Responsive image

Arzobispo

Adviento para ser luz

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

El Adviento, tiempo litúrgico de preparación espiritual para celebrar la primera venida de Cristo y renovar nuestra expectativa de su retorno glorioso, está profundamente marcado por el simbolismo de la luz. Este tema no es solo una tradición decorativa o litúrgica; es un recordatorio de la naturaleza misma de Cristo y de su misión en el mundo. Jesús se presenta a sí mismo como la "luz del mundo" (Juan 8,12), y esta afirmación trasciende los tiempos, iluminando el corazón de los creyentes.

Desde los relatos del Antiguo Testamento, la luz simboliza la presencia de Dios: "El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz" (Isaías 9,2). Esta expectativa se cumple en la persona de Jesús, quien disipa las sombras del pecado y la muerte con su mensaje de amor y vida eterna.

En este tiempo especial del año, se nos hace, también, un llamado a reflexionar sobre nuestra propia vocación como cristianos, ya que el Señor nos ha confiado la tarea de ser luz para los demás: "Ustedes son la luz del mundo" (Mateo 5, 14).

Jesús no solo nos invita a seguirle como la luz del mundo, sino que nos capacita para ser portadores de esa luz. Este Adviento, la pregunta que debemos hacernos no es solo cómo nos preparamos para recibir a Cristo, sino cómo permitimos que su luz brille a través de nosotros en medio de un mundo que con frecuencia se siente oscuro y necesitado de esperanza.

El Adviento hemos de aprovecharlo también para cultivar desde el amor al Señor, que sea un tiempo para compartir. Nuestros encuentros han de reflejar el espíritu de dar y darnos que Dios mismo mostró al ofrecernos a su Hijo. Pero ¿cómo podemos ir más allá de lo material y compartir la luz de Cristo?

En un mundo lleno de desafíos, la esperanza es un regalo invaluable. Proclamar el mensaje del Señor es recordar a quienes nos rodean que Dios no se ha olvidado de ellos. Su amor es constante, y su promesa de salvación es inquebrantable.

 Amar como Cristo nos amó es quizás la forma más eficaz de reflejar su luz. Esto implica actos concretos de compasión, perdón y servicio hacia los demás, especialmente hacia los más vulnerables. Jesús dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5,16). Cada acción, por pequeña que sea, puede ser un reflejo de la luz divina cuando se hace con un corazón dispuesto.

Durante el Adviento, somos invitados a encender la llama de Cristo en nuestras vidas y a dejar que esa luz alcance a quienes nos rodean. Esto no significa imponernos sobre los demás, sino vivir de tal manera que inspiremos a otros a buscar a Dios.

Esta vocación a ser luz también nos desafía a reflexionar sobre nuestra relación con Cristo, el Señor. ¿Estamos permitiendo que Él guíe cada aspecto de nuestras vidas? o ¿Hemos dejado que las preocupaciones del mundo apaguen nuestra luz? Por ello, hoy somos llamados a mirar hacia adentro, evaluando nuestra disposición a ser testigos de esa luz, y hacia afuera, identificando oportunidades para iluminar la vida de quienes nos rodean.

En este Adviento, abracemos la invitación de Cristo a ser la luz del mundo. Dejemos que nuestras vidas sean un testimonio viviente de su amor, compartiendo no solo lo material, sino sobre todo lo espiritual: la paz, la esperanza y la alegría que solo Él puede ofrecer. Que cada vela que encendamos, cada gesto de bondad que realicemos sea un reflejo de la luz que transformó al mundo y que continúa guiándonos hacia la plenitud.