He defendido las medidas estrictas de confinamiento, incluso comentando por escrito o en video, en las primeras semanas de esta emergencia, sobre cómo entender nuestro culto, especialmente la eucaristía, como prolongación de la última comunión recibida y como ejercicio de la caridad al cuidarnos unos a otros. Un modo de aliviar, animar y motivar a vivir la vida de la fe en contexto de pandemia.
Como pastoralista, estimo que esa respuesta ha sido congruente con el contexto de su momento. Ahora, la situación muestra variaciones en las medidas sanitarias lo cual justifica reflexionar sobre otras vías para una reapertura de las iglesias.
Llegó el momento de ir dando un giro hacia la normalización. La piedad sincera muestra muchas inquietudes y a la vez sigue siendo necesaria la disciplina. Poner en diálogo estos dos extremos es necesario.
Puntualizando sobre la decisión del Ministerio de Salud en mantener cerrados los ?templos?, conviene ampliar las miras. La cosa no se resuelve con una simple ecuación de una única regla: el cierre de todo y de la misma forma. Así como hay distinto trato entre las medidas de un comercio a otro, de un centro comercial a una pulpería, el universo pastoral católico conoce una multiformidad interna. Y esto debe tomarse en cuenta.
Parece que se olvidan algunos detalles jurídicos. La Ley ha de tener a la persona en el centro. La aplicación de las medidas puede ser particularizada, a situaciones diversas diversos remedios. Se podría dejar a que cada oficina de salud revise y autorice reapertura con protocolos estrictos y detallados. Por ejemplo: cada párroco inventarea las iglesias, ermitas y oratorios viables o no viables para la observación de medidas sanitarias proponiendo un estricto protocolo, en vez de poner un límite cuantitativo de aforo (75 fieles).
El gobierno debe ser garante que se respeten y ejerzan las libertades públicas garantizadas por la Constitución. En este caso la libertad religiosa y de culto. Hay iglesias inviables y otras que ya son viables para la reapertura.
Se está evidenciado cómo todo en la praxis gravita en torno a lo económico, en el sistema y no en la persona como dice -también- la Doctrina Social de la Iglesia.
El reto para los párrocos hoy, el 21 de junio y después es definir el mecanismo de selección de participantes en las misas. Menudo y complicado reto que amerita un mecanismo cuidadoso que debería estarse diseñando. Y junto a él la sensibilización y conscientización sobre cómo será la reapertura y el estricto orden de participar o abstenerse según se indique, todo según una campaña que ya debería estar en marcha. Todo esto nos hace visibles, el silencio nos oculta. Sin olvidar las acciones sacramentales no masivas, en concreto la Reconciliación (confesión) que puede ser más fácil de retomar que las mismas misas.
Esto que escribo lo estarán pensando en todas las instancias, porque es propio del sentido común. No es que abiertas las iglesias se va en ?avalancha?, hay que habituarse a que no. Hay más detalles que anticipar: ¿podrá abrir domingos o será de lunes a viernes?, precepto dominical, etc. Y quedan las actividades pastorales que son grupales y no de culto las cuales están ya recibiendo la atención.
Para concluir, ¿le interesa al gobierno la fe? Le toca tutelar y proteger, en cuanto se protege una libertad. Mas de hecho se ha optado por una gradación laica (otorgar grado de importancia) a los derechos constitucionales postergando en razón de otros derechos ?prioritarios?, la libertad de culto. Y no es tan laica, ya es una toma de posición sobre lo religioso: va después. En cambio, la fe es sustancial y de primer orden. Es la mentalidad política, ideológica y la agenda centrada ?en el reino de este mundo? la que impide ver una razón técnica jurídica por la cual el gobernante mismo de oficio y no solo a instancia de los interesados, debería buscar vías amplias para no dilatar el ejercicio de la libertad de cultos, quizás más que la apertura de moteles y playas.
Cabe señalar que es muy ingenuo profesar fe en los criterios científicos como si fuesen asépticos de prejuicios notos o inconscientemente subyacentes, sobre el lugar de la experiencia de en la vida individual y social. ¿Cuántos surfistas hay? ¿Cuántos católicos?, etc., etc.
Si las autoridades no ven así las cosas, nos toca a los católicos decírselos porque visibilizar nuestra fe cristiana es parte de nuestra misión: mostrando cuánto seria, importante e imprescindible es.
Se agradece al Ministerio de Salud su esfuerzo, su profesionalidad; pero los ciudadanos estamos para completar panorama de los puntos ciegos. Mientras tanto, pacientemente esperamos y obedecemos. Eso sí, no se diga que no se dijo.
Pd. Y por favor se deje ya de ver este tema solo en función de defender o atacar al gobierno. O sea, que se despolitice.