Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
El
24 de septiembre de 1824, hace 200 años, el Congreso Constituyente del Estado
de Costa Rica proclamó a la Virgen de los Ángeles como Patrona del país,
reconociendo así el papel central que La Negrita ocupa en la cultura, la
historia y la espiritualidad costarricenses desde su hallazgo el 2 de agosto de
1635.
Esta
imagen de la Virgen María con su Hijo en brazos se ha convertido en un símbolo
de identidad nacional y un agente unificador que trasciende las diferencias
sociales, raciales y políticas. A lo largo de los años, la Virgen de los
Ángeles ha sido una fuente de cohesión sociocultural, integrando a los costarricenses
en un relato compartido de devoción, pertenencia y solidaridad.
La
imagen de la Virgen de los Ángeles, con su tez morena, tiene una importancia
especial en el contexto de la América colonial, donde muchas representaciones
religiosas seguían ideales europeos, mostrando figuras de piel blanca y rasgos
caucásicos. En contraste, La Negrita refleja una identidad visual que expresa
nuestra identidad originaria, descendientes de indígenas y de africanos,
convirtiéndose en un símbolo de inclusión. Al conectar con las comunidades
marginadas y mestizas de la época, se convierte en un referente en orden a la
justicia social.
Esta
conexión se manifiesta cada año en la forma en que la Virgen es venerada por
todos los sectores de la sociedad costarricense, atrayendo a cientos de miles
de personas de todo el país y de diversas procedencias. En María, se disuelven
las barreras sociales; campesinos y empresarios, pobres y ricos, caminan juntos
hacia Cartago en un acto de fe que reafirma el sentido de pertenencia a una
colectividad que encuentra en esta figura maternal una profunda representación.
A
lo largo de los siglos, la Virgen de los Ángeles ha jugado un papel crucial en
los momentos decisivos de la historia de Costa Rica. En épocas de guerra,
crisis, desastres naturales o enfermedad, el pueblo ha buscado en ella
protección y orientación, consolidando la idea de la Madre de Dios como una
aliada del pueblo costarricense. Ella se ha convertido en una figura maternal
que brinda amparo y consuelo en los momentos más críticos.
Este
legado histórico ha sido transmitido de generación en generación,
consolidándose en la memoria colectiva del país. La Virgen de los Ángeles no es
una figura estática; está profundamente entrelazada en el tejido social y
político de Costa Rica. Su influencia se refleja en la manera en que
instituciones gubernamentales y diversos sectores sociales le rinden homenaje.
Ella
se ha convertido en un símbolo de cohesión nacional, en una sociedad que ha
atravesado diversas transformaciones y desafíos a lo largo de los siglos, y
frente a divisiones sociales cada vez más marcadas, la figura de la Virgen ha
permanecido constante como un elemento integrador. Actúa como un puente entre los diferentes
sectores, unificando al país bajo una devoción común que trasciende las
diferencias, incluso en tiempos de polarización política o dificultades
económicas.
Nuestro camino de fe está unido de manera indestructible a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: "He ahí a tu madre".
Damos gracias a Dios por el regalo de su presencia amorosa en nuestro caminar. Ella es el emblema que encierra la historia, las aspiraciones y los valores de nuestra nación. Que Dios continue bendiciendo a nuestro país a través de su intercesión, que su presencia protectora y unificadora nos guíe en tiempos de desafío y transformación, y que nos inspire a vivir con el mismo espíritu de unidad y solidaridad que ella representa. Que, bajo su manto de amor y protección, podamos superar nuestras divisiones y trabajar juntos por un futuro de paz, justicia y verdadera fraternidad para todos los costarricenses.