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Artículos

Contagiemos la esperanza

Mensaje de la Conferencia Episcopal de Costa Rica al pueblo de Dios

En este tiempo de lucha contra la curva de contagios de la covid-19, el papa Francisco nos invita a un contagio bueno:

Es otro «contagio», que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia.  Es el contagio de la esperanza:  «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!».  No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz de mal, una victoria que no «pasa por encima»del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios[1].

Nuestra Iglesia costarricense, que, en el contexto de la pandemia que ha azotado al mundo entero, ha celebrado de una manera atípica la última etapa de la Cuaresma, los intensos días de la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor y el camino espiritual de la cincuentena pascual, declara que «el Resucitado no es otro que el Crucificado.  Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza.  A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada»[2].  El contagio de la esperanza pascual nos ha llevado a reconocer las llagas actuales del Resucitado[3], que son el sufrimiento de la humanidad, especialmente de las personas más pobres, desamparadas, vulneradas[4].  En esta espiritualidad ha encontrado una nueva fuerza la esperanza comprometida del Pueblo de Dios en nuestro suelo patrio.

En efecto, hemos visto con inmensa alegría cómo la Iglesia se ha fortalecido como red de consuelo y auxilio.  No es posible recopilar todas las acciones que se están realizando en la Iglesia, pues las exigencias de tiempo para la labor solidaria no permiten que éste alcance para las tareas de su divulgación.  Además, sabemos que en gran parte, la mano izquierda de la labor solidaria de la comunidad eclesial no sabe lo que hace su mano derecha[5].  Pero podemos reseñar, de manera general, una serie de acciones solidarias de la Iglesia en este momento:

  • Las parroquias, debido al cierre temporal de las celebraciones eucarísticas comunitarias, en las que se recoge la ofrenda generosa de los fieles para la atención de las personas más pobres, han experimentado la suspensión de su ingreso para la Pastoral Social.  Sin embargo, los grupos que coordinan el servicio de la caridad, con el apoyo de la comunidad, han multiplicado sus esfuerzos y su creatividad para obtener dinero, alimentos y otros artículos de primera necesidad para las tareas de asistencia social.  Hay experiencias muy diversas, como la recepción de bienes en especie en diferentes puntos, la recolección en las casas de las personas donantes, etc. Algunas parroquias han organizado puntos de acopio o bancos de alimentos.
  •   La Pastoral Social-Caritas, tanto a escala diocesana como parroquial, ha sido un canal para hacer llegar a las personas más necesitadas ayudas de empresas e instituciones solidarias, que han donado diarios o productos específicos.
  • Muchos de los grupos de atención a personas habitantes de la calle han estado muy activos sirviendo a estos hermanos que viven en las condiciones de mayor vulnerabilidad en esta pandemia:  no se pueden quedar en casa, porque no la tienen; no pueden cambiarse de ropa, pues solamente tienen la que llevan puesta; no se pueden bañar ni lavar las manos, porque no tienen servicios sanitarios.
  •  En algunas parroquias y diócesis se ha dado una coordinación maravillosa con los Comités Municipales de Emergencias en las tareas de asistencia alimentaria para las personas afectadas por los impactos socioeconómicos de la pandemia.
  •  También se están dando algunas experiencias de vinculación de productores agrícolas con los consumidores, mediante redes de distribución organizadas por las parroquias, garantizando a los primeros el acceso a un mercado que paga con justicia su esfuerzo.
  •   Algunas parroquias han realizado trueques de productos agrícolas por otros productos básicos, para poder nutrir los diarios.  Hay generosos productores que han donado parte de su producción para atender a las personas empobrecidas de otras comunidades.
  •   Asimismo, se han ofrecido instalaciones de la Iglesia para la provisión de ciertos servicios públicos, como la atención de pacientes.
  •   Los capellanes de los hospitales han sido, en estos tiempos de angustia, un soporte espiritual y emocional tanto para pacientes como para los heroicos trabajadores del área de la salud.
  •   La Pastoral Penitenciaria ha realizado campañas para la recolección de artículos de aseo personal para las personas privadas de libertad.
  •  Mediante un impulso y una renovación de la presencia eclesial en las redes virtuales, los sacerdotes, los agentes de pastoral laicos y las personas consagradas han sabido ser soporte espiritual para tantas personas afligidas por este tiempo de crisis.
  •   La estabilidad económica de la Caja Costarricense de Seguro Social está seriamente amenazada por la reducción de sus ingresos y por la gran erogación de una parte de sus recursos para la atención de la pandemia.  Desde la Iglesia se están acompañando procesos para la defensa de la CCSS y para la proposición de medidas para que la benemérita institución se robustezca.
  •  La Pastoral Social Caritas está fuertemente comprometida con el proceso de diálogo y construcción de medidas con un enfoque social, socioproductivo y transformador para enfrentar los efectos socioeconómicos de la pandemia, en conjunto con sectores de la Economía Social Solidaria y el Gobierno de la República.

Exhortamos al Pueblo de Dios en Costa Rica para que siga empeñado en hacer el bien, en auxiliar a las personas más golpeadas por la crisis que estamos viviendo.  Este testimonio permitirá contagiar la esperanza en nuestros hermanos.  Animamos a todos los católicos para que, además de las tareas de asistencia a las personas necesitadas, se comprometan en la conversión social a la que Dios nos está llamando en este grave momento, pues, como ha dicho el Santo Padre:  «Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse»[6].

Pedimos al Espíritu Santo, cuya irrupción en la Iglesia estamos prontos a celebrar en la fiesta de    Pentecostés, que sepamos poner los diversos carismas y servicios que nos ha dado al servicio de los demás, para que circule la caridad[7].

Que nuestra madre, la Reina de los Ángeles, cubra con su intercesión a todos los habitantes de nuestro suelo.

Dado en San José, a los veintiún días del mes de mayo del año del Señor dos mil veinte.

 

+José Rafael Quirós Quirós

Arzobispo Metropolitano de San José

Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

 

+Gabriel Enrique Montero Umaña

Obispo de San Isidro de El General

Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

 

+Javier Román Arias

Obispo de Limón

Secretario General de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

 

José Manuel Garita Herrera

Obispo de Ciudad Quesada

Tesorero de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 

 

+Óscar Fernández Guillén

Obispo de Puntarenas

 

+Manuel Eugenio Salazar Mora

Obispo de Tilarán-Liberia

 

+Mario Enrique Quirós Quirós

Obispo de Cartago

 

+Bartolomé Buigues Oller

Obispo de Alajuela

 

+ Daniel Francisco Blanco Méndez

Obispo Auxiliar de San José



[1] Mensaje Urbi et orbi del Papa Francisco. Pascua 2020, Basílica Vaticana, 12 de abril de 2020.

[2]  Ibid.

[3]  Jn 20,20.

[4]  Mt 25,31-46.

[5] Mt 6,3.

[6]  Carta del papa Francisco a los Movimientos Populares, 12 de abril de 2020.

[7] Documento de Aparecida, 162.