Mons. Daniel Blanco Méndez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de San José.
En este Domingo XX del Tiempo Ordinario, nos reunimos, en nuestra pascua semanal, para conmemorar en el Día del Señor, el acontecimiento de la resurrección, la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.
Y de manera especialmente clara, hoy la síntesis de la palabra proclamada nos recuerda que esta salvación realizada por Cristo con su muerte y resurrección es regalo del Dios de la misericordia para toda la humanidad, para cada persona humana, sin ningún tipo de distinción, es lo que se ha llamado la Universalidad de la Salvación.
El texto del profeta Isaías, va a dar un vuelco importantísimo en el concepto de salvación que existía en el Antiguo Testamento. Una salvación que, se presumía, era sólo para aquellos que pertenecían al pueblo elegido, es decir al pueblo judío.
El profeta, hoy nos enseña que la salvación es un don de Dios también para todos aquellos ?incluidos los extranjeros? que se unen al Señor, lo aman, le dan culto y son fieles a la alianza.
San Pablo, en la segunda lectura, también deja claro, que la misericordia Dios, manifestada plenamente en el acontecimiento pascual, es don también para los pueblos paganos, es decir, para todo el género humano sin distinción. Sólo debe haber apertura del corazón a recibir el regalo de la misericordia.
Esta verdad de la fe cristiana, que ponen de manifiesto las dos primeras lecturas de este Domingo, van a quedar aún más claras con el signo realizado por Cristo y que nos narra el texto del evangelio de Mateo.
San Mateo nos relata cómo Jesús se retira a la comarca de Tiro y Sidón. Esta zona que forma parte de la ciudad de Fenicia en Siria, es considerada tierra pagana, tierra de infieles. A esa tierra va Jesús a anunciar su Reino, cosa que hace con su predicación y con sus signos milagrosos. Es claro que al entrar en tierra pagana, Jesús se encontrará con personas que los judíos consideran paganos, infieles, más aún, perros paganos como eran llamados despectivamente.
El evangelio hace referencia a una mujer cananea, es decir una descendiente de Cam, el hijo de Noé que fue excluido de la Alianza. Por tanto esta mujer, no sólo era una pagana, por ser sirofenicia, sino que además era una excluida de la Alianza, por ser cananea. Pero insisto, éste era el tipo de persona con la que el Señor se encontraría al entrar en la zona pagana de Tiro y Sidón.
Por eso, el gesto de Jesús hacia esta mujer, que parecería una descortesía e incluso un irrespeto, al recordarle su paganismo al llamarla perrita, es interpretado por los estudiosos de la biblia como un gesto pedagógico, para dejar claro, especialmente a los discípulos, que puede encontrarse una gran fe incluso en donde humanamente exista el prejuicio que lo único que se encontrará es paganismo o increencia.
La cananea nos presenta varios signos de fe que son dignos de imitar para todos quienes nos llamamos cristianos.
Estos gestos de la mujer cananea hacen que Jesús exalte su fe, diciéndole: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». Llegando al culmen su enseñanza como auténtico maestro: Es posible encontrar fe, donde el prejuicio indicaría que no existe.
Esta palabra de Dios proclamada este Domingo, nos hace asumir un compromiso serio en la vivencia y testimonio de nuestra fe:
Hoy pedimos a Dios, que con su gracia, podamos vivir estas virtudes cristianas que nos recuerda la palabra (la acción de gracias por su salvación, la oración constante y el eliminar cualquier prejuicio que nos aleje del hermano). Y así Él mismo nos permita dar testimonio constante de la fe y contribuir en la construcción de su Reino.