Responsive image

Iglesia

María: Madre y maestra espiritual

Homilía de Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José, en el quinto día de la novena a Nuestra Señora de los Ángeles

Con mucha alegría nos hemos encaminado, como comunidad cristiana que peregrina en la Arquidiócesis de San José, a este Santuario Nacional, en el contexto de estos días de fiesta en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, para poner bajo su maternal intercesión, todas las intenciones que traemos en nuestro corazón, las intenciones de nuestro pastor, Mons. José Rafael, y el caminar de toda la acción evangelizadora que se realiza en nuestra Iglesia Particular.

Lo hacemos con total confianza, porque tenemos certeza de que María es nuestra madre desde el instante en que Jesús, desde el momento trascendental de la cruz, la entregó a la Iglesia en la persona del discípulo amado.

El tema que se nos ha sugerido para la meditación de este día nos presenta la figura de María como Madre y Maestra espiritual.  Y la Palabra de Dios que se ha escogido para esta celebración y que acabamos de escuchar, nos ayuda a identificar los signos que nos permiten decir que María es maestra y por tanto ayuda y guía en nuestra vida espiritual.

Esta verdad está tan arraigada en el Pueblo de Dios que hemos pedido en la oración colecta la intercesión de María para que nos ayude a llegar al Monte Santo que es su mismo hijo Jesucristo porque sabemos con total certeza que su intercesión maternal impulsa nuestro camino hacia el encuentro con su hijo Jesús, pero también su vida es ejemplo del modo cómo debe vivir el cristiano que quiere peregrinar hacia el encuentro con el Señor; ya nos lo recuerda el Concilio cuando indica que María es prototipo y modelo destacadísimo de la Iglesia en la fe y en el amor (Cfr. LG. 53).

La Palabra de Dios proclamada nos ayuda a interiorizar en esto.

El libro de los proverbios, del que hemos escuchado la primera lectura, enseña que la sabiduría es la ciencia de escuchar la instrucción del Señor y ponerla en práctica y por esto, la promesa que hemos escuchado es que quien ama la sabiduría y la busca constantemente, alcanzará muchas bendiciones, pero principalmente alcanzará la vida verdadera, es decir el encuentro con Dios, eso que repetíamos en el salmo y que nos vuelve a recordar lo pedido en la oración colecta:  el justo habitará en el monte santo.

Esta indicación que se da en el Antiguo Testamento tanto en el libro de los Proverbios como en el salmo 14, no sólo es reiterada en el evangelio, sino que es explicada por el mismo Cristo, al especificar que esa sabiduría, que es escuchar y poner en práctica la instrucción del Señor, nos une tan estrechamente a Él -el Dios encarnado- que crea lazos aún más fuertes que los sanguíneos.

El papa Francisco nos enseña al respecto: "Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús. Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios" (10.06.2018).

Esta última frase del papa Francisco nos recuerda lo ya afirmado por San Agustín «¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Virgen María, que en la fe creyó, en la fe concibió, elegida para que de ella nos naciera la salvación entre los hombres, creada por Cristo antes de que Cristo fuese en ella creado? Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo» (Sermón 72/A, 7).

Esta afirmación de San Agustín y reiterada por el papa Francisco nos recuerda la razón por la cual podemos darle a María el título de Madre y Maestra espiritual, porque ella es quien nos enseña con su propia vida lo que significa ser discípulo de Cristo, porque aunque existe un fortísimo vínculo de carne, porque lo ha llevado en su seno, antes ya su vínculo de amor había iniciado al creer en las palabras y promesas del arcángel e inmediatamente disponerse con total docilidad a la voluntad de Dios al ella dar su sí, su Fiat:  hágase en mí según tu palabra.

Porque este «Sí» manifestó el cumplimiento fiel de María a los mandamientos, por ejemplo el de amar a Dios sobre todas las cosas, porque el Fiat implicó para María la alegría de la maternidad, pero en general implicó sufrimientos y dificultades, en acontecimientos como la falta de posada en Belén, la persecución de Herodes, la huida a Egipto y principalmente el acontecimiento de la Cruz, donde su «Sí» ha significado la contemplación del momento cruento de la crucifixión y muerte de su hijo Jesucristo.

Pero, también en el Calvario, contemplamos el mayor momento de entrega.  La Madre que entrega a su Hijo y el Hijo, que en ese momento culmen, pide a su Madre que su «Sí» se extienda, ya no sólo para ser Madre del Salvador sino para ser Madre de la Iglesia y, de esta manera, que la protección de María cubra a cada uno de quienes somos sus hijos, como ya lo había hecho con su pariente Isabel y en las bodas de Caná.  Porque el «Sí» de María, deja de ser únicamente un Sí a Dios y se transforma en un Sí al hermano.

Por tanto, María es Madre y Maestra espiritual, porque como rezaremos en el prefacio de esta eucaristía, ella con su inspiración nos enseña a amarte sobre todas las cosas, con su actitud nos invita a contemplar tu Palabra, y con su corazón nos mueve a servir a los hermanos.

Por esto, si hemos dicho que María es prototipo y modelo destacadísimo de la Iglesia en la fe y el amor y que por ende María es maestra espiritual de todos los que nos llamamos cristianos, hoy más que nunca debemos recordar que nuestras expresiones de piedad hacia la Santísima Virgen María y que en estos días se hacen tan visibles, deben ser acompañadas de esas mismas actitudes de María en nuestra vida cotidiana, es decir viviendo la sabiduría como escucha atenta de la Palabra, esto nos llevará a tres acciones concretas:

1.     Hacer la voluntad de Dios:  Como María estamos llamados a escuchar la voz del Señor que nos llama a una vocación concreta en la vida, esta vocación siempre busca nuestro bien y nuestra salvación.  Dios nos llama de distintas formas y a distintos servicios, dentro de la Iglesia y en la vida cotidiana de familia, trabajo y estudio.  Pero cuando reconocemos que aquello que hacemos, como padre o madre de familia, como profesional, en la vida parroquial, etc. es respuesta sincera al llamado de Dios, éste se convierte en camino que impulsa nuestra vida al servicio del bien común.  ¡Cuánto bien hace a la sociedad de hoy familias constituidas, donde los niños crecen amados, protegidos y formados! ¡Qué bien hacen profesionales honestos que buscan no sólo su justo sustento sino contribuir a una sociedad más equitativa y solidaria! ¡Cuánto bien hacen académicos, políticos, estadistas, etc. que luchan por fortalecer los valores verdaderamente humanos y cristianos y eliminar todo aquello que destruye nuestra sociedad y pone en peligro la estabilidad de nuestro Estado Social de Derecho.  Aprendamos de María, madre espiritual, a escuchar la palabra de Dios y a hacer su voluntad, siempre y en cada situación de nuestra vida.

2.     Cumplir sus mandamientos:  María nos enseña, como verdadera maestra, a cumplir la voluntad de Dios.  La Santísima Virgen, amó sobre todas las cosas a Dios y a los hermanos.  Jesús nos enseña que esto es cumplir la ley en su totalidad.  Hoy nuestra sociedad vive con dolor una historia de violencia y de muerte, de irrespeto a la dignidad de la persona humana en todas las etapas de su vida.  Hay violencia intrafamiliar, violencia contra las mujeres, violencia por el crimen organizado, donde mueren incluso inocentes y muchos niños quedan sin padres.  Todo esto deja una estela no sólo de muerte sino de dolor y de sed de venganza que provoca una cadena de odio que sólo desencadenará más violencia, dolor y muerte.

Uno que diga llevar el nombre cristiano, uno que diga venerar a María, porque peregrina hasta este santuario debe aprender de ella y cumplir los mandamientos:  amar a Dios y amar a los hermanos, para romper cadenas de violencia y de muerte que están destruyendo a Costa Rica.

Éste también es un llamado a nuestras autoridades para que busquen con seriedad, conciencia y sin intereses partidistas el modo de revertir esta situación que tanto dolor está ocasionando a nuestro país.

3.     Servir a los hermanos:  la tercera característica que María nos enseña al escuchar atenta la palabra de Dios es que el cristiano, el discípulo de Cristo sirve a los hermanos.  María se presenta sirviendo a su prima Isabel y en las bodas de Caná.  Ella se compadece de las dificultades de los hermanos y se mueve a la acción, no sólo contempla como espectadora pasiva el dolor de los hermanos, sino que busca presurosa servir y cambiar la suerte del hermano.

Celebrar a María, maestra de vida espiritual, es convertirnos en servidores de los hermanos, no ser sólo espectadores de las situaciones de dolorosas de los demás, sino compadecernos, es decir ponernos en los zapatos del prójimo y actuar para lograr sociedades más solidarias y equitativas, donde realmente se procure el bien común, ese bien que nos dice el papa Francisco en su encíclica Laudato Si "presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral" (LS 57).

Hoy esos hermanos, dentro de los límites de nuestra arquidiócesis, tienen muchos rostros:  enfermos, adultos mayores abandonados, personas sin empleo, personas en condición de callejización, migrantes, tanto de paso como que se quedan en nuestro territorio, personas con alguna adicción.

Por tanto, pidamos, en estos días de celebración a los pies de la Negrita de los Ángeles, que el Espíritu Santo nos guíe a todos los bautizados para cumplir las enseñanzas dadas por María, Madre y Maestra espiritual, para que todos nos unamos; Iglesia, instituciones del Estado, empresa privada, centros educativos  y toda la sociedad civil costarricense, para que cumpliendo los mandamientos del Señor y escuchando su palabra, busquemos servir a los hermanos y procuremos una transformación de la sociedad según los valores y criterios del Reino predicado e instaurado por Cristo.