Mensaje del Arzobispo de San José en colocación de busto de Mons. Sanabria
Expreso mi sincera gratitud a las autoridades de la Municipalidad de San José, por la feliz iniciativa de rendir, este merecido homenaje, a mi querido antecesor y Benemérito de la Patria, Monseñor Víctor Sanabria Martínez quien, junto al Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia y el Lic. Manuel Mora Valverde, con una visión de futuro, tuvieron la inteligencia, la valentía y la entereza de poner en primer lugar el bien común, para heredar a las siguientes generaciones las Garantías Sociales y el Estado Social de Derecho que, hoy disfrutamos. Precisamente, el pasado 23 de agosto, se cumplieron los 77 años de la promulgación de las Garantías Sociales.
Considero justo que, al colocar esta escultura de Monseñor Sanabria, y en el marco del 199 aniversario de nuestra Independencia, visualicemos algunos aspectos fundamentales de su vida que, en gran medida explican su actuación en ese momento histórico.
Monseñor Sanabria es, primeramente, un hombre de profunda fe en Dios y, en todo momento, trató de responder a lo que Dios le pedía en su vida. Esto lo palpamos en la autobiografía que escribió cuando tenía quince años de edad: "Mis padres como es costumbre entre los campesinos, me llevaron al día siguiente de mi nacimiento a restaurarme con las aguas del bautismo. En el bautismo me pusieron el nombre de Víctor. Corría el año de 1905 cuando me preparaba para recibir la Santa Comunión, y el día 19 de julio día de San Vicente, recibí de manos del Pbro. Manuel Umaña el Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo". [1] No hay duda que el ambiente familiar es determinante en la vida de toda persona, la fe transmitida por sus padres don Zenón Sanabria y doña Juana Martínez, fue una herencia que mantuvo con fervor durante toda su vida. Esto hizo que ya desde niño sintiera el llamado de Dios al sacerdocio.
Su sensibilidad por los más humildes y desposeídos, responde tanto a esa fe como a la propia experiencia de vida, pues, tuvo como cuna una familia campesina de San Rafael de Oreamuno, que lo describe como, "un pueblo de honrados y humildes trabajadores que no buscan el bullicio de las ciudades, sino que contentos con su suerte, siguen trabajando en sus faenas ordinarias".[2] De manera que todo lo aportado en esos momentos decisivos de la historia social de nuestro país, responde a su opción de fe y raíces campesinas, además, del discernimiento que realizó a la luz de la exquisita formación académica recibida en Roma, su contacto con muchas personalidades y su alta capacidad intelectual.
El historiador Ricardo Blanco haciendo una comparación entre los episcopados de Mons. Bernardo Augusto Thiel y de Mons. Sanabria expresa: "Al primero tocóle esbozar las primeras ideas relativas a cuestiones sociales, cohibidas por la situación política del país en tiempos en que se publicó la Rerum Novarum; al segundo le tocó hacer realidad toda aquella gestación. A Thiel le cupo en suerte mantener lucha abierta por la libertad de enseñanza religiosa, con todas sus amargas consecuencias, a Sanabria le cupo la satisfacción de ver derogadas las leyes del 84 y consolidados los principios cristianos".[3]
Monseñor Sanabria jugó un papel decisivo en la historia de nuestro país durante su vida episcopal entre 1938 y 1952, respondió a lo que en ese momento se le exigió, y repito, lo hizo como hombre de fe, como pastor y como ciudadano. Fue un tiempo dificil en lo político y social, se dio la segunda guerra mundial, periodo de planteamientos ideológicos contrapuestos, de dictaduras de derecha y sistemas totalitarios de izquierda. En América Latina se afianzan los regímenes de Seguridad Nacional y en Europa nacen el Fascismo y el Nacional Socialismo; en este contexto sucedieron grandes cambios en el campo económico y social y nuestro país no estuvo exento de sus repercusiones.
En este escenario surgen las figuras de Monseñor Sanabria Martínez, el Dr. Calderón Guardia y el Lic. Mora Valverde, gestores de decisiones político-sociales fundamentales quienes, con su particular contribución, dan paso a la creación del Seguro Social, el 1 de noviembre de 1941, del capítulo de las Garantías Sociales, que se incorporó a la Constitución Política como Título V, el 2 de julio de 1943, la promulgación del Código de Trabajo, el 15 de setiembre de 1943. De estos beneficios seguimos disfrutando hoy y, sin duda, es nuestra responsabilidad engrandecer y fortalecer estas y otras obras que recibimos en herencia.
Basado en el amor a Dios y a la persona humana, en el mensaje de su toma de posesión de la Sede Metropolitana, el 28 de abril de 1940 expresó:
"¡La cuestión social! Palabra hoy de trascendental valor. ¿Qué ha hecho la Iglesia por resolverla y qué puede hacer al presente en ese mismo sentido? ¡Qué podemos hacer nosotros los sacerdotes de nuestra patria, en ejercicio de la representación moral y espiritual de que estamos investidos, en favor de la cuestión social? He aquí dos preguntas cuya contestación interesa por igual a la conciencia católica y a la conciencia no católica".
Son palabras tan actuales que comprometen a todos los ciudadanos, de cualquier credo y color político.
En cuanto a la Caja Costarricense del Seguro Social, instancia que tantas dudas generaba en su aprobación y sobre la que, aun hoy, gravitan tantas amenazas, señaló Monseñor Sanabria:
"Debo decirles que nuestra cooperación será amplia, sin restricciones ni reticencias, y que, con todos los medios a nuestro alcance, trabajaremos para que la ley y la institución se arraiguen en nuestro suelo y logren formar el clima moral que necesitan para obtener su cabal desarrollo y completo buen éxito".
La Iglesia Universal no era ajena a esta senda de promoción humana. El mismo Pío XII, quien preconizó la elección de Monseñor Sanabria como Segundo Arzobispo de San José, consideraba como deber del Estado promover el bien común con instituciones sociales como las sociedades de seguros y previsión[4] y fomentar una «bien entendida seguridad social como condición indispensable para unir a todos los miembros del pueblo, altos y bajos, en su solo cuerpo». [5]
Como Iglesia nos sentimos comprometidos hoy con esas palabras, la Caja Costarricense del Seguro Social es el estandarte de la solidaridad y la justicia social y, de ninguna manera, puede estar expuesta a ninguna amenaza. Su dueño es el pueblo y, sobre todo, los más necesitados. Valga la ocasión para expresar nuestra cercanía y felicitación, a todos los servidores de la salud, cuerpos policiales y otros servidores públicos que están entregando su vida, con motivo de las exigencias de esta pandemia.
No puedo dejar de señalar que Monseñor Sanabria al responder a su compromiso de hacer operativa la enseñanza social de la Iglesia, sufrió incomprensiones y desaires.
Si tanto bien se alcanzó virtud al diálogo sincero establecido entre estos líderes, que conociendo cada cual la responsabilidad que tenían ante el pueblo, impulsó grandes proyectos, hoy, de la misma manera, nos toca a todos mediante la unidad, la vía del diálogo sincero, transparente y concreto, colocar por encima de todo interés particular, gremial o político, el bien común. Solo así podremos salir adelante de la actual crisis de salud, social y económica.
Imploremos de Dios su sabiduría, para aprovechar esta adversidad y construir la Costa Rica fraterna y solidaria que todos deseamos.