Coherentes con este planteamiento, enfrentamos un primer dilema: ¿Quiénes, por su afán de poder, fomentarían el odio y la frustración entre nosotros mismos? Las respuestas varían según la procedencia y, cuidado si esta pregunta, por sí misma, contribuye a profundizar esas reservas y sospechas mutuas, lo cierto es que, ese aire de "cuestionamiento y confrontación" social ha resultado una fórmula "exitosa" para unos pocos, mientras las mayorías se hunden, como dice Francisco, en la desesperanza.
Sin lugar a duda, estas advertencias del Papa desembocan, a manera de reclamo, en el actuar de la clase política llamada a fomentar la paz, la justicia, la solidaridad y la convivencia pacífica entre los individuos en respuesta a una altísima vocación como lo es la política misma como, "una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común".[2] Y es que, sin pretender pasar por alto la responsabilidad de otros actores sociales que han contribuido al desconcierto en el que se nos haya inmersos, no podemos negar el pobre desempeño de algunos que hicieron de la política ya no "una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas ? que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz." Vencer es sinónimo de destruir.
Términos como exasperar, exacerbar, polarizar, invisibilizar, silenciar, ridiculizar y, en última instancia, aislar, usados por el Santo Padre, definen en mucho, la raíz de nuestros actuales problemas.
La crisis que atravesamos, a nivel económico y social, nos debe ayudar a entender que con la indiferencia y la sola queja no logramos nada.
Retomando el argumento del Papa Francisco: "No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos". Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien.[3] Recibamos con alegría esta invitación del Papa Francisco a abrirnos a la esperanza que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. "La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna".[4] Caminemos con esperanza y seamos arquitectos de esperanza, ofrezcamos a las jóvenes generaciones, motivos para ilusionarse en cultivar actitudes fraternas, que son las que cambian la mentalidad egoísta que se ha sembrado.