(VIDEO) Mons. Daniel Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José, XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
En el evangelio de este Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, resuena una frase de Jesús que todos conocemos y que es muy utilizada? aunque desgraciadamente, no siempre bien utilizada: «dar al César lo que es del César y dar a Dios lo que es de Dios».
Al decir que es mal utilizada, me refiero a que muchas veces, algunas personas, se escudan en esta frase para afirmar que una cosa es la vida espiritual y otra la vida social, que son dos realidades que pueden ser separadas y que una no se vincula con la otra.
El compendio de todas las lecturas de este Domingo nos permiten comprender mejor esta frase, que nunca, como ninguna frase de la Palabra de Dios, puede ser sacada de contexto para ser utilizada para defender alguna postura o idea personal.
El profeta Isaías nos habla de un momento histórico muy importante para el pueblo de Israel. La victoria de Ciro, rey de Persia, contra Babilonia, que permite al Pueblo Elegido salir del exilio y regresar a la Tierra Prometida.
El Señor, por medio del profeta, alaba la figura de Ciro, incluso dándole el título de ungido, palabra que se utilizaba sólo para designar a los reyes de Israel, nunca a un rey pagano. Pero en medio de todas estas alabanzas, el Señor también deja claro que todo el poder humano que tiene en ese momento Ciro es dado por Él: «Yo te llamé, te di un título, te he dado autoridad» y que Él es único Dios: «Yo soy el Señor y no hay otro».
Esta primera lectura deja claro que ningún poder humano es superior al poder de Dios y que es Dios quien da el poder o permite que una persona ostente el poder. Por esto obedecemos a Dios antes que a los hombres, especialmente cuando el poder humano busca que nos apartemos de Dios.
La frase de Cristo en el Evangelio, nace de una pregunta malintencionada, sobre el pago del impuesto al emperador romano. Estar de acuerdo con el pago del impuesto haría que fuera considerado traidor al pueblo hebreo que está bajo la dominación del imperio. Pero decir que estaba en contra del impuesto lo haría enemigo del imperio y habría razón para procesarlo. Por lo que la intención era dejar en mal a Jesús. Pero Él, que es la Sabiduría de Dios, da una respuesta que los deja desconcertados: : «dar al César lo que es del César y dar a Dios lo que es de Dios».
Antes de esta famosa respuesta, él pide la moneda con la cual se pagaba el impuesto. Una moneda que tiene la imagen del César y por tanto pertenece al César. De ahí nace la respuesta: «dar al César lo que es del César», pero la respuesta continúa: «dar a Dios lo que es de Dios». Si la moneda que tiene impregnada la imagen del César, pertenece al emperador romano; es el Ser Humano, que tiene la imagen de Dios, que ha sido creado a su imagen y semejanza, quien pertenece a Dios y quien debe darse a Dios. Por tanto dar a Dios lo que es de Dios es darnos nosotros mismos a Dios, tener consciencia de que pertenecemos a Dios y que nuestra vida debe tender a estar con Dios.
Esto significa que todas las dimensiones de nuestra vida deben hacer referencia a Dios y no podemos desvincularlo de ninguna de ellas. Por esto alguien que tiene consciencia de su vinculación a Dios, porque somos imagen suya, no puede separar esta realidad de su vida laboral, profesional, académica, social y por tanto tampoco de una eventual vida política.
La consciencia clara de mi vinculación con Dios no disminuye la capacidad del ser humano a servir en ámbitos públicos, al contrario, lo hace más humano, más capaz de servir al otro con visión de bien común, de solidaridad, de fraternidad y de justicia, porque el otro, como cada ser humano, tiene la misma dignidad, la misma imagen de Dios impregnada en él.
Por esto, «dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» nunca debe utilizarse para desvincular de la vida de fe de mis acciones en el plano social.
Por esto pidamos el don del Espíritu Santo, para que, como la comunidad de Tesalónica a la que Pablo dirige la segunda lectura, todas nuestras palabras y acciones, den frutos abundantes, nos unan más a Dios y nos permitan llevar al encuentro con Dios a muchos hermanos.