Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
La Palabra de Dios de este
Domingo tiene como tema fundamental la oración y tanto la primera lectura como
el evangelio nos dicen que orar es un encuentro lleno de confianza con Dios que
siempre está dispuesto a escucharnos.
El libro del Génesis presenta a
Abrahán en una especie de regateo con Dios, a quien le pide que perdone a
Sodoma y Gomorra si encuentra, en estas ciudades, a algunas personas justas.
En este regateo Abrahán, cada vez
que baja la cantidad de personas necesarias para que Dios perdone el pecado de
estas ciudades, encuentra en YHWH una palabra de misericordia, que está
dispuesto a perdonar a los habitantes de estos pueblos, ante la petición
humilde y llena de confianza del patriarca.
El evangelio, por su parte, nos
sigue presentando a Jesús que está en camino hacia Jerusalén, junto a sus
discípulos.
En este caminar, Jesús tiene
momentos de encuentro con su Padre por medio de una profunda oración.
De esto son testigos los
discípulos, que notan que esa forma de orar es distinta, ven la cercanía de
Cristo con su Padre y deseosos de una experiencia similar, piden a Jesús que
los enseñe a orar.
La respuesta de Jesús parece ser
muy simple, les dice a sus discípulos: Cuando oren digan: Padre, y les enseña la oración del
Padrenuestro. Una oración, que, aunque
parezca sencilla, es totalmente revolucionaria, porque revela a sus discípulos
que pueden acercarse a Dios con la confianza de hijos, porque Dios es padre de
todos. Jesús les enseña a sus discípulos
a tratar a Dios, como él mismo lo puede tratar y que aquella cercanía de Cristo
con su Padre en la oración, que ha emocionado a sus discípulos, es posible que
ellos también la puedan experimentar.
Esta forma de acercarse al Padre
en la oración permite al discípulo hacer experiencia de hijo, es decir hacer
experiencia del amor de ese Padre que escucha, protege y regala todo aquello
que el hijo necesita. Nos decía el papa
Francisco: «¡Aquí está la novedad de la
oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado
en la confianza, sostenido por la escucha y abierto a la solidaridad. Es un
diálogo del Hijo con el Padre, un diálogo entre los hijos y el Padre» (28.07.2019).
La oración del Padrenuestro que
presenta San Lucas, es más corta que la versión de Mateo que es la que ha
pasado a la liturgia y a las otras oraciones que realizamos. Y, en esta versión de San Lucas, las
peticiones son básicamente dos, el pan de cada día y el perdón de los pecados,
que resumen todas las necesidades materiales y espirituales que el ser humano
puede tener y que con confianza podemos acercarnos a Dios Padre, para que nos
ayude a enfrentarlas.
Por esto mismo, Jesús enseña a
sus discípulos a pedir en medio de estas necesidades, cuando les dice: pidan y
se les dará, llamen y se les abrirá.
Y profundiza esta enseñanza con dos ejemplos, primero el del amigo que
pide tres panes tarde en la noche, y segundo el de un padre que no da una
piedra al hijo que pide pan o un escorpión al que pide un huevo.
De este modo Jesús recuerda que,
ciertamente, todos pasamos dificultades y por tanto, podemos tener la confianza
de acudir al Padre que siempre nos escucha.
Al respecto nos enseñaba el papa Benedicto XVI: «pedimos no para satisfacer nuestros propios deseos sino más bien para mantener despierta la
amistad con Dios, quien - sigue diciendo el Evangelio - "dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan"»
(25.07.2010).
Por
tanto, la oración cristiana debe llevarnos al encuentro con Dios y experimentar
su amor de Padre. Un padre, que conoce
perfectamente lo que nos conviene y lo que necesitamos.
Del
mismo modo que en la vida familiar, los padres de familia conocen las
necesidades de sus hijos y saben que muchas veces aquello que piden ni les conviene
ni lo necesitan, así nuestro Padre del cielo, que sabe, mucho mejor que
nosotros mismos lo que nos conviene y lo que más necesitamos, promete que nos
dará el Espíritu Santo, quien será aquel que nos ayude a comprender su
voluntad, especialmente cuando esa voluntad es distinta a la nuestra.
Por tanto, este domingo se nos
exhorta a vivir la oración, como Cristo nos ha enseñado, es decir acercándonos
con confianza al Padre, sabiendo que nos ama hasta el extremo y presentándole
nuestras necesidades, las que Él ya conoce y de las que nos dará una respuesta
según lo que más nos convenga.
Asimismo, dejemos que el
Espíritu, que se nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y nuestra
confirmación, nos guíe y nos ayude a comprender la voluntad de Dios en nuestras
vidas y de este modo, como lo hemos pedido en la oración colecta, guiados e
instruidos por el Señor, nos adhiramos a los bienes eternos.