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Es el tiempo para priorizar

(VIDEO) Mensaje de Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano



Cada vez que vislumbramos una crisis en el horizonte político nacional, espontáneamente, se reposiciona el tema "Estado Laico" desde una interpretación sesgada, y no pocas veces falaz, según los intereses de sus promotores. 

Esta vez no es la excepción y, desde ya, en paralelo a la pandemia del Covid 19, y a sus graves consecuencias económicas y sociales, algunos ponen en práctica esta roída costumbre de imponer sus enfoques en la agenda nacional, en detrimento de los verdaderos problemas que aquejan a nuestra sociedad.

Como es propio, sus patrocinadores se presentan como garantes de los derechos ciudadanos para un verdadero ejercicio de las libertades en el país, al tiempo que repudian los "excelsos" privilegios que el Estado otorga a su "religión oficial". Pero, detrás del inofensivo argumento de la "Costa Rica laica" ese laicismo militante se agrupa en menoscabo del verdadero pluralismo que debe alentar a las democracias modernas. Es desde ese laicismo que se nos está imponiendo el aborto, supuestamente también en defensa de un derecho.

"Estado laico" es la consigna que alienta a sus seguidores a unirse a una lucha que garantizará la libertad de conciencia y la de profesar cualquier religión dentro del marco de la ley y de la moral, como si ambos aspectos estuvieran condicionados actualmente por nuestra Carta Magna.

Ni por asomo se menciona el derecho a la libertad religiosa o a la inmunidad de coacción por parte del Estado en esta materia y, menos aún, sobre el derecho y el deber de la Iglesia «de enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas».[1] Tratan de confundir, sustentando sus argumentos en afirmaciones de los últimos Pontífices, pero, no citan todo lo que ellos afirman sobre lo nefasto del laicismo.

Digámoslo claramente, en esta dinámica social la fe se ha convertido en el arma política de sectores, personas e instituciones empeñadas en poner la religión a su servicio, utilizándola como medio para sus fines. Es la gran paradoja de aquellos que apelan a la autonomía e independencia del Estado y de la Iglesia, pero pretenden subyugar y utilizar esta última a sus intereses, utilizan la religión arma política cuando les conviene.

Es evidente que, en esta suerte de instauración de líneas ideológicas a la que estamos sometidos, con la consabida excusa de la promoción de los derechos humanos, no hay tregua ni consideración que importe para conseguir sus objetivos. 

En estos tiempos de extrema vulnerabilidad, de hacinamiento más que de confinamiento social de muchas familias, de pérdida de miles de empleos y sus consecuencias sociales, de un desmejoramiento de las ya descalabradas finanzas públicas, de políticas sociales emergentes sin bases sólidas, en circunstancias en que, en síntesis, miles de familias resisten a la adversidad, resulta irresponsable y hasta insultante al pueblo, que se siga perdiendo el tiempo en discusiones triviales que sólo pretenden levantar cortinas de humo para distorsionar la realidad.

Este debe ser un tiempo de armonía y entendimiento, en el que tendamos la mano a los que más sufren, de promover el bien común y dejar de lado todo interés particular, de enfocarnos en los verdaderos problemas nacionales para sacar adelante a este país sin contaminar más la unidad nacional.

La promoción del "Estado Laico" en estos momentos exalta las divisiones antes que valorar la fraternidad requerida en el contexto de pandemia, y es suficiente con acercarse a su fundamentación para descubrir como el espacio de diálogo y auténtica libertad, lejos de contemplarse, se esquiva para sembrar la hostilidad hacia un importante sector de la población.

Esta iniciativa que se encuentra bajo el expediente 21.380, denominado "reforma a los artículos 75 y 194 de la Constitución Política" y con la que, según los diputados que la impulsan, se busca dar seguridad jurídica a la pluralidad de religiones en el país, así como parte del reconocimiento del derecho humano de la libertad de pensamiento y consciencia, refleja no solo la mezquindad sino, ante todo, la voracidad de quienes, bajo el pretexto de la tolerancia hoy dictan con rigor sus reglas, sometiendo a todos bajo su voluntad.

Dios nos permita como país, rectificar los pasos que nos han obligado a dar, porque todo ha sido impuesto.

 



[1] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 76.