las sandalias. 


El Bautista, evidentemente, anuncia y prepara el camino con su predicación, pero principalmente lo hace con su propia vida. Una vida de entrega a Dios, de sencillez, de oración, de austeridad y de humildad, una vida que hace presente al Señor y que lleva al otro a encontrarse con la misericordia por medio del bautismo de conversión. Su predicación, el gesto del bautismo y su vida humilde y austera llevan a quienes se encuentran con el Bautista al encuentro con Dios y a prepararse para recibir al Mesías. 


Juan el Bautista tiene la capacidad de no centrar su predicación en sí mismo, sino que deja claro que él solo es instrumento y que aquel que es importante es el que viene, a quien esperan. El bautista prepara al pueblo exhortando, dando ejemplo con su vida y manifestando la misericordia de Dios. 


La Iglesia, en el adviento y siempre, espera expectante la venida del Señor, espera los cielos nuevos y la tierra nueva anunciada por Pedro en la Segunda Lectura. 


Esta espera de la Iglesia, y por tanto la espera de cada uno de nosotros bautizados, consiste en esta preparación, que allana el camino para que el Señor venga y que dispone el corazón del creyente para que salga al encuentro del Mesías. 


El camino se allana cuando cada creyente abre el corazón a Dios, dándole a Él el lugar que le corresponde y dejándolo entrar en su vida, haciendo ese movimiento de conversión que nos hace experimentar su misericordia y escuchar su voz para hacer su voluntad. 


Quien hace esta experiencia, escucha la voz de Dios que resuena en la primera lectura, consuelen a mi pueblo. Hay muchos hermanos que en medio de las situaciones difíciles que se viven en la actualidad, necesitan del consuelo de Dios y es compromiso del cristiano ser esa cercanía del amor, de la misericordia y de la ternura de Dios entre los hermanos que más están sufriendo y que han perdido la esperanza. 


No podemos decirnos cristianos y no podemos dejar pasar este tiempo del Adviento sin imitar a Juan el Bautista, la figura evangélica que hoy se nos presenta como ejemplo. Como él debemos darle el lugar que a Cristo le corresponde, dejarlo a él ser el primero en nuestra vida, abrir nuestro corazón a Él y dejarlo actuar. Reconocerlo como nuestro todo y reconocer con humildad que lo necesitamos: necesitamos su perdón, necesitamos su misericordia, necesitamos su ternura de Padre que nos permita experimentar la auténtica esperanza y la auténtica alegría, que aún en momentos de dificultad nos anima a seguir caminando porque sabemos que la meta es estar con Él eternamente. 


También debemos imitarlo en el anuncio, en ser mensajeros del consuelo de Dios, porque habiendo experimentado la misericordia, debemos ser cercanos con el más necesitado, con aquellos que más están sufriendo y que necesitan descubrir al Dios cercano que viene a consolarlos. 

Preparemos el camino al Señor que viene a hacer nuevas todas las cosas y seamos agentes de esperanza en este tiempo que, aun en la dificultad actual, debe tener siempre a Cristo como centro y como meta.