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Trabajo digno para todos

Mons. José Rafael Quirós Quirós Arzobispo Metropolitano

Este 1° de mayo, en el marco de la fiesta de san José Obrero, celebramos también el "día internacional de los trabajadores" en un contexto de profunda incertidumbre en el campo sanitario, económico, político y social, que agrava la ya delicada situación del trabajo en Costa Rica.

El problema es global y la pandemiadel COVID-19, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), afecta a casi el 81 % de la fuerza de trabajo mundial, lo que equivale a 2.700 millones de trabajadores y el aumento del desempleo general, durante este año, dependerá de la evolución futura y de las medidas políticas que se adopten,[1]aunque dicho organismopresagia que en el segundo trimestre del 2020 haya una reducción del empleo equivalente a la pérdida de 230 millones de trabajos a tiempo completo.

Esta instancia, además, ha proyectado cuáles serán los sectores y actividades más y menos afectados, y de la larga lista que presenta, indica que las personas con mayor riesgo de quedarse sin trabajo por la pandemia son las que tienen problemas de salud, los jóvenes que ya enfrentan un elevado índice de desempleo y subempleo, los mayores de 45 años, las mujeres, los empleados independientes y los migrantes.

 

Entramos en un nuevo período de la historia donde los estragos provocados y aquellos que, tristemente, se avecinan, nos plantean un horizonte sombrío que la sociedad sólo podrá enfrentar desde una perspectiva ética del derecho a un trabajo digno, sobre la dimensión de la realización y la dignidad de toda persona humana. [2]

Esta posición que emana de la Doctrina Social de la Iglesia será posiblemente refutada por quienes apelan a una simple "reactivación económica y productiva", sin más alternativa que retomar los modelos ya existentes que, de alguna manera, venían causando la precarización de los empleos, la subcontratación y la inequidad. 

Urgen pues, políticas orientadas al estímulo de la economía y el empleo, la ayuda a sectores específicos y la protección de los trabajadores, pero sobre todo, es urgente un diálogo social efectivo y concreto, que evite una falsa paz, es decir, "aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden"[3], en otras palabras, no se trata de lograr "un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz"; pues "la dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios". [4]

Porque esta crisis nos afecta a todos: instituciones administrativas y jurisdiccionales del estado, la Seguridad Social, organizaciones sociales y sectores empresariales, nos corresponde también a todos, tutelar la justicia y la dignidad de toda persona, tanto en el mundo del trabajo como en los demás sectores de la población; debemos aportar soluciones. 

De nuevo invito a todos a cultivar la esperanza cristiana, que no se confunde con el simple optimismo, porque desde la fe en el Señor Resucitado, hemos de suscitar cambios profundos en nuestra vida, donde la solidaridad sea manifiesta, el egoísmo e individualismo queden en el sepulcro, y la ideologías den espacio a la razón y a los valores permanentes. En tiempos tan críticos como los que estamos viviendo,  valga la ocasión para alentar a los responsables de la cuestión pública, a esforzarse por dar nuevo empuje en los esfuerzos por dignificar toda vida.

 

SAN JOSÉ, RUEGA POR NOSOTROS

 



[1]Organización Internacional del Trabajo (OIT) Informe COVID-19.

[2]Ecclesia in América, n.54

[3]Evangelii Gaudium n.218

[4]Idem