Ángelus
Ofrecer, dar gracias y compartir: son los tres gestos que se realizan en el milagro de los panes y los peces descrito en el Evangelio dominical, que Jesús repite en la Última Cena. El Papa se detiene en cada una de estas acciones en el Ángelus, recordando, en primer lugar, que el evangelista Juan habla de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces y explicando qué significa ofrecer.
Es el gesto por el que reconocemos que tenemos algo bueno que dar, y decimos nuestro sí, aunque lo que tengamos sea demasiado poco comparado con lo que se necesita. En la Misa, esto se subraya cuando el sacerdote ofrece sobre el altar el pan y el vino, y cada uno se ofrece a sí mismo, su propia vida.
Todo esto puede parecer poca cosa ante las inmensas necesidades de la humanidad, al igual que los cinco panes y los dos peces ante una multitud de miles, pero Dios hace el milagro más grande que existe, explica Francisco, haciéndose presente entre nosotros, para la salvación del mundo.
Dar gracias, por tanto, significa reconocer con humildad, pero también con alegría que lo que uno tiene es un don de Dios y entregarle, junto con Jesús, lo que Él nos donó primero, añadiendo lo que se pueda.
¿Qué puedo dar al Señor? ¿Qué pequeña cosa puedo darle? El pobre amor. Dar decir Señor te amo. Nosotros... pobrecillos, nuestro amor es tan pequeño pero darlo al Señor. El Señor lo recibe.
El tercer gesto, finalmente, el compartir, en la Misa es la Comunión, cuando juntos nos acercamos al altar para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo: fruto del don de todos transformado por el Señor en alimento para todos.
Es un momento hermoso el de la comunión, que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para el que lo da como para el que lo recibe.
Francisco nos invita a reflexionar sobre qué singularidad tiene cada uno de nosotros por la gracia de Dios que podemos donar a los hermanos, a preguntarnos si somos protagonisdas de un bien a donar, si estamos agradecidos al Señor por los dones con los que continuamente nos manifiesta su amor, a preguntarnos si el compartir con los demás se vive como un momento de encuentro y de enriquecimiento recíproco. De ahí la invocación a María para que nos ayude a vivir con fe cada Celebración Eucarística, y a reconocer y saborear cada día los milagros de la gracia de Dios.
Fuente: vaticannews.va