Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
El tiempo santo de la Navidad, en el que la Iglesia y el
mundo en general ha conmemorado el nacimiento de nuestro Salvador, concluye con
la Fiesta del Bautismo del Señor.
Esta celebración es colocada en el calendario litúrgico, de
manera pedagógica, ya que es el enlace entre este tiempo de la Navidad y el
inicio del Tiempo Ordinario.
Concluir las celebraciones navideñas, con la fiesta del
Bautismo del Señor, hecho que marca el inicio de la vida pública de Cristo, nos
recuerda, nuevamente, que el acontecimiento del nacimiento del Salvador nunca
puede separarse del acontecimiento pascual; el niño nacido en Belén, es el
Emmanuel, el Dios con nosotros, el mismo que predicó el Reino, el mismo que
hizo milagros, sirviendo y siendo compasivo y misericordioso, el mismo que
murió en una cruz, el mismo que resucitó y ascendió al cielo para hacer partícipe
a cada miembro de la familia humana de la heredad de su gloria.
Ver, en este último día de la Navidad, a Jesús adulto,
recibiendo el bautismo en el Jordán de manos de Juan, nos ayuda entonces a
comprender este misterio profundo del Dios que se hace hombre para salvarnos.
La Palabra de Dios proclamada este domingo, nos ayuda a adentrarnos
en este misterio. La profecía de Isaías
anuncia el consuelo para el sufrido pueblo de Israel que está en el exilio, consuelo
que se fundamenta en que el Señor llega lleno de poder, pero este poder no se
manifiesta en poderío militar o político, sino que se manifiesta en el cuidado y
la cercanía de un pastor que lleva en brazos a los corderos recién nacidos y
cuida a las ovejas que acaban de dar a luz.
Una cercanía que claramente vemos reflejada en Cristo, el Dios con
nosotros, que asume nuestra condición humana, para ser el Buen Pastor que
protege y da la vida por nosotros.
Esto lo ha dicho también San Pablo en la segunda lectura, al
recordar, en su carta a Tito, que Cristo se entregó para redimirnos,
purificarnos y convertirnos en su pueblo.
Lo ha hecho con su muerte y resurrección y uniéndonos a Él por medio del
bautismo que por la acción del Espíritu
Santo nos regenera, nos renueva, nos
justifica y nos hace herederos de la vida eterna.
Es precisamente éste, el bautismo que Juan el Bautista anuncia,
al afirmar que él no es el Mesías, que él bautiza con agua, pero que el
verdadero Mesías vendrá a bautizar con Espíritu Santo y fuego y como dice San
Gregorio de Nacianzo en el Oficio de Lectura de este día: él ha
bajado al Jordán para santificarlo y así iniciarnos a nosotros, por el Espíritu
Santo y el agua en los sagrados misterios.
Este año en particular, la fiesta del Bautismo del Señor nos
hace reflexionar sobre nuestro propio bautismo, recordándonos dos elementos
fundamentales: que el bautismo nos hace nuevas creaturas y que el bautismo nos
compromete a ser testigos de Cristo.
El bautismo que, con el Espíritu Santo y fuego, anuncia Juan
en el evangelio, es el sello indeleble con el cual es marcado el ser humano y
por el cual es liberado de la mancha del pecado original, es configurado con
Cristo y por tanto es transformado en hijo, en miembro de la Iglesia y en
heredero de la vida eterna (Cfr. CEC 1213).
Por tanto, por el bautismo, verdaderamente, somos
transformados en nuevas creaturas y somos configurados con Cristo, para morir
con Él y resucitar con Él, viviendo en este mundo peregrino de manera sobria, justa y fiel a Dios, como nos ha
dicho el Apóstol en la segunda lectura.
Por esto el papa Francisco insiste tanto en que recordemos la
importancia de nuestro bautismo y que incluso recordemos y celebremos la fecha
de nuestro bautismo porque enseña el santo padre que «Nuestro ser hijos comenzó el día del Bautismo, que nos ha inmerso en
Cristo y, miembros del pueblo de Dios, nos ha hecho convertirnos en hijos
amados del Padre. ¡No olvidemos la fecha de nuestro Bautismo! Si yo preguntara
ahora a cada uno de ustedes: ¿cuál es la fecha de tu Bautismo? Tal vez algunos
no lo recuerdan. Esto es algo hermoso: recordar la fecha del Bautismo, porque
es nuestro renacimiento, ¡el momento en que hemos sido hijos de Dios con Jesús!»
(09.01.2022).
El
segundo elemento que se nos recuerda en esta fiesta del Bautismo del Señor es el
compromiso de imitar a Cristo y de ser su testigo, esto lo haremos actuando
como Él, conscientes de que es posible hacerlo sólo con la fuerza del Espíritu
Santo, el mismo que en el Jordán anunció el inicio del ministerio público de
Cristo y que en nuestro bautismo nos impulsa a vivir según sus enseñanzas.
Renovemos
nuestros compromisos bautismales, abriendo nuestro corazón a la acción Espíritu
Santo que en los sacramentos nos ha ungido y nos ha fortalecido para ser
testigos del evangelio.