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Arzobispo

El verdadero diálogo construye

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

El mes de la Patria nos invita a trascender nuestras diferencias y a enfocarnos en el impacto positivo de nuestras buenas acciones para el bien común. Es un momento para reflexionar sobre nuestra identidad nacional y recordar que, a pesar de nuestras diversas perspectivas y orígenes, todos compartimos un objetivo: construir un futuro mejor y más unido para nuestro querido país.

En un momento en el que el enfrentamiento y la discordia pueden parecer predominantes, es importante recordar que el verdadero espíritu patriótico, se manifiesta en la capacidad de comunicarnos con respeto y empatía. Las palabras que elegimos pueden ser una fuerza unificadora, contribuyendo a la cohesión social y fortaleciendo los lazos que nos unen como nación.

Especialmente para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad, es pertinente en estas fechas, en las que nos reunimos para celebrar y reflexionar sobre nuestra identidad nacional y recordar los ideales de paz, democracia y sana convivencia que han sido el pilar de Costa Rica a lo largo de su historia, considerar las enseñanzas del apóstol: "No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra que haga falta y que deje algo a los oyentes" (Efesios 4,29).

En los últimos años, nuestro país ha sido testigo de una creciente confrontación entre diversos sectores de la sociedad, manifestada no solo en debates políticos, sino también en un lenguaje de descalificación que erosiona la cohesión social. En este contexto, el poder de las palabras adquiere un significado crucial. Hoy más que nunca, necesitamos reflexionar sobre el impacto de nuestro discurso y volver a un lenguaje que, en lugar de destruir, construya puentes de entendimiento y respeto.

Las palabras tienen un poder inmenso. A través de ellas, construimos realidades, transmitimos ideas y emociones, y definimos la forma en que interactuamos con los demás. Siguiendo la enseñanza del Maestro, la palabra que se emite ha de ser siempre para edificar, construir, iluminar y unir. Hagamos de la palabra, un vehículo para fomentar la unidad, mediante el respeto y la comprensión. Que los adultos demos ejemplo a las nuevas generaciones, sobre el respeto y comprensión, hacia quienes piensan diferente, pues, por pensar diferente no quiere decir que haya enemistad.

El Mensaje de Jesús es directo, claro y cuestiona, para que asumamos actitudes de cambio, nunca vamos a encontrar el insulto ni la descalificación, sino la iluminación y llamado a la verdadera unidad.  La falta de respeto y el desprecio en las palabras nos alejan del diálogo genuino y constructivo, pues en lugar de generar entendimiento, profundizan las divisiones. Recorramos el camino del diálogo que ha caracterizado históricamente nuestro país, su cultura de paz que ha de cultivarse desde el núcleo de la familia, centros educativos y la interacción de todos los días. Vemos cuánta falta hace incluso, ante alguna dificultad en carretera.

Es fundamental hacer una pausa y reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando. ¿Es este el tipo de país que queremos construir? ¿Una nación dividida por la agresión y el irrespeto?

Cada uno de nosotros, desde nuestra posición, tiene un papel que jugar en la construcción de un país más unido y respetuoso. Es importante que los medios de comunicación, los líderes religiosos, los educadores, y todos aquellos que tienen influencia sobre el discurso público, hagamos un esfuerzo consciente por promover un lenguaje que construya en lugar de destruir. Cada palabra que pronunciamos o escribimos tiene un impacto. Podemos optar por usar nuestras palabras para herir y dividir, o podemos optar por usarlas para sanar y unir. La elección está en nuestras manos.

Escuchemos la Palabra Eterna del Padre que es su Hijo, Palabra que edifica, une, ilumina y salva. Nuestras palabras deben ser siempre para construir un país donde reine el respeto, la solidaridad, la empatía y la paz. Nunca para destruir o herir.