(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
La Costa Rica pacifista, ejemplo para el mundo, cuya tradición se asienta en el respeto irrestricto del Estado de Derecho, la defensa de la democracia, la justicia social, el respeto a los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, ha vivido días de total consternación y revuelo sin precedentes, al menos, en las últimas décadas.
Más allá de la violencia inusitada, la controversia permanente y la descalificación mutua que ha caracterizado estas jornadas, debemos insistir en la necesidad de discernir las causas que las están provocando para prevenir más conflictos que, como vemos, sólo generan división.
Se ha afirmado por parte de algunos que vivimos el corolario de décadas de desaciertos y omisiones. También indican que nuestro sistema está enfermo y, como señala el Latinobarómetro, ante el lento y sostenido declive de la democracia, también en Costa Rica, estamos ante los síntomas de la "diabetes democrática" por sus semejanzas con una enfermedad invisible en su generación, que, si bien no mata de inmediato, una vez que aparece es difícil de erradicar.
Hay quienes señalan que uno de los tantos problemas que enfrentamos es la representatividad política, pues, no son pocos los costarricenses que no se ven representados por quienes eligieron para que velaran por el bien común. Si los ciudadanos se sienten excluidos en la construcción de ese destino común, "la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino".[1]
La democracia se construye desde la sabia escucha de quienes, con criterios técnicos, políticos y éticos, desean aportar a la resolución de los problemas y, sobre todo, saber escuchar al pueblo, en especial, el más empobrecido que clama justicia y fraternidad.
Como hemos reiterado los obispos, el diálogo transparente y con resultados, es apremiante y, si existe una base que lo sustente, esta debe ser la solidaridad que "es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia".[2] Ya lo hemos hecho antes" ¿Por qué no ahora?
Es tiempo de construir en común, de hacer del diálogo el camino privilegiado para escuchar y no, simplemente, para validar posiciones particulares. El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro, aceptando la posibilidad de que contenga algunas convicciones o intereses legítimos, "el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía?La discusión pública, si verdaderamente da espacio a todos y no manipula ni esconde información, es un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla mejor".[3]
Restablezcamos de una buena vez la seguridad y el orden social, sumemos nuestras voluntades, tanto la de las autoridades, como la de los diversos sectores sociales, escuchando el clamor de la ciudadanía por canales legítimos para buscar verdaderas soluciones. Dialoguemos como hermanos comprometidos en la construcción de una sociedad más justa.
El discípulo de Cristo, mira la realidad con el lente de la fraternidad, hoy más que nunca estamos llamados en nuestro país a sentirnos y a ser, en verdad, hermanos. Contribuyamos todos a fortalecer nuestra sociedad desde los parámetros del amor al prójimo.