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Obispo Auxiliar

Configurarse con Cristo

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

En este domingo, la Palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre lo que significa para el cristiano seguir a Jesús. Este es un camino que exige humildad, sabiduría y entrega radical para quien quiera ser verdaderamente discípulo del Señor.

El libro de la Sabiduría nos recuerda que el ser humano, por sí solo, no puede comprender los designios de Dios.  Necesitamos de la Sabiduría de Dios para que nos ilumine. Esta auténtica sabiduría, como lo enseñan todos los libros sapienciales del Antiguo Testamento, no se basa en conocimientos humanos, sino en escuchar la voz de Dios y hacer su voluntad.

Esta sabiduría es un don de Dios y tiene como fundamento a Dios mismo quien nos enseña a vivir con humildad, reconociendo que dependemos de su gracia para realizar el bien, tal como se nos recordaba el domingo anterior.

La tradición de la Iglesia nos enseña que esa sabiduría presentada como una persona en la primera lectura, es Jesucristo, que el evangelio de Lucas lo sigue presentando camino hacia Jerusalén, acompañado por una gran muchedumbre.  Él, verdadera sabiduría, aprovecha este momento para enseñar que seguirle implica tomar la cruz, renunciar a todo y vivir en obediencia al Padre.

Jesús no suaviza el mensaje, él dice claramente que ser su discípulo exige una decisión radical. No basta con caminar junto a Él; hay que configurarse con Él, asumir su estilo de vida, su entrega, su amor que es capaz de sacrificarse por el otro en el patíbulo de la cruz.

En este camino, Jesús se dirige primero a los apóstoles, recordándoles que su vocación implica dejar casa, familia y bienes para anunciar el Reino. Esta renuncia no es pérdida, sino ganancia, porque les permite vivir según la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio, ya lo decía el papa Benedicto XVI, «Dios no quita nada y lo da todo» (24.04.2005).

Pero también se dirige a la muchedumbre, es decir, también nos exhorta a todos nosotros y nos recuerda que seguirlo implica vivir esta radicalidad, cada uno según su vocación: en la vida familiar, en el trabajo, en el servicio pastoral, en la vida consagrada.

Como nos recordaba el Papa Francisco:  «seguir a Jesús significa tomar como Él las propias cargas y las cargas de los demás, hacer de la vida un don, no una posesión, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso que Él tiene por nosotros. Se trata de decisiones que comprometen la totalidad de la existencia; por eso Jesús desea que el discípulo no anteponga nada a este amor, ni siquiera los afectos más entrañables y los bienes más grandes» (04.09.2022).

Esta enseñanza nos anima a vivir con generosidad, sabiendo que en Cristo encontramos el Bien supremo, que da sentido a todos los demás bienes.

Por tanto, este domingo se nos invita a revisar nuestra vida, haciendo examen de conciencia sobre el modo en que vivimos nuestro discipulado.  Propongo tres preguntas:

·        ¿Estamos viviendo según la sabiduría de Dios o según nuestros propios criterios?

·        ¿Estamos dispuestos a tomar nuestra cruz y seguir a Cristo con radicalidad?

·        ¿Reconocemos que todo lo que somos y tenemos debe estar al servicio del Reino, según la propia vocación?

Pidamos al Señor que el don de la sabiduría, recibido en el bautismo y la confirmación, dirija nuestra vida. Que podamos unirnos a Cristo en el cumplimiento de la voluntad del Padre, y que nuestra vida sea testimonio del Evangelio, con gestos concretos de entrega y servicio a los hermanos.