(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
En este año 2020, los católicos hemos manifestado nuestra profunda confianza, cariño y devoción a la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, en circunstancias insospechadas por la pandemia que nos está afectando. El amor sincero a María nuestra Santa Madre, nos inunda de la esperanza en que ella vivió durante toda su vida, pues, quien confía en el Señor sabe que no hay adversidad, que no pueda superarse y mirar el futuro con plena confianza en Quien conduce la historia humana.
La "esclava del Señor", con su actuar nos está indicando la actitud solidaria que hemos de asumir, no siendo indiferentes ante el dolor y las necesidades de los hermanos, sino, que conforme a las posibilidades estar cerca del que sufre. Estos no son tiempos para profundizar las divisiones y señalamientos de errores. Es tiempo ciertamente de distanciamiento físico preventivo, pero no para dar lugar al egoísmo o a la indiferencia, sino para como María, correr hasta la montaña para ayudar a quien lo necesita: "Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel".[1]
Como María, volquemos nuestra mirada hacia el hermano necesitado, ahí donde se nos muestra el mismo Señor que pide ayuda. Por tanto, la unidad para alcanzar objetivos comunes es lo que hace falta, es urgente dejar de lado todo interés de la naturaleza que sea, personal, organizacional o proyecto político.
Si observamos nuestro entorno nacional, cuántos hermanos esperan desde hace muchos años, disfrutar del derecho a un techo digno, donde se diga en verdad "aquí vive un ser humano". Por ello, tengo preocupación que, eventualmente, los programas sociales puedan verse desfinanciados.
A Dios gracias, con el aporte de los costarricenses mediante los impuestos, está llegando a muchas familias la ayuda económica necesaria en estos momentos en que se han pedido muchos puestos de trabajo y la pobreza se ha profundizado. Hay quienes afirman que se tendrá que buscar el camino para que lleguen al fisco, los fondos que no están llegando por la evasión o la elusión, es que quienes más reciben, más deben aportar. Para los cristianos esto es vivir la caridad como camino de transformación. La falta de claridad en cuanto a las salidas a esta crisis impactan sobre el estado anímico de zozobra, depresión, desesperación y, a veces, hasta de desesperanza en muchas personas. Pero que no se esté viendo una senda clara de reactivación económica y de recuperación social, no significa que no haya un camino para superar progresivamente esta crisis.
Por esto, se deben buscar las soluciones técnicas viables, pero desde un horizonte ético: "Ante los trágicos dilemas, los criterios generales de intervención, basados en la equidad en la distribución de los recursos, el respeto de la dignidad de toda persona y la especial atención a los vulnerables, deben esbozarse de antemano y articularse en su plausibilidad racional con el mayor cuidado posible"[2] No todo se mueve por cifras y números, pues hay seres humanos a los cuales se debe atender en sus necesidades. El camino lo hacemos juntos, es necesario desechar el individualismo y la búsqueda de intereses particulares y no ceder ante las posiciones radicales y polarizadas que solo conducen a la pérdida de la paz social.
Es la hora de fortalecer y posesionar aún más instituciones emblemáticas de nuestro país, que han dado muestras de éxito en su labor social, tales como la CCSS, y el ICE, entre otras, y no se puede ceder a presiones internas o externas para que esto cambie. El caminar democrático exige en este momento estar atentos para que estas instituciones sigan perteneciendo y sirviendo al pueblo, tal y como ha sido hasta el momento.
Como en otras ocasiones lo he manifestado, seamos generosos con nuestro querido país, tomemos el camino del diálogo social abierto y transparente, donde se ponga sobre la mesa la verdad y se decida lo mejor para todos. De no hacerlo, estaríamos cometiendo un error del cual nos lamentaremos por sus graves consecuencias para nosotros y las futuras generaciones.
Pidamos al Espíritu Santo que infunda en nuestros corazones esa fortaleza que nos haga sobreponernos a todo mal y permanecer coherentes con los propios principios, perseverando valientemente e imploramos la intercesión de Nuestra Señora de los Ángeles por la paz y la salud del mundo y de nuestro país, y que reine el perdón, el diálogo y la comprensión.