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Obispo Auxiliar

Enviados a anunciar el Reino de Dios

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

Al retomar los domingos del Tiempo Ordinarios después de algunas solemnidades que se han celebrado después del tiempo pascual, el evangelio de San Lucas nos presenta a Jesús en camino hacia Jerusalén, para cumplir con su misión de salvar al género humano, por medio de su muerte y de su resurrección.

En este camino hacia Jerusalén, Jesús tiene planeado pasar por distintos pueblos, por lo que envía los setenta y dos que había hecho sus discípulos, para que preparen su llegada en estos lugares, que representan a todos los pueblos de la tierra, ya que el número setenta y dos, hace referencia a los descendientes de Noé (Gn 10, 1), que poblaron todo el mundo.

Esta preparación consiste en que los discípulos realicen las mismas acciones de Cristo, es decir, que prediquen el Reino y que lo hagan presente por medio del anuncio de la paz, de la curación de los enfermos y de la expulsión de los espíritus inmundos.

Por tanto, Jesús, hace partícipe de su potestad a quienes envía, para que, de esta manera, la predicación y los signos de misericordia y compasión por la humanidad, que él mismo realiza, los puedan hacer también sus discípulos.

Estos gestos, que muestran al Dios misericordioso y compasivo, que Cristo ha venido a revelar, son el cumplimiento de las promesas hechas en la profecía de Isaías y que escuchábamos en la primera lectura.

Tomada de lo que se ha llamado, el libro de la consolación, la primera lectura presenta al pueblo elegido que regresa del exilio en Babilonia, pero que no encuentra la esperada gloria de Jerusalén, sino más bien se encuentra una ciudad en ruinas y un Templo destruido.  Ante esto, el Señor consuela a su pueblo -como un niño en brazos de su madre - anunciando alegría, prometiendo alimentos en abundancia y asegurando que la paz y la gloria recorrerán la Ciudad Santa.  El mismo Señor se compromete a reconstruir Jerusalén.

La oración colecta, nos dice quién es el que cumple esta promesa realizada en el libro del profeta Isaías:  Es el Hijo, por medio de su humillación en la cruz, quien viene a reconstruir, no sólo Jerusalén sino a toda la humanidad caída.

Esta reconstrucción, se da por medio de las acciones realizadas por Cristo, es decir por su predicación, sus milagros y sus gestos misericordiosos por la humanidad, siendo el gesto más misericordioso, su entrega en la Cruz, para darnos la salvación.

Y aunque es claro, que este acontecimiento salvífico es realizado, únicamente, por Cristo, la palabra de Dios de este domingo, también nos deja claro, que la misión encomendada a los setenta y dos discípulos es hacer presente la misericordia del Señor a todos los pueblos de la tierra.

Por lo que, la petición del Señor de orar para que se envíe operarios a la mies sigue siendo necesaria hoy.

Porque también hoy se hace necesario que la humanidad entera haga experiencia de este Dios que consuela a cada ser humano, como una madre consuela a sus hijos, manifestando su amor en medio de sus situaciones de dolor, porque llena de paz sus corazones, los llena con su fuerza ante las luchas contra el mal.

El mundo de hoy también necesita ser reconstruido, porque está afectado por muchas situaciones de dolor y de desesperanza, vivimos en un mundo en guerra, en una sociedad violenta, que necesita el torrente en crecida que trae la paz a las naciones, y esto es posible sólo cuando realicemos las mismas acciones que Jesús ha realizado al anunciar su Reino.

Esto es misión de cada bautizado, llamado a ser, como los setenta y dos discípulos, presencia de la misericordia de Dios entre los hermanos.

Para poder asumir esta misión, es necesario seguir las instrucciones que Cristo dio a sus discípulos y que el papa Francisco nos explicaba hace tres años: «La tarea de los discípulos es ir por delante a las aldeas y preparar a la gente para recibir a Jesús; y las instrucciones que Él les da no se refieren tanto a lo que deben decir, sino a cómo deben ser, es decir, no acerca del "guion" que deben decir, sino, sobre el testimonio de vida, el testimonio que han de dar más que a las palabras que han de decir. De hecho, los llama obreros: es decir, están llamados a trabajar, a evangelizar por medio de su comportamiento [...] Es ante todo la vida misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio: su saber estar juntos, su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su referencia unánime al único Maestro» (03.07.2022).

Por esto, pidamos la gracia de Dios, para ser discípulos verdaderos de Cristo, siendo testigos de la fraternidad, de la paz y de la misericordia de Dios, para colaborar en la reconstrucción de un mundo y una sociedad que vive momentos de tanta oscuridad.