Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
En este tercer domingo de Cuaresma, la respuesta al salmo 102,
nos hace proclamar que El Señor es
compasivo y misericordioso, una verdad incontestable de la Sagrada
Escritura que indica el modo de ser Dios y que resume toda la Liturgia de la
Palabra de este domingo.
En el camino cuaresmal que hemos estado realizando, la
palabra de Dios ha sido insistente en recordarnos la necesidad de conversión,
es decir, la necesidad de reconocer con humildad nuestras limitaciones y
pecados y volver el corazón a Dios, pidiendo su gracia y su fuerza para
cambiar.
Este llamado a la conversión, también lo escuchamos este
domingo. San Pablo en la segunda lectura,
recordando los pecados del pueblo de Israel durante el éxodo, animaba a la
incipiente comunidad cristiana de Corinto, a ser constantes en la conversión,
para no dar la espalda al Señor como lo hicieron los antepasados.
Asimismo el evangelio de este domingo presenta a Jesús
recordando que todos somos pecadores y que debemos convertirnos. Ante la muerte violenta de algunas personas
(muerte considerada en la época como fruto de sus pecados), Jesús advierte que
éstos, no perdieron su vida por ser más pecadores que los demás, sino que,
aquella situación recuerda que todos debemos ser conscientes de nuestros
pecados y buscar la conversión.
Pero al mismo tiempo, con la narración de la parábola de la
higuera que no da fruto, Jesús recuerda la compasión y la misericordia de Dios. La figura de la higuera, que en la Sagrada
Escritura era signo del pueblo de Israel infiel, es utilizada por Jesús, para
recordar que el Señor, más que ver el pecado del ser humano, se comporta como
padre amoroso, siendo paciente y esperando la conversión de sus hijos una y
otra vez.
El papa Francisco, al respecto, nos recuerda que «Jesús
sabe que convertirse no es fácil, y quiere ayudarnos [...] nos anima con una
parábola que ilustra la paciencia de Dios. Debemos pensar en la paciencia de
Dios, la paciencia que Dios tiene con nosotros. Jesús nos ofrece la consoladora
imagen de una higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo
dueño no la corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad [...] Así hace
el Señor con nosotros: no nos aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de
darnos confianza con ternura [...] ¡Dios cree en nosotros! Dios se fía de
nosotros y nos acompaña con paciencia, la paciencia de Dios con nosotros»
(20.03.2022).
También el libro del Éxodo, en la primera lectura, manifiesta
cuánto es misericordioso el Señor, cuando, en el momento culmen de la vocación
de Moisés, en la zarza que ardía y no se consumía, Dios se revela como aquel
que ve la opresión de su pueblo, oye sus lamentos y conoce sus sufrimientos, es decir, es un Dios que no es lejano o
indiferente, al contrario, está pendiente del sufrimiento de su pueblo y llama
a Moisés, para que, en su nombre, libere a Israel de la opresión en Egipto.
Asimismo, Dios da a conocer su nombre a Moisés: YHWH (yo soy el que soy) nombre que manifiesta
la trascendencia de este Dios que, verdaderamente es eterno, pero a la vez es
cercano, porque siempre ha estado, está y estará al lado de su pueblo.
Por tanto, el camino cuaresmal,
que siempre nos hace recordar nuestra condición de pecadores, para que
busquemos la conversión; este domingo también quiere confortarnos,
recordándonos que incluso en medio de nuestra limitación y pecado, Dios
continuamente viene a nuestro encuentro, escuchando nuestras angustias, manifestando
su compasión y su misericordia, perdonando nuestros pecados, siendo paciente y
regalándonos su gracia, para que, como hemos rezado en la oración colecta, aun cuando nos agobia la propia conciencia,
nos reconforte siempre la misericordia de Dios.