Al finalizar la 128 Asamblea Ordinaria
Con
alegría y esperanza hemos celebrado la solemnidad de Nuestra Señora de los
Ángeles. Hemos constatado, como en años anteriores, la gran cantidad de
peregrinos, procedentes de todos los rincones de nuestro país e inclusive fuera
de nuestras fronteras, que, con fe, se acercaron al Santuario Nacional. La
participación en la romería de tantas familias, adultos mayores, niños, pero
sobre todo de jóvenes, nos ha colmado el corazón. Se cumplió el lema elegido
para este año: "María, modelo de unidad, reúne y protege al pueblo
costarricense".
María
camina con nosotros
"La
Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo
y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su
cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al
peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta
que llegue el día del Señor (cf. 2 P 3,10)" (Lumen Gentium 68). En la
imagen venerada de La Negrita, vemos a la humilde esclava del Señor (cf. Lc
1,38), que se alegra porque Dios ha hecho maravillas en ella y desea seguir
haciendo lo mismo en cada uno de nosotros (cf. Lc 1,46-48).
María,
Madre de Dios, Madre de todos los costarricenses, camina con nosotros, sigue
iluminando nuestra vida, vamos de su mano al encuentro de los más necesitados,
indefensos y desprotegidos. Nos inspira la obediencia a su Hijo (cf. Jn 2,5)
porque, sin Él, no podemos hacer nada (cf. Jn 15,5). Queremos, con María,
renovar nuestra fe en Aquel que, siendo Dios, quiso revestirse de nuestra
humanidad (cf. Gál 4,4-5), porque nos entiende por dentro (cf. Jn 11,35) o
¿acaso Él no se compadece de nuestras fragilidades, injusticias y sufrimientos
(cf. Lc 18,7)? Urge anunciar a Cristo (cf. 1 Cor 9,16), por medio de
ella.
Escuchamos
y acompañamos el sentir de las personas
En
este ámbito de fe, como pastores de la Iglesia, tratamos de escuchar y
acompañar el sentir de las personas. Es su dignidad y su bienestar lo que debe
caracterizar nuestro camino según "un humanismo a la altura del designio de
amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda
animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y
la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la
solidaridad" (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 19). Sin duda,
lo decisivo en un país es poner a la persona en el centro y cuidar a la
población para que sus miembros gocen de una vida digna y ejerzan una
ciudadanía educada, solidaria y responsable.
El
acceso a la salud y a la educación de calidad son aspectos básicos. Sin
embargo, constatamos cómo cada vez se hace más difícil, en cuanto a la salud,
por las interminables listas de espera que llevan a posponer de manera
peligrosa la atención necesaria; y por la carestía de las medicinas que
impiden, para muchos, el acceso adecuado a ellas. En cuanto a la crisis
educativa, aun reconociendo la importancia de los aspectos presupuestarios, no
puede evadirse la reflexión en torno a las deficiencias en la formación de
valores humanos, de las posibilidades de la educación como movilizador social,
la distribución equitativa de oportunidades y la calidad de los conocimientos
adquiridos por el estudiantado. Es preciso y urgente buscar compromisos sólidos
y adecuados a los retos que enfrentamos.
Acompañar al pueblo también en situaciones difíciles. La desigualdad y la pobreza en todos sus ámbitos acontecen entre nosotros sin mayor sobresalto. La inseguridad ciudadana, la violencia, el narcotráfico y las distintas manifestaciones de crimen organizado siguen causando profundas heridas en nuestro pueblo. La desprotección de muchos de nuestros niños, de nuestros mayores, de los más necesitados. Las carencias deshumanizantes, las deficiencias de salud mental, tendencia al suicidio...
Fortalezcamos
los vínculos familiares y los valores constitutivos de nuestra sociedad
¿Estamos
cosechando lo que hemos sembrado? El debilitamiento de los lazos familiares y
de los valores que han hecho grande nuestra sociedad, particularmente la fe,
están en el origen. Renovemos la valoración de la familia y nuestro compromiso
por fortalecer los vínculos familiares. Protejamos a nivel social la familia
buscando las mejores condiciones para que se convierta en decisivo factor de
protección, de recibir y cuidar la vida, de formar con sabiduría a los niños y
jóvenes, de proteger a los más vulnerables.
Como
comunidad cristiana, vivamos nuestra fe y la comunión fraterna, comprometámonos
en la evangelización para regalar a esta sociedad lo más importante, a Cristo,
para iluminarla con los valores del evangelio, para suscitar una corriente de
solidaridad que renueve nuestro caminar. El sínodo que estamos viviendo aumenta el
deseo de ser una Iglesia más cercana a la gente, de ampliar la participación y
el ejercicio de la corresponsabilidad de todos los bautizados, en la variedad
de sus carismas, vocaciones y ministerios, de mayor reconocimiento del papel de
la mujer.
Más
allá de nuestras fronteras, constatamos con tristeza la situación del pueblo y
la Iglesia en los hermanos países de Nicaragua y Venezuela. Pedimos el respeto
a la voluntad popular, particularmente de los venezolanos en las últimas
elecciones. No se puede ignorar el clamor del pueblo por clarificar su
resultado y buscar ante todo la verdad. Es necesario tender puentes, en vez de
reprimir las legítimas y pacíficas protestas, para favorecer una transición
democrática.
Hemos
celebrado, junto a la Diócesis de Tilarán-Liberia, el bicentenario de la
Anexión del Partido de Nicoya. A las puertas de la celebración del bicentenario
de la declaración oficial de Nuestra Señora de los Ángeles como Patrona de
Costa Rica, así como del presente Año de la oración, como preparación al
próximo Jubileo donde seremos invitados por el Papa Francisco a ser "Peregrinos
de la Esperanza", queremos, como María, ponernos en camino (cf. Lc 1,39) para
llevar a su Hijo a cada realidad que necesita ser abrazada por su misericordia.
San
Carlos, a los 8 días del mes de agosto de 2024.