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Iglesia

El Señor nos sigue enviando con el mismo llamado

Mons. Daniel Blanco Méncez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José, XII Domingo del Tiempo Ordinario



Retomamos los domingos de Tiempo Ordinario, posterior a las festividades que la Liturgia nos presenta después de la Pascua (Santísima Trinidad y Corpus Christi). 

Es fundamental que recordemos que el Tiempo Ordinario, no es un tiempo menos importante que los llamados tiempos fuertes, sino que este tiempo, no centrándose en un acontecimiento específico de la vida de Jesús, nos lleva a recorrer, con la escucha de la Palabra de Dios que se proclama, las palabras y los gestos con los que Cristo anuncia e instaura su Reino. 

Hoy hemos escuchado parte del capítulo X del evangelio de San Mateo, lo que conocemos como el discurso apostólico o misionero. Jesús ha llamado a los doce y los ha enviado a anunciar el Reino, con los gestos mismos que Él ha realizado (curando enfermos, expulsando demonios) pero también con sus mismas palabras... palabras que provocaron molestia, persecución e incluso la muerte de Jesús. 

Por tanto, el Señor advierte que aquellos que han sido enviados sufrirán lo mismo que Él ha sufrido. Pero también el Señor insiste, lo dice en tres ocasiones, no tengan miedo, Él estará al lado de aquellos que ha enviado. 

La experiencia de persecución por el cumplimiento de la misión la ha experimentado, ya en el Antiguo Testamento el profeta Jeremías, como escuchamos en la primera lectura. El mensaje de Dios anunciado en boca de Jeremías, molestó a los poderosos de su tiempo. Pero el mismo profeta también manifiesta cómo ha experimentado la cercanía de Dios, del Señor Todopoderoso que está a su lado, que lo salva y que lo libra de los malvados. 

Esto que ha narrado Jeremías es la promesa hecha por Cristo a sus apóstoles. No debe haber ningún temor, porque en medio de las dificultades que ocasiona el anunciar el Reino, la promesa de Cristo es que el Padre del cielo los cuidará como cuida a todas sus creaturas e incluso mucho más, porque además promete que serán reconocidos por el Padre del Cielo en la Eternidad. 

La experiencia de incomprensión y de persecución es algo que ha vivido la Iglesia a través de los siglos. El mensaje del Reino y la vivencia de los valores el Reino ha sido siempre motivo de incomprensión y de persecución. 

Han existido motivos para odiar, perseguir e incluso matar a aquellos que anuncian la palabra de Cristo, que anuncian y viven los valores del Reino. Desde tiempos apostólicos, con la persecución en Jerusalén luego del martirio de Esteban, luego las persecuciones del Imperio Romano y a lo largo de la historia hasta el día de hoy, cuando sigue habiendo persecución en algunos países, por el sólo hecho de ser cristianos, porque la Palabra de Dios, cuando se vive y se anuncia con coherencia, siempre incomodará a alguno, siempre ocasionará algún malestar y siempre significará ir contracorriente. 

Por esto, la palabra de este Domingo, sigue siendo actual para todos nosotros, la enseñanza que nos trae esta palabra y la puesta en práctica de esta palabra, no ha variado mucho en estos dos mil años: 


·  Cristo sigue enviando a sus discípulos, hoy todos nosotros bautizados, a anunciar. Con sus mismas palabras y sus mismas acciones, siendo cercano al enfermo, al excluido, al vulnerable y siendo presencia de su misericordia en aquel a quien llama a la conversión porque el Reino está cerca. 


·  Este mensaje, hoy sigue siendo incómodo para algunos, sigue significando para el cristiano ir contracorriente, incluso en lugares donde no hay propiamente persecución en contra de los cristianos, especialmente cuando en la vida diaria, en la cotidianidad de la vida familiar, laboral o académica, la vivencia coherente de la fe, sigue ocasionando asombro o incluso molestia en algunos. 


·  El Señor nos sigue enviando con el mismo llamado. No tener miedo, confiar sólo en Él, para anunciarlo sólo a Él y su mensaje de conversión y de salvación. Cuando la confianza la ponemos en nuestras propias capacidades, dejamos de anunciarlo a Él y nos anunciamos a nosotros mismos. En esos casos el mensaje deja de ser el mensaje del Reino, el mensaje cambia radicalmente. Y la persecución perdería todo sentido. 


·  En conclusión, el llamado de la Palabra de Dios en este Domingo, es vivir con coherencia la fe, ese será el testimonio más claro de nuestra ser cristianos y la mejor forma de anunciar a Cristo. Vivir con coherencia la fe, sin temor, Dios camina a nuestro lado y nos promete una recompensa, la recompensa del Reino, que estamos llamados a construir desde ahora, pero que viviremos en plenitud junto a Él en la eternidad. 


Que esta palabra y la acción sacramental que estamos celebrando, nos fortalezcan a todos nosotros para vivir este compromiso que hoy la Palabra de Dios nos ha recordado.