Ángelus
El Evangelio relata que algunos escribas y fariseos, estrictos observantes de esas normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos «con manos impuras, es decir, sin lavar». Entonces el Maestro aprovecha la ocasión para invitarles a reflexionar sobre el significado de la «pureza», y les explica que «no está ligada a ritos externos, sino ante todo a disposiciones interiores».
Para ser puro, por tanto, no es necesario lavarse las manos varias veces, si luego se albergan malos sentimientos como la avaricia, la envidia y el orgullo, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia.
Se trata de un ritualismo, aclara el Papa, «que no hace crecer en el bien, es más, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón». Y esto también es importante para nosotros hoy.
No se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a chismorrear malvada y despiadadamente sobre todo y sobre todos. O mostrarse piadoso en la oración, pero luego en casa tratar a los propios familiares con frialdad y desapego, o desatender a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía
O también, continúa Francisco, ser en apariencia «muy correctos con todos, tal vez incluso haciendo un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo».
De este modo, la relación con Dios se reduce a gestos externos, y en el interior se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia, permaneciendo en pensamientos, mensajes y comportamientos desprovistos de amor.
No, continúa el Pontífice, estamos hechos «para la pureza», la ternura y el amor.
Preguntémonos, pues: ¿vivo mi fe con coherencia? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿concreto en mi cercanía y respeto a los hermanos lo que digo en la oración?
Nuestra oración a María, Madre purísima, es que «nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sentido y practicado, un culto agradable a Dios».
Fuente: vaticannews.va