Ángelus
El Papa en el Ángelus relanzó algunos puntos esenciales de su reflexión sobre el Evangelio de Marcos que narra la curación del ciego Bartimeo. Resumió lo que ya había profundizado en la homilía de la misa con los participantes en la Asamblea sinodal en el Vaticano. ¿Cómo miramos al pobre? ¿Con piedad evangélica o con indiferencia?
La multitud ignora a Bartimeo, en cambio los receptores de Jesús están activos. La gente no tiene ninguna mirada de atenta, ningún sentimiento de compasión aunque Bartimeo sí se hace oír y ver. Jesús, sin embargo, le escucha y le ve. El sentido del grito, de la fe, del camino, es lo que Francisco puso de relieve en el Ángelus.
En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es sólo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: Yo existo, mírame. No puedo ver, Jesús. ¿Tú me ves?. Sí, Jesús ve al hombre mendicante y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón.
Francisco invitó a ponerse en el lugar de Jesús, pero también en el del pobre: Cuando nos cruzamos con algún mendigo por la calle: ¿cuántas veces miramos para otro lado? ¿cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera?. Luego, como de costumbre, el Papa jesuita planteó preguntas para el discernimiento personal y comunitario.
¿Cómo miro a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Lo miro como lo hace Jesús? ¿Soy capaz de entender sus interpelaciones, su grito de ayuda? Cuando das limosna, ¿miras a los ojos del mendigo? ¿Tocas su mano para sentir su carne?
En realidad, es como si se invirtieran los papeles: la multitud, a pesar de tener la facultad de la vista, es en realidad ciega y sorda, indiferente. Bartimeo, a pesar de tener una limitación física, ve con los ojos de la fe.
Cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego por dentro, que sigue a Jesús una vez que nos acercamos a Él. Cuando te acercas a un pobre y te haces cercano, es Jesús quien se acerca a ti en la persona de ese pobre. [...]. Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace contemplar por los ojos del Señor.