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Obispo Auxiliar

Cristo: El Pastor que alimenta a sus ovejas

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

El domingo anterior el evangelio de San Marcos, nos narraba cómo Jesús se compadecía de la muchedumbre que lo seguía porque estaban como ovejas sin pastor y culminaba el texto proclamado indicando que ante esta situación Jesús se puso a enseñarles muchas cosas.

Inmediatamente después, San Marcos presenta a Jesús preocupado por la muchedumbre y lo despoblado del lugar, por lo que decide alimentar a esa multitud y realiza el signo milagroso de la multiplicación de los panes y los peces.

La liturgia, este Domingo XVII del Tiempo Ordinario, toma el paralelo de este pasaje en el evangelio de San Juan, para que así, en las próximas semanas, podamos meditar el discurso del Pan de Vida que Jesús realiza luego de la multiplicación de los panes y que queda plasmado en el capítulo sexto de este evangelio.

Deteniéndonos en la Palabra de Dios que se proclama este domingo, San Juan en su relato de la multiplicación de los panes, pone de relieve algunos elementos que todos debemos considerar para nuestro camino de fe:

·        El signo milagroso de la multiplicación de los panes presenta a Cristo como ese Dios misericordioso y amoroso que siempre ha caminado junto a su pueblo; así como alimentó a los hebreos en el desierto con el maná, ahora, compadecido de la muchedumbre, la alimenta porque estaba como ovejas sin pastor.

·        Jesús, con este signo milagroso, también se presenta como el gran profeta que había de venir, como la gente ha manifestado al final del evangelio.  El profeta Eliseo, en la primera lectura, alimentó a cien hombres con veinte panes y esto se vio como un gran milagro.  Cristo, en cambio, con cinco panes y dos peces alimentó a la multitud que, contando sólo a los varones, eran unos cinco mil.

·        Otro elemento que salta a la vista es que Jesús no sólo realiza el milagro, sino que este Dios compasivo, se pone a servirle a la multitud, dice San Juan que Él mismo repartió los panes y el pescado para que comieran lo que quisieran.

·        Por otra parte, Jesús, aun siendo omnipotente, siempre cuenta con la colaboración del ser humano.  Él puede hacer milagros inmensos a partir de lo poco que una persona humana puede brindarle.  A diferencia de los peros que Felipe y Andrés pusieron, Cristo con los cinco panes y los dos peces que ofreció un muchacho desconocido logró saciar el hambre de la multitud.  Jesús se presenta como el Dios misericordioso que puede hacer grandes obras cuando el ser humano pone su vida, aun con limitaciones, en sus manos amorosas que pueden transformarlo todo en bendición, como nos ha enseñado el papa Francisco «¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición [...] Él puede hacer mucho con una oración nuestra, con un gesto nuestro de caridad hacia los demás, incluso con nuestra miseria entregada a su misericordia. Entreguemos nuestras pequeñeces a Jesús, y Él hace milagros. A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas, de las gratuitas» (29.07.2012).

·        Jesús no realiza signos milagrosos para ostentar su poder y ser proclamado rey, según las prerrogativas humanas.  El final del evangelio es claro en decir que al conocer esas intenciones de la muchedumbre, Él se retira a la montaña, solo.  Los signos milagrosos son gestos de misericordia y de compasión, que le permitirán, como veremos las próximas semanas, exhortar a esa muchedumbre que lo sigue y revelarles el verdadero rostro de Dios, que ama, consuela, protege y alimenta física y espiritualmente a su pueblo, porque Él es el Pan de Vida.

·        Cada uno de estos elementos son una enseñanza para los apóstoles y para todos los bautizados, porque el trabajo del discípulo siempre debe ser transparentar a Cristo con su vida, es decir con gestos, acciones y palabras.  Por tanto también todos los bautizados debemos ser compasivos, servidores humildes y solidarios.  Así podremos dar testimonio de nuestro nombre de cristianos.  Por esto dirá San Pablo en la segunda lectura:  lleven una vida digna del llamamiento que han recibido, sean humildes, amables, comprensivos y mantengan la unidad en el Espíritu.

Este compromiso tan serio y profundo de todo bautizado, será posible cuando, como Jesús, busquemos momentos para estar a solas con el Padre en oración, nos dejemos iluminar por su Palabra y nos alimentemos con el Pan de Vida que se nos da en cada eucaristía, así nuestra vida, aún y con la pequeñez y limitación que nos abarca, por la fuerza transformadora de Cristo, será de bendición para los hermanos.