Ángelus
Acoger la voz de Dios superando los propios esquemas y venciendo los miedos para abrirnos al don de su luz y de su gracia. Es la indicación del Papa en su alocución previa a la oración del Ángelus en este tórrido segundo domingo de agosto, reflexionando, ante los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, sobre el Evangelio de la liturgia de Juan que describe la reacción de los Judíos ante la afirmación de Jesús, que dice: «He bajado del cielo» (Jn 6,38).
Estos murmuran entre ellos: ¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» (Jn 6,42).
Francisco aprovecha para advertir del peligro de que también a nosotros, como a los judíos, nos puede suceder que no escuchemos realmente al Señor porque nos cerramos en nuestros esquemas y convicciones.
Ellos explica el Pontífice - están convencidos de que Jesús no puede venir del cielo, porque es hijo de un carpintero y porque su madre y sus hermanos son gente común, normales, como tantos otros.
Están bloqueados en su fe por el preconcepto sobre sus orígenes humildes y también bloqueados por la presunción de que no tienen nada que aprender de Él. Los preconceptos y la presunción, hacen tanto mal. Impiden un diálogo sincero, un acercamiento entre hermanos. ¡Estén atentos a los preconceptos y a la presunción!Tienen sus esquemas rígidos y no hay lugar en sus corazones para lo que no encaja en ellos, para lo que no pueden catalogar y archivar en las estanterías polvorientas de sus certezas.
Y sin embargo, son personas que cumplen la ley, dan limosnas, respetan los ayunos y los tiempos de la oración. Y ven los milagros que Cristo ya ha realizado ¿Cómo es que esto no les ayuda a reconocer en Él al Mesías?, pregunta el Papa y explica:
Porque realizan sus prácticas religiosas no tanto para escuchar al Señor, sino más bien para encontrar en estas una confirmación a lo que ellos ya piensan.
Lo demuestra el hecho de que no se preocupan siquiera de pedir a Jesús una explicación: se limitan a murmurar entre ellos contra Él cerrándose en la fortaleza impenetrable de su incredulidad. Y así no son capaces de creer. El Obispo de Roma nos pide que prestemos atención a todo esto, porque a veces nos puede suceder lo mismo también a nosotros, en nuestra vida de fe y en nuestra oración:
Puede suceder que en lugar de escuchar realmente lo que el Señor tiene que decirnos, busquemos en Él y en los demás solo una confirmación de lo que pensamos nosotros, de nuestras convenciones, de nuestros juicios, que son prejuicios.
Pero es modo de dirigirnos a Dios no nos ayuda a encontrarlo de verdad, ni a abrirnos al don de su luz y de su gracia, para crecer en el bien, para hacer su voluntad y para superar los cierres y las dificultades, observa.
La fe y la oración verdaderas abren la mente y el corazón, no los cierran.
Preguntémonos, entonces concluye el Santo Padre si en nuestras vidas somos capaces de escuchar a Dios y acoger su voz más allá de nuestros esquemas y venciendo también, con su ayuda, nuestros miedos.
Fuente: vaticannews.va