Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
En
la actualidad, se promueve la idea de una autonomía frente a Dios, y muchos
creen que la verdadera libertad y plenitud del ser humano se logran al
distanciarse de Él o al definir la vida según sus propios términos. No
obstante, la Biblia presenta una perspectiva diferente: la auténtica libertad está
en Dios, vivir en profunda y plena comunión con Él.
En
realidad, la verdadera libertad se alcanza al entregarnos a Él: "Vengan a
mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso"
(Mateo 11,28), y su invitación se dirige, especialmente, a aquellos que, tras
múltiples intentos fallidos, aún buscan un propósito y han descubierto que, en
su búsqueda de libertad, terminaron comprometiendo su verdadero bienestar y su
paz.
Vivimos
en un mundo lleno de promesas vacías y verdades cambiantes, rodeados de
oscuridades y miedos que distorsionan nuestra percepción de la vida. La
autonomía humana, cuando se busca como una separación de Dios, nos ofrece una
ilusión de libertad que, en realidad, nos esclaviza a nuestros deseos, al ego y
a las ilusiones pasajeras del presente.
Jesús
nos recuerda: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8,31-32).
Esta libertad auténtica solo se encuentra a través de Cristo, quien nos libera
de las ataduras del pecado y nos guía hacia una vida verdadera y plena. Al
adherirnos a su enseñanza, encontramos una libertad que no se basa en la
autonomía ilusoria, sino en la verdad que transforma y libera verdaderamente.
Vivir
según la Palabra de Dios nos ofrece una existencia plena y justa, alejándonos
de la dominación de pasiones desordenadas, del egoísmo y de las presiones
sociales. En lugar de someternos a las limitaciones de la lógica mundana,
encontramos verdadera plenitud en cumplir la voluntad divina.
En
efecto, en nuestra sociedad, las normas predominantes a menudo giran en torno al
individualismo, el materialismo y el consumismo, priorizando el éxito personal,
la acumulación de bienes materiales y la satisfacción inmediata. En este
contexto, los antivalores como el egoísmo, el relativismo moral y la búsqueda
constante de estatus, predominan conduciendo a una vida orientada hacia logros
superficiales y placeres efímeros. En contraste, la Palabra de Dios nos invita
a vivir según los principios del Reino, promoviendo la humildad, el servicio a
los demás y una búsqueda de la verdad que trasciende las gratificaciones
momentáneas, ofreciendo una visión más profunda y auténtica de la vida.
Como nos enseña el Apóstol: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto". (Romanos 12,2).
Jesús nos ofrece una vida plena y abundante,
pero esta no se logra alejándonos de Dios, sino al entregarnos a su Amor. La
verdadera libertad surge al superar las ilusiones de autosuficiencia y
reconocer nuestra dependencia en Él.
En
este mes de setiembre, dedicado a la Biblia, quiero animarlos a que no dejemos
que la Palabra de Dios permanezca guardada en una gaveta o simplemente expuesta
en un estante. Una Biblia que no se abre ni se escudriña es como un tesoro del
que nunca disfrutamos. Les invito a hacer de las Escrituras una parte activa de
su vida diaria. Dejen que cada versículo, cada enseñanza, ilumine sus caminos y
guíe sus decisiones.
Al sumergirse en la lectura y meditación de la Palabra, descubrirán cómo Dios se hace presente en cada momento, transformando sus corazones y dándoles una libertad y plenitud auténticas. Que este mes sea un tiempo de renovación y profundo encuentro con la Escritura, permitiendo que su mensaje divino colme nuestras vidas de amor y sabiduría, y con verdadera alegría compartamos su mensaje.