Mons. José Rafael Quirós, arzobispo metropolitano de San José
En
la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, nuestra Arquidiócesis
de San José, se llena de alegría y esperanza al celebrar la ordenación de ocho
nuevos presbíteros. Este es un momento de gracia, un signo palpable de la
presencia viva de Dios en medio de su pueblo. Pero, además, es una ocasión para
reflexionar sobre la profunda conexión entre María, la Madre de Jesús, y los
sacerdotes, un vínculo que tiene su raíz en el misterio de la Encarnación y
alcanza su plenitud al pie de la cruz.
Desde
el principio, la Encarnación estuvo orientada al sacrificio, al don total de
Cristo en la cruz. Así, Encarnación, sacrificio y sacerdocio están íntimamente
ligados, y María se encuentra en el misterio de nuestra salvación.
María,
la Madre de Jesús, es también la Madre del Sumo y Eterno Sacerdote. Este título
profundo y lleno de misterio nos invita a contemplar el rol único que ella
desempeña en la obra de la salvación, no solo como madre de Cristo en su
humanidad, sino también como la madre espiritual de todos aquellos que
participan en el sacerdocio de su Hijo.
En
el misterio de la Encarnación, Dios se hace hombre en el seno de María, y, al
hacerlo, asume la humanidad desde su divinidad: Jesucristo, el Sumo Sacerdote,
quien ofrece su vida como sacrificio por los pecados del mundo. Desde el
momento de su "sí" en la Anunciación, María se convierte en la
cooperadora perfecta en el plan divino de la salvación, dando a luz al Mediador
entre Dios y los hombres, el único que puede reconciliar a la humanidad con su
Creador.
Pero
el vínculo de María con el sacerdocio no termina en su maternidad física. Al
estar presente en la vida pública de su Hijo, al acompañarlo en su Pasión y
estar al pie de la cruz, ella se convierte también en un modelo de entrega
total al sacrificio de Cristo. En ese momento culminante de la cruz, donde
Jesús, como el Sumo Sacerdote, ofrece su sacrificio por el mundo, María, la
madre de ese sacrificio, participa en una manera única en la misión redentora
de su Hijo.
María
no solo es la Madre de Jesús, sino también la madre espiritual de todos los que
son llamados a continuar la misión sacerdotal de su Hijo. En el Evangelio de
Juan, estando ella al pie de la cruz, Jesús se dirige a su madre y al discípulo
amado con palabras conmovedoras: "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al
discípulo: Ahí tienes a tu madre". (Jn 19,26-27).
Este
momento es impresionante, es un acto de amor y una revelación profunda: María,
como madre, toma en su corazón a todos los discípulos, pero especialmente a
aquellos que, configurados con Cristo, están llamados a ser pastores de su
pueblo. Así, desde ese momento, María se convierte en la Madre espiritual de
todos los sacerdotes, aquellos que, al ofrecer el sacrificio eucarístico, conmemoran
el sacrificio de Cristo.
Benedicto XVI nos recordaba dos razones fundamentales en esa cercanía especial entre María y los sacerdotes: "porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre".
Al
experimentar tanto gozo por la ordenación de estos nuevos sacerdotes, pidamos a
María que como Madre amorosa les acompañe amorosamente en su misión. Que ellos,
como el discípulo amado, la reciban en lo más íntimo de su vida y encuentren en
ella un refugio constante de amor y fortaleza. Que, con su ayuda, puedan vivir
siempre fieles a su vocación y ser para el pueblo de Dios instrumentos de
misericordia, sanación y salvación.
María, Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, ruega por nosotros y por estos nuevos sacerdotes que comienzan su camino al servicio de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.