Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
Este tercer domingo del tiempo de
Adviento, como todos sabemos, tiene el nombre de Gaudete, una palabra latina que significa «estén alegres», estas son
las palabras de la Antífona de entrada de la Eucaristía y también las palabras
con las que inicia la segunda lectura.
Este llamado a estar alegres será
una constante en la liturgia de la palabra de este domingo y, por tanto, será
el tema que guíe nuestra reflexión dominical.
Este llamado a la alegría es muy
fácil palparlo durante las fiestas que caracterizan esta época del año o
durante situaciones felices que podamos experimentar. Pero como meditaremos, la alegría cristiana,
debe ir mucho más allá de un sentimiento.
Junto a otras virtudes cristianas
que los domingos anteriores se nos han recordado, como la oración, la sobriedad
de vida y la esperanza, hoy se nos indica que la alegría debe ser una
característica del cristiano que espera al Señor que viene a salvarnos. Una alegría que se experimenta aún en medio
de situaciones difíciles, porque como enseña el teólogo latinoamericano,
recientemente fallecido, el padre Gustavo Gutiérrez, «lo que se opone al gozo no es el sufrimiento, sino la tristeza» (P. Gustavo Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del
inocente).
Precisamente el llamado que hace
el profeta Sofonías al pueblo de Israel es a estar llenos de gozo, lo dice de
todos los modos posibles (canten, regocíjense, den gritos de júbilo), porque el
Señor está en medio de su pueblo. La
Hija de Sión, es la ciudad santa de Jerusalén, llena de sufrimiento por la
violencia y la idolatría del Rey Manasés, pero Dios no sólo anuncia que todo va
a cambiar, sino que sigue recordando que Él está en medio de su pueblo, que lo
ama, que lo rescata, que se alegra con él y esto llena de gozo al pueblo
elegido, en medio del sufrimiento vivido.
Asimismo, San Pablo llama a la
alegría a la comunidad cristiana de Filipos, porque esta comunidad ya está
inquieta, preocupada y sufriendo porque el Señor se tarda en volver y las
dificultades del mundo la agobian. Ante
esto, Pablo manifiesta que el cristiano vive la alegría de saber que Cristo
está cerca, y que esa alegría se manifiesta en la benevolencia con el hermano,
en la súplica confiada al Señor por las dificultades que se pueden estar
pasando y en la gratitud a Dios por todos sus dones, principalmente por el
regalo de la salvación.
Esta alegría se vive, por tanto,
según la enseñanza de Pablo, en benevolencia con el prójimo, en súplica
confiada y en gratitud a Dios.
Estas actitudes, resumen también,
la respuesta que el Bautista dará a quienes se acercaron a él para preguntarle
¿qué debían hacer? Porque Juan el
Bautista ha predicado haciendo un llamado a la conversión, a buscar el perdón,
a estar preparados porque el Reino está cerca.
Aquellos que lo escucharon, preguntaron qué debían hacer para estar bien
dispuestos a la llegada del Reino. La
respuesta del Bautista fue una invitación a la caridad y a hacer lo que a cada
quien le corresponde con honestidad y sin hacerle daño al hermano.
Durante esa misma predicación,
Juan el Bautista anuncia que el Mesías está cerca y que éste viene a darnos la
salvación, dando vida nueva a la humanidad y enviando el don del Espíritu Santo
(Él nos bautizará con Espíritu Santo y
fuego).
El llamado del Bautista también es
una exhortación a la alegría; porque ya está próxima la llegada del Mesías; y
enseña que esta alegría debe vivirse en caridad, haciendo lo que nos
corresponde, según nuestra vocación, sirviendo a Dios y a los hermanos.
El llamado a la alegría que se
nos hace este domingo, puede verse opacado cuando en nuestra vida existen
situaciones de dolor y sufrimiento, pero el llamado a estar alegres no esconde la
verdad de nuestras tribulaciones, sino que nos recuerda, como lo ha dicho
Sofonías, que el Señor está en medio de nosotros para salvarnos, es la alegría
de saber que mientras esperamos su segunda venida, no nos ha dejado solos, él
camina con nosotros y sufre con nosotros.
De igual manera es la alegría de
saber que en medio de las situaciones difíciles, el Señor nos capacita con su
Espíritu para ser cercanos al hermano que más está sufriendo, con la
solidaridad, la misericordia y la compasión, es el gozo de
acompañar el sufrimiento del hermano y de experimentar la cercanía y la ternura
de Dios en medio de nuestros propios sufrimientos.
Sigamos este recorrido del tiempo de Adviento, anunciando con
auténtica alegría cristiana la verdadera razón de estas fiestas que están próximas: Cristo está cerca, -es más- ya está con
nosotros, nos ama, nos cuida, nos consuela y nos salva.