Ángelus
En un tiempo en el que las personas son incapaces de salir de las dificultades creadas por ellas mismas, y en el que «hay necesidad de luz, esperanza y paz», es necesario seguir a Dios.
El Santo Padre, a la hora del Ángelus del segundo domingo después de Navidad, y en vísperas de la Epifanía, destacó con el Evangelio de Juan, que nos recuerda la fuerza del amor de Dios «que no se deja vencer por nada y que, más allá de obstáculos y rechazos, sigue brillando e iluminando nuestro camino».
Lo demuestra la Navidad, «cuando el Hijo de Dios, hecho hombre, vence tantos muros y tantas divisiones».
Se enfrenta a la cerrazón de mente y corazón de los «grandes» de su tiempo, más preocupados por defender el poder que por buscar al Señor. Comparte la vida humilde de María y José, que lo acogen y crían con amor, pero con las posibilidades limitadas y las penurias de los que no tienen medios, de los que eran pobres. Se ofrece, frágil e indefenso, al encuentro de los pastores, hombres cuyo corazón está marcado por la dureza de la vida y el desprecio de la sociedad; y luego con los Magos, que, impulsados por el deseo de conocerlo, emprenden un largo viaje y lo encuentran en una casa de gente corriente, en gran pobreza.
El Papa dirigiendo su mirada a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para escuchar su palabra, los llamó «valientes» por su disposición a haber desafiado la lluvia para estar presentes en esta oración, y los invitó a mirar a Dios que, a pesar de los desafíos, que parecen contradicciones, nunca se detiene, llegando a todos, estén donde estén, «abriendo incluso en las noches más oscuras de la humanidad ventanas de luz que las tinieblas no pueden cubrir».
Es una realidad que nos consuela y nos da valor, sobre todo en un tiempo como el nuestro, un tiempo que no es fácil, donde hay tanta necesidad de luz, de esperanza y de paz, donde los hombres crean a veces situaciones tan complicadas, que parece imposible salir de ellas. Parece imposible salir de tantas situaciones.
La llamada del Papa, especialmente en el año del Jubileo, es a «imitar al Dios del amor» en todos los contextos de la vida, ya sean familiares, sociales o internacionales, con opciones que defiendan la vida.
Nos invita a no tener miedo de dar el primer paso, esta es la invitación que el Señor nos hace hoy: no tengamos miedo de dar el primer paso, hace falta valor para hacerlo, pero no tengamos miedo, abriendo ventanas luminosas de cercanía a los que sufren, perdón, compasión y reconciliación, estos son los muchos primeros pasos que debemos dar, para que el camino sea más claro, seguro y posible para todos.
Y esta invitación, dijo el Santo Padre, resuena de modo particular en el Año Jubilar que acaba de comenzar, y que nos exhorta a «ser mensajeros de esperanza con un sí sencillo pero concreto a la vida, con opciones que traigan vida».
Hagámoslo todos: ¡éste es el camino de la salvación!
La recomendación de Francisco fue encomendarse a María, para que cada uno pueda abrir ventanas de luz y convertirse en destellos que dejen pasar el amor de Dios, para que se pueda dar el primer paso.
Fuente: vaticannews.va