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Iglesia

"Vengan a mí los que están cansados y agobiados"

Mons. Daniel Blanco Méndez, XIV Domingo del Tiempo Ordinario

La palabra de Dios de este Domingo XIV del Tiempo Ordinario, llena de consuelo el corazón de los creyentes. 

Dios que se ha revelado a lo largo de la Historia de la Salvación, se revela plenamente en su Hijo Jesucristo, el cual hoy nos dice que es «manso y humilde de corazón» y nos llama para que encontremos en Él cuidado, protección, descanso y paz, cuando nos dice «vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré [...] mi yugo es llevadero y mi carga ligera». 

Esta verdad de fe cristiana, se contrapone a la idea que se tenía de Dios y del Mesías esperado, no porque así lo manifestara el Antiguo Testamento, sino porque escribas y fariseos, quienes habían acaparado le enseñanza religiosa, así lo habían interpretado y transmitido, Dios era presentado como un terrible justiciero y el Mesías anunciado como un rey poderoso que guía los ejércitos para liberar políticamente a su nación de la opresión de los pueblos invasores. 

Por eso el Señor en el evangelio dice «gracias porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos (haciendo referencia a los fariseos y a los escribas) y se las has revelado a la gente sencilla», refiriéndose a aquellos que han seguido a Cristo y han hecho una experiencia distinta a las enseñanzas de los maestros de la ley. 

Como indicaba anteriormente, esto no es precisamente lo que nos enseña el Antiguo Testamento, la primera lectura y el salmo nos dan otra visión del Dios revelado. 

Zacarías habla al pueblo Palestino que está sufriendo la invasión griega de Alejandro Magno y que espera un Mesías poderoso que acabe con esta opresión, un guerrero que destruya al invasor. Esta la palabra del Señor por medio del profeta es distinta, se anuncia a un Rey humilde, montado sobre un burrito, animal para el trabajo cotidiano, y no en un caballo, signo del poder militar. Un Rey humilde que anuncia la paz a las naciones y que hará desaparecer todo instrumento de guerra. 

Esos gestos de humildad y signos de paz los anuncia también el salmista cuando le da al Señor los calificativos de «compasivo y misericordioso, lento a la ira y generoso para perdonar y lleno de bondad en sus acciones». 

Las palabras y los gestos de Cristo nos dejan claro a quien está anunciado el profeta, Cristo es el Mesías esperado, aquel que es proclamado como Rey en Jerusalén, cuando entra en la ciudad santa humildemente montado en un burrito, es Él quien revela la misericordia del Padre cuando perdona a la mujer adúltera, cuando sana a los enfermos, cuando resucita a los muertos, cuando expulsa al maligno... en fin cuando reivindica en cada ser humano la dignidad dada por el Padre en la creación y que nos hace a todos iguales y a todos con una misma dignidad, la dignidad de ser hijos de Dios. 

Esta dignidad de ser hijos nos permite tener la confianza de acudir al Señor en medio de las dificultades, el mismo Jesús nos ha enseñado a acudir a Dios como un hijo acude a su padre, porque en medio de la vida ordinaria, los problemas son parte de este caminar, en palabras de Cristo, los agobios, los cansancios, los yugos, las cargas, en fin las cruces, las encontraremos en nuestro peregrinar, sin necesidad de buscarlas, serán parte de nuestra identificación con Cristo. 

Por eso, Jesucristo, el Emmanuel, el Dios con nosotros, que asumiendo la condición humana, nos conoce perfectamente y sabe que sin él no podemos hacer nada, hoy no sólo se revela como manso y humilde de corazón sino que nos invita a buscarlo en medio de nuestras dificultades, nos dice «vengan a mí», en él encontraremos reposo, descanso, paz y fuerza para enfrentar la vida con todo y sus cruces... cruces que ha asumido el Señor en su propia Cruz y les ha dado valor redentor. 

Los últimos meses todos hemos vivido momentos de agobio, de angustia, por qué no decir, momentos de cruz. Hay temor a la enfermedad, a la muerte, a perder a algún ser querido. Hay situaciones laborales, académicas y económicas difíciles, tanto a nivel personal como social. Hay tristeza porque el distanciamiento físico nos ha alejado de personas queridas e incluso nos ha alejado de la vida sacramental. 

En medio de estas cargas, de estos yugos, que hoy todos hemos experimentado, la Palabra de este Domingo nos llena de esperanza y nos invita a hacer comunión con el Señor, sólo en Él encontraremos nuestro descanso. Todavía hoy muchos no pueden acercarse a la comunión sacramental, por las medidas sanitarias y la disminución del aforo en nuestros templos, pero eso no significa que no se pueda acercar al Señor en la oración, acercarse al Señor en la lectura de su palabra, acercarse al Señor en la caridad con el hermano. Sólo en el Señor, aún en medio de las circunstancias que vivimos, encontraremos fuerza, paz, protección y misericordia.