Llegamos al último domingo de este año litúrgico con la celebración de Jesucristo Rey del Universo.
Esta fiesta busca presentar a Jesús como el Rey Soberano, aquel que tiene primacía sobre cualquier otro poder humano. Este poder que ostenta Jesucristo, se va a manifestar, según la palabra de Dios proclamada, en la figura del Pastor que es cercano a su rebaño, que lo cuida, lo apacienta y da la vida por sus ovejas.
La figura del pastor es utilizada en la Sagrada Escritura para identificar a los que tienen la misión de gobernar a los pueblos, pero muchas veces, como lo manifiesta el profeta Ezequiel, este poder no fue bien utilizado, por lo que el Señor afirma que Él asumirá el pastoreo de su pueblo, buscando a la oveja descarriada, curando a la enferma, robusteciendo a la débil y uniéndolas en un solo redil.
El profeta anuncia y promete la llegada de un Rey-Pastor, que tendrá todos estos gestos de cercanía con su pueblo y que será capaz incluso de dar la vida por su rebaño, porque se caracterizará por la entrega de su propia vida en favor de su pueblo.
Nosotros los cristianos sabemos claramente que Este Rey-Pastor prometido por los profetas, es Jesús. Él, con su predicación, sus gestos milagrosos y principalmente con su muerte y su resurrección, cumple perfectamente esta misión. Tal y como lo expresa San Pablo en la segunda lectura: el reinado de Cristo se manifiesta en el acontecimiento pascual, con el que aniquila todo poder del maligno, nos sana, nos salva, nos congrega y nos hace participar de su misma vida.
San Pablo afirma también, que el reinado de Jesucristo llegará a su plenitud al final de los tiempos, cuando se aniquile al último enemigo que es la muerte, todo sea sometido bajo sus pies y Dios sea todo en todos.
El evangelio de Mateo presenta ese momento culminante de la Historia de la Salvación como el momento del encuentro de la humanidad con Cristo. El rebaño se reúne con su Pastor, que lo hará pasar a su reino y participar de su misma vida.
Este encuentro culmen de la humanidad con Dios tendrá como fundamento el mandamiento del amor; la humanidad será juzgada por su vivencia del amor.
Hemos escuchado en este pasaje evangélico, que posiblemente muchas veces lo hemos oído y meditado, cómo Jesús "que se presenta como Pastor" reúne y juzga a su rebaño. Dice Jesús: Vengan, entren al reino preparado, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me hospedaste, etc. Y deja completamente claro que quien hace esto con los más pequeños lo hace con Él mismo.
El modo en que Dios ha querido relacionarse con nosotros es la cercanía de su amor manifestado en su Hijo Jesucristo, el Rey-Pastor que nos ama, nos cuida, nos perdona, nos guía. Asimismo Él nos ha enseñado "con sus palabras y con su ejemplo" cómo debemos vivir, cómo debe ser nuestra vida si somos cristianos verdaderos; él nos enseña que debemos tratar al hermano de la misma manera que Él lo hace con nosotros. La experiencia del amor se comparte, quien se sabe amado, ama, quien se sabe perdonado, perdona. De ahí esta referencia tan clara de Cristo al decirnos que el auténtico amor a Él, se expresa en la capacidad de amar al hermano.
En los hermanos más pequeños, los más necesitados, los más excluidos, debemos ver el rostro de Cristo, debemos ver al mismo Cristo y amarlo con gestos solidarios y misericordiosos.
Este año litúrgico que estamos terminando ha sido particularmente difícil, la pandemia provocó muchas situaciones dolorosas: enfermedad, muerte, desempleo, pobreza; también en el campo espiritual ha sido duro y triste: se nos obligó a alejarnos de los sacramentos, hubo semanas, incluso meses en los que no fue posible encontrarnos, no pudimos celebrar la Pascua presencialmente en comunidad, aún hoy los aforos autorizados no nos permiten estar todos juntos.
Pero este año también nos debe dejar una gran enseñanza y es que la vivencia del amor nunca entra en cuarentena, el amor no puede ir nunca al confinamiento. Hay muchos hermanos, incluso desde antes de la pandemia, que están viviendo en el sufrimiento, que están enfermos, que han perdido seres queridos, que están teniendo dificultades laborales y por ende dificultades económicas, en estas últimas semanas también están aquellos que están enfrentando las consecuencias de los fenómenos naturales. En todos estos hermanos debemos ver el rostro de Cristo, a todos ellos debemos mostrarles la misericordia del Rey-Pastor que cuida, que sana, que acompaña y que da la vida por ellos. Esto lo haremos con nuestra solidaridad y cercanía.
Jesucristo es Rey porque es Pastor y nosotros participamos de su reinado, porque desde el bautismo nos configuramos con Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey.
Pidamos al Señor la gracia de manifestar, con nuestras obras de solidaridad y amor al hermano, el reinado de Cristo en este mundo peregrino y así un día poder participar del Reino Eterno de Cielo.