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Un solo Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo

Solemnidad de la Santísima Trinidad; Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar Arquidiócesis de San José

Luego de las celebraciones de la Pascua retomamos el Tiempo Ordinario con la solemnidad de la Santísima Trinidad. 

El Dios revelado por Jesucristo es un Dios trinitario y así lo ha enseñado la Iglesia siempre. Incluso los catecismos han formulado una definición de la Santísima Trinidad diciendo que la Trinidad Santa es tres personas distintas, un solo Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo, con una única naturaleza, la naturaleza Divina. 

Esa distinción de las personas de la Trinidad radica en su misión, el Padre que crea, el Hijo que redime y el Espíritu Santo que guía y santifica a la Iglesia. 

Y a esta unidad trinitaria en la distinción de las personas, le damos el nombre de misterio, porque humanamente es difícil de comprender, pero principalmente porque encierra el misterio del Dios amor al que la humanidad se rinde en adoración, como nos enseñan las lecturas proclamadas. 

¿Cómo entender esta verdad de nuestra fe, de tres que son distintos y a la vez son uno? 

El intento de comprender y explicar el misterio trinitario revelado por Jesucristo, haciendo analogía con la realidad conocida, no logra encerrar o delimitar la totalidad del misterio, pero nos permite, especialmente, como ya hemos indicado, con la palabra proclamada el día de hoy, contemplar el misterio y postrarnos ante el misterio como lo ha hecho Moisés en la primera lectura. 

Las tres lecturas proclamadas hablan de Dios, como Aquel que es amor, que es compasivo, misericordioso, es el Dios que por amor envía a su hijo para salvarnos y es el Dios de la paz. Habla del amor no como una característica de Dios sino como la esencia de Dios. La esencia de Dios es el amor, el ser de Dios es amar y como Dios es perfecto ese amor también es perfecto. Perfección que podemos contemplarlo en la entrega total del Hijo por quienes somos el objeto de su amor; nosotros, el género humano, redimido por la Cruz de Jesucristo, que es el signo inequívoco del amor de Dios. 

Por tanto, ese amor perfecto, se vive también al interno de la Comunidad Trinitaria. Y si humanamente podemos decir que el amor humano y por tanto imperfeto, nos une, que ese amor nos hace comprendernos incluso cuando somos distintos, con cuanta mayor razón podemos decir que el amor perfecto del Dios Trinitario une perfectamente las diferencias de las tres personas de la Trinidad, para que sea un único Dios verdadero, sin diferencia ni distinción como rezaremos en el Prefacio de la Plegaria Eucarística. Por esto se le ha llamado Misterio, no tanto por la incapacidad de comprenderlo, sino porque es ante este Misterio de Amor ante el cual los cristianos nos postramos para adorarlo, porque la perfección del amor trinitario se ha desbordado en nosotros por medio del Acontecimiento Pascual que ha traído para nosotros la salvación. 

Esta profesión de fe cristiana sobre la esencia de Dios (lex credendi), no sólo debe ser celebrada en la liturgia eucarística que estamos viviendo (lex orandi), sino que debe ser vivida en la cotidianidad de nuestro ser cristianos (lex vivendi). Y esto es lo que el Concilio Vaticano II nos enseña al decir que la Iglesia es Icono de la Trinidad, imagen de la Trinidad. 

Es decir, que el amor trinitario debe ser vivido en la Iglesia, en quienes somos Iglesia y por tanto en la cotidianidad de nuestra vida. 

Un amor que nos una, que nos unifique, es lo que pide Jesús en la oración sacerdotal, «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea». Unidad que no limite o lesione las diferencias que enriquecen la Iglesia y enriquecen el anuncio del Reino. 

Amor que debe vivirse en todos los que formamos la Iglesia, independientemente donde estemos, por eso el mayor testimonio que podemos dar los cristianos es vivir ese amor que nos hace uno, vivirlo y hacerlo experiencia en nuestros hogares, en los lugares de trabajo, en la vida académica y profesional, en fin en el diario vivir; porque es la vivencia del amor el mayor signo testimonial, la mejor evangelización y lo que logrará volver la mirada de quienes lo reciben, no a nosotros sino a Dios quien es la fuente del verdadero Amor. 

Que esta celebración nos haga a todos a postrarnos y adorar al Dios Trinitario, como Misterio del Amor perfecto y que nos anime a esforzarnos cada día más a vivir ese amor en la cotidianidad de nuestras vidas para que la Iglesia de Cristo que todos formamos, cumpla con su tarea de ser Icono de la Trinidad, Imagen del Amor de Dios.