El Papa Francisco en la catequesis
Continuando con su ciclo de catequesis sobre "La Oración", el Santo Padre reflexionó este miércoles, 14 de octubre, sobre el Libro de los Salmos, un texto bíblico que está compuesto sólo de oraciones y que nos "enseña a rezar" a través de la experiencia del diálogo con Dios.
"Los salmos no son textos nacidos en la mesa, sino invocaciones, a menudo dramáticas, que brotan de la vida, de la existencia. Para rezarles basta ser lo que somos", lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, 14 de octubre, en la que continuó reflexionando sobre "La Oración", y esta vez centro su catequesis en el Libro de los Salmos.
En la catequesis, que pronunció en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre señaló que, en la Biblia encontramos oraciones de distinto tipo. "Pero encontramos también un libro compuesto solo de oraciones, libro que se ha convertido en patria, lugar de entrenamiento y casa de innumerables orantes. Se trata del Libro de los Salmos".
Este texto, afirmó el Papa, forma parte de los libros sapienciales, porque comunica el "saber rezar" a través de la experiencia del diálogo con Dios. En los salmos encontramos todos los sentimientos humanos: las alegrías, los dolores, las dudas, las esperanzas, las amarguras que colorean nuestra vida. Por ello, el Pontífice dijo que, "leyendo y releyendo los salmos, nosotros aprendemos el lenguaje de la oración.
Dios Padre, de hecho, con su Espíritu los ha inspirado en el corazón del rey David y de otros orantes, para enseñar a cada hombre y mujer cómo alabarle, darle gracias, suplicarle, cómo invocarle en la alegría y en el dolor, cómo contar las maravillas de sus obras y de su Ley. En síntesis, los salmos son la palabra de Dios que nosotros humanos usamos para hablar con Él".
"El Catecismo afirma que cada salmo «es de una sobriedad tal que verdaderamente pueden orar con él los hombres de toda condición y de todo tiempo» (CIC, 2588)".
En este libro, precisó el Papa Francisco, no encontramos personas abstractas, gente que confunde la oración con la experiencia estética o alienante. Los salmos no son textos nacidos en la mesa, sino invocaciones, a menudo dramáticas, que brotan de la vida, de la existencia. Para rezarles basta ser lo que somos.
En ellos escuchamos las voces de orantes de carne y hueso, cuya vida, como la de todos, está plagada de problemas, de fatigas, de incertidumbres. El salmista no responde de forma radical a este sufrimiento: sabe que pertenece a la vida. Sin embargo, en los salmos el sufrimiento se transforma en pregunta: "¿Hasta cuándo?". Cada dolor reclama una liberación, cada lágrima pide invoca un consuelo, cada herida espera una curación, cada calumnia una sentencia absolutoria.
"Planteando continuamente preguntas de este tipo, los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada. La existencia del hombre es un soplo, su historia es fugaz, pero el orante sabe que es valioso a los ojos de Dios, por eso tiene sentido gritar"
Es por ello, que la oración de Los Salmos, subrayo el Santo Padre, es el testimonio de este grito: un grito múltiple, porque en la vida el dolor asume mil formas, y toma el nombre de enfermedad, odio, guerra, persecución, desconfianza "Hasta el "escándalo" supremo, el de la muerte. La muerte aparece en el Salterio como la más irracional enemiga del hombre: ¿qué delito merece un castigo tan cruel, que conlleva la aniquilación y el final? El orante de los salmos pide a Dios intervenir donde todos los esfuerzos humanos son vanos. Por esto la oración, ya en sí misma, es camino de salvación e inicio de salvación.