Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
En
la espiritualidad cristiana, escuchar la voz de Dios en lo más profundo del
corazón adquiere una importancia transcendental. Más que recibir mensajes,
escuchar implica una conexión íntima y espiritual donde el alma se abre con
humildad al Señor y, conscientemente, busca discernir y seguir la voluntad
divina. Este proceso va más allá de la obediencia irracional; es una respuesta
reverente y gratificante que transforma la relación personal con Dios y
fortalece la fe en la vida cotidiana.
María
es un modelo ejemplar de cómo escuchar a Dios. Desde que aceptó humildemente el
plan divino para su vida hasta su continua reflexión sobre los eventos
relacionados con su Hijo, ella muestra una profunda conexión espiritual y una
disposición total para seguir la voluntad de Dios.
Ante
el ángel Gabriel María mostró total receptividad. Aunque inicialmente
sorprendida, escuchó atentamente el mensaje del ángel, reconociendo en él la
voz de Dios. Sin interrumpir, respondió con humildad y confianza: "Hágase
en mí según tu palabra" (Lc. 1, 38).
María
interiorizó esa palabra hasta el punto de convertirla en la razón de su vida. Su "sí" no solo refleja su disposición inicial para aceptar el plan divino de ser
la madre del Mesías, sino que también guía todas sus acciones y decisiones
posteriores.
El
gesto de María de visitar a su pariente Isabel nace de una palabra del ángel de
Dios: "También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su
vejez" (Lc. 1,36). María sabe escuchar a Dios y actuar según esa palabra.
Pero
María no solo escuchó, atentamente, a Dios a través del ángel Gabriel, sino que
también reconocía cómo Él se hace oír en los eventos y en las personas. Cuando
visitó a Isabel y escuchó su saludo lleno de gozo: "Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. Bienaventurada la que creyó,
porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor" (Lucas 1,39-45), María
profundiza en el plan divino y alaba con gozo a Dios.
Asimismo, cuando la Virgen María escuchó a los pastores relatar cómo un ángel se les había manifestado y les había anunciado el nacimiento de Jesús, ella guardó aquellas palabras en su corazón con profunda reverencia, ponderando y meditando con aquellos acontecimientos significativos que rodeaban el nacimiento de su hijo.
En la presentación de Jesús en el templo, Simeón, lleno del Espíritu Santo, reconoce a Jesús como el Salvador esperado y pronuncia una profecía sobre él, María, atenta y sin cuestionar al anciano Simeón, escucha sus palabras y las guarda en su corazón.
Más
adelante, en las bodas de Caná, María demuestra su profunda convicción de
escuchar y transmitir la voluntad de Dios al decir: "Hagan lo que él les
diga" (Juan 2, 5). Con estas palabras, anima a los sirvientes a estar
atentos y a actuar según la guía y el poder de su Hijo, mostrando su fe
inquebrantable y su disposición para guiar a otros hacia la obediencia gozosa a
Dios.
María,
mujer de oración y escucha, muestra que su profunda relación con Dios no la
aparta de las realidades concretas de la vida que se dan a su alrededor. Ella observa
la dificultad que enfrentan los jóvenes esposos al quedarse sin vino durante la
fiesta y discierne que solo Jesús es la respuesta en los momentos de confusión
y angustia.
Pidamos
humildemente a Dios nos conceda la gracia de tener la misma disposición de
escucha que tuvo la Virgen Santísima. Que abramos el corazón y los oídos a su
palabra, a recibirla con fe y obediencia, y a responder con amor y fidelidad en
cada momento de la vida. Que podamos imitar su entrega y su confianza, y que,
como ella, podamos decir siempre "sí" a su voluntad.