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Obispo Auxiliar

Pedro y Pablo: Dos pilares en la fe de la Iglesia

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

La Iglesia celebra con solemnidad a los santos apóstoles Pedro y Pablo, tanto que, aun coincidiendo con un domingo, la Iglesia Universal se une en esta fiesta que nos recuerda a los que son considerados columnas de la Iglesia, por su ejemplo de conversión, su predicación infatigable y su testimonio de Cristo, entregando su propia vida en defensa del anuncio del Evangelio.

La palabra de Dios que se ha proclamado nos permite meditar cómo siendo tan distintas las vidas de Pedro y Pablo, Cristo, al llamarlos para hacerlos sus apóstoles, los ha transformado radicalmente, al punto de unirlos en la misma misión evangelizadora y en la fuerza de la entrega martirial por su Señor.

San Pablo en la segunda lectura, afirma con total claridad, la verdad de la salvación que ha predicado y espera con fe.  Al reconocer que sus días llegan a su fin, confía en que será liberado y salvado por el Señor, llevándolo a su mismo reino.  Esa verdad que conoció del mismo Cristo en su encuentro camino a Damasco, es la verdad que ha anunciado entre los pueblos gentiles.

Sus encuentros con Simón Pedro en Jerusalén manifiestan que esa verdad revelada por Cristo, lo lleva a respetar el primado apostólico de quien tiene la misión de confirmar en la fe y de acreditar la misión de Pablo.  El apóstol de los gentiles reconoce a Pedro como cabeza visible de la Iglesia y por tanto, como el que tiene la primacía entre los apóstoles.

Esta primacía de Pedro nace del mismo deseo de Cristo, que en Cesarea de Filipo, como lo narra, este día el evangelio de Mateo, le entrega a Simón, las llaves del Reino y le da el poder de atar y desatar, pero después de esto, en la noche del Jueves Santo, Pedro niega a Jesús en tres ocasiones, de ahí la necesidad que después de la resurrección, Cristo hiciera la triple pregunta sobre el amor y el triple encargo de apacentar el rebaño de Cristo, para confirmar la misión ya dada en Cesarea de tener la llaves del Reino y de tener la potestad de atar y desatar.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña lo que representa este poder de llaves que se le entrega a Pedro: «El poder de atar y desatar significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia.  Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles y particularmente por el de Pedro, el único a quien Él confió explícitamente las llaves del Reino» (CEC, n. 553).

Esta misión se lleva a cabo desde el momento del envío del Espíritu en Pentecostés, cuando Pedro asume su misión como primero entre los apóstoles, y dirige su primer, famoso y firme discurso kerigmático, que proclama la verdad predicada por Cristo y la verdad de su resurrección.

Esta misión puede observarse también, en el texto de la primera lectura, cuando Pedro es apresado por liderar la predicación evangélica en Jerusalén, pero la oración de la comunidad por su pastor y la acción del mismo Señor, por manos de su ángel liberó a Pedro, para que continuara su misión de apacentar la Iglesia naciente.

La Sagrada Escritura presenta a Pedro asumiendo su ministerio de primo inter pares, por medio de tres acciones concretas:

·        La predicación:  Pedro, en la primera lectura y en muchos otros pasajes de los Hechos de los Apóstoles, sufre la persecución y la cárcel por asumir con valentía su misión de predicar el evangelio.  Generalmente, es presentado como aquel que toma la palabra y lleva adelante discursos en los cuales predica la verdad que el Espíritu pone en su corazón, anunciando lo aprendido del mismo Cristo y defendiendo la verdad del acontecimiento pascual.

·        La oración:  Así como la Iglesia oraba por su pastor, en otros pasajes de los Hechos de los Apóstoles es Pedro quien dirige la oración con la comunidad apostólica, celebrando la fracción del pan y oranado en los momentos de cárcel y persecución.  La oración es fuente del ministerio apostólico de Pedro.

·        La toma de decisiones:  Pedro, ejerciendo su primado y su misión de pastor supremo, debe resolver situaciones doctrinales que ponen en peligro la unidad de la iglesia naciente.  Es su experiencia con los cristianos provenientes del paganismo y su encuentro con Pablo en Jerusalén, lo que hace que su discurso sobre los gentiles tuviera un peso importante en la decisión final del así llamado Concilio de Jerusalén, en el cual sinodalmente se decidió que no era necesario que los cristianos provenientes del paganismo se circuncidaran.

Este ministerio petrino, marcado por la oración, la predicación y el pastoreo, en comunión con Pablo y los demás apóstoles, es coronado con el testimonio rubricado con su sangre y ha sido el camino que han asumido también sus sucesores.

Hoy el papa León XIV es quien tiene en sus hombros ese delicado ministerio de ser quien dirige, en nombre de Cristo, a la Iglesia.  Ministerio que realiza en oración, en predicación y en toma de decisiones.  Y lo ha hecho, en este inicio de su ministerio petrino, potenciando, en continuidad, el rico magisterio doctrinal de los últimos pontífices.

Por esto, al constatar la importante y delicada misión del Romano Pontífice, hoy, y cada día, debemos orar al Señor, por el papa León XIV, tal como lo hizo la Iglesia naciente por Pedro, para que sea guiado y fortalecido por el Espíritu en su misión de apacentar el rebaño de Cristo, para que siempre cuente con la colaboración de Pablo, es decir de todo el colegio episcopal de quien es cabeza y con quien dirige la Iglesia Universal y para que sea protegido por la misericordia y la compasión del Señor que lo ha llamado a tan sublime pero delicado servicio en la Iglesia.