Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Al
conmemorar nuestra Independencia Patria, reflexionamos sobre el papel decisivo
que la solidaridad ha desempeñado a lo largo de nuestra historia. La puesta en
práctica de este principio fundamental no solo unió a nuestros antepasados en
su anhelo de libertad, justicia y dignidad, sino que también cimentó las bases
de una Costa Rica más justa y equitativa.
Este
espíritu de unidad y colaboración ha sido el motor que nos ha permitido avanzar
como país, superando desafíos y promoviendo el bienestar común, por ello, reafirmamos
nuestro compromiso con estos valores, reconociendo que la verdadera
independencia se construye cada día con el esfuerzo y la solidaridad de todos.
Sin
caer en idealizaciones excesivas, pues es cierto que los egoísmos e intereses
particulares siempre han estado presentes, es fundamental destacar que los
valores comunes como el respeto a la dignidad humana, la justicia y la equidad
han sido, desde el principio de nuestra historia, la base de una verdadera
solidaridad.
Estos
principios, profundamente arraigados en la doctrina cristiana, han inspirado un
compromiso colectivo hacia el bien común y, a lo largo de nuestra evolución
como sociedad, estos valores han sido el motor que nos ha impulsado a trabajar
unidos para superar obstáculos y avanzar hacia un futuro en el que el bienestar
de todos sea una realidad compartida.
Es
el mismo Señor Jesús quien nos recuerda la importancia de la solidaridad y el
cuidado del prójimo: "Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y
me diste de beber; fui forastero, y me recibiste" (Mateo 25,35). La
Iglesia, guiada por estos principios, contribuyó significativamente a la
construcción de una sociedad más equitativa, con la creación de la Junta de
Protección y del Hospital San Juan de Dios, donde el cuidado del otro y el apoyo mutuo fueron
valores centrales y, gracias a esta visión solidaria, se establecieron
estructuras e instituciones vitales como la Caja Costarricense de Seguro Social
y las Garantías Sociales, hitos históricos en los que la Iglesia desempeñó un
papel determinante para garantizar el bienestar de todos los ciudadanos,
especialmente, los más necesitados.
La
historia de Costa Rica revela, de manera contundente, que la solidaridad es
decisiva para el desarrollo y el bienestar social. No obstante, este valor
esencial no puede florecer sin un sólido acuerdo político y social que fomente
la cohesión y el apoyo mutuo. Las divisiones políticas y sociales y los
intereses individuales han contribuido a que nos convirtamos, poco a poco, en
una nación insolidaria, comprometiendo así el bienestar común.
Hoy
las brechas entre los diferentes grupos sociales son amplias y profundas. La
falta de acceso equitativo a recursos y oportunidades ha creado una disparidad
significativa en términos de riqueza, educación y salud, donde algunas élites
disfrutan de privilegios mientras que las personas en situación de
vulnerabilidad enfrentan enormes dificultades. Nuestra sociedad tiende a
fragmentarse en clanes o facciones que priorizan sus propios intereses sobre el
bienestar colectivo, impidiendo la formación de un sentido de pertenencia común
y dificultando la colaboración y el trabajo para abordar problemas compartidos.
Asimismo,
la corrupción y la falta de transparencia en las instituciones gubernamentales
y privadas son rasgos que vienen minando la confianza pública y perpetuando la
desigualdad y la injusticia, al tiempo que impiden que los recursos se
distribuyan de manera justa y efectiva.
Debemos
reconocer que la verdadera grandeza de nuestra nación radica en nuestra
capacidad para cultivar y practicar la solidaridad. Este principio no es solo
un recuerdo del pasado, sino una guía vital para enfrentar los retos del
presente y del futuro.
Invoco
la intercesión de la Madre de Dios, "La Negrita de los Ángeles", cuya
declaración como nuestra Patrona, coincide con el comienzo de nuestra vida independiente.
Que Ella nos inspire a todos los costarricenses a redoblar nuestros esfuerzos y
a fortalecer el acuerdo social y político necesario para superar las barreras
que nos separan. Que, bajo su amorosa guía, podamos trabajar unidos y convertir
el bien común en una realidad constante en nuestra nación.