(VIDEO) Mensaje de Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
El Papa Francisco ha denunciado un proyecto articulado que pretende, especialmente, que las nuevas generaciones sean sometidas a una especie de "desconstruccionismo"[1] que, más que un diálogo y reflexión sobre la cultura y la sociedad, se convierte en una forma de dominación ideológica que desarticula y desarma las estructuras y las relaciones actuales, y arrasa con los principios y los valores que las fundamentan.
El efecto de esta especie de "revolución silenciosa" ya salta a la vista pues notamos como se desplaza y reinventa una sociedad cuyo modelo y estructuras reniegan de su identidad, su tradición, "junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, economía y política".[2]
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que, tanto en el sistema educativo como en espacios de formación de opinión públicos y privados, percibamos esa actitud, resueltamente, opuesta a los valores permanentes, entre ellos la religión pues, en su discurso, afirman, es promotora de la ignorancia, además de incompatible con el progreso intelectual y la consecución de los "derechos humanos" en plenitud.
Así, quien defienda la moral y la doctrina está desfazado, es un "retrógrado" que respalda enseñanzas superadas. La moda, entonces, es relegar, marginar y desaprobar toda instrucción ética pues, además de equivocada y arbitraria, amenaza el progreso.
Es contradictorio que, precisamente, quienes se dicen abanderados de la tolerancia y del respeto, no tengan empacho en arremeter contra la libertad religiosa consagrada en nuestra Constitución Política, instando a que la religión se excluya de la vida pública y se confine al ámbito privado. Esa hostilidad, cargada de fanatismo e irrespeto hacia quienes creen, demerita la misma vida en democracia.
Si esa conducta antagónica se transformara en una posición constructiva, se podría lograr un diálogo fecundo sin desconocer que, tanto la enseñanza como la vida pastoral de la Iglesia, están cargadas de actualidad y vigencia.
Evidentemente, es novedad porque está por encima de las ideologías de turno y responde a verdades esenciales, a valores relacionados con la concepción del ser humano, su origen y su destino, de la naturaleza transcendente de la vida humana y de los valores éticos, personales y sociales que la fundamentan.
Bien ha dicho el Santo Padre: "el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias?, como ?la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional".[3]
Si la Iglesia, para ser "moderna" o "progresista" debe renunciar a sus más profundas convicciones y abrazar ese relativismo moral y social en boga, probablemente, quedaría bien y sería aprobada por algunos, pero traicionaría la misión de anunciar el Evangelio de Cristo que siempre genera frutos abundantes de justicia, de solidaridad, de paz y de amor.[4]Esta proclamación debe hacerse con alegría y esperanza, acompañado con el valiente testimonio de la fe. Proclamamos a Jesucristo Señor y Rey del Universo.
Perseveremos cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que recibimos [5] y así, seguiremos prestando un gran servicio a la humanidad seguros de que ?la verdadera medida del progreso es aquella que mira al bien de todo el hombre?.[6] Vivir y transmitir los valores permanentes es imprimir dinamismo al verdadero progreso humano.