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Obispo Auxiliar

El Reino de Dios presente entre su pueblo

Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José

Como hemos recordado en distintos momentos, Jesús, durante su ministerio público anuncia la cercanía del Reino de Dios con su predicación, con sus gestos milagrosos y con sus acciones misericordiosas.

En el texto del evangelio de este Domingo, san Marcos nos narra cómo Jesús, con el gesto milagroso de calmar el mar y la tormenta, asegura la relación cercana y compasiva de Dios con la humanidad y por tanto, este milagro confirma que el Reino ya está presente en medio de su pueblo.

El mar, en aquella cultura era considerado un lugar que infundía temor, un lugar lleno de caos y de oscuridad y por tanto era signo de la presencia del mal.

Pero ya desde el Antiguo Testamento, como lo narra la lectura del libro de Job, Dios se presenta como aquel que es capaz de gobernar el mar y la tormenta:  es Dios quien abre el Mar Rojo para dar libertad al pueblo elegido y como escuchábamos en la primera lectura, Dios pone límite al mar, Él lo gobierna porque lo ha creado y toda la creación depende de su Creador.

El acontecimiento de la tormenta en el mar de Galilea, permite, por tanto, que se constate este poder de Dios sobre la creación, poder que utiliza para mostrar su cercanía, compasión y misericordia hacia el ser humano.

San Marcos presenta a Cristo calmando y gobernando el mar sólo con su palabra.  Este milagro es sumamente expresivo y manifiesta con claridad quién es Él:  Jesús es el Verbo que ha puesto su tienda entre nosotros, el que acompaña al Padre en la creación y por quien todo fue creado, por tanto, es Dios y esa es la razón por la que puede mandar sobre la creación.

Esta palabra nos asegura, por tanto, que el Señor está con su pueblo, el Reino está presente en la historia.  Jesús con su palabra calma la tempestad y calma el mar violento.  Él es el Dios creador, Él es el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Esta acción de la omnipotencia de Dios va a mostrarnos que el Señor manifiesta su potestad, no como signo de poderío, sino que lo hace siempre en favor del ser humano, siempre manifestando amor y compasión por la humanidad a quien ha venido a salvar.  Estos signos de su poder, son manifestación de su amor y de su misericordia.

Su Reino en medio de nosotros es anticipo de lo que será la vida perfecta junto a él en la eternidad donde, como dice el Apocalipsis, el mar ya no va a existir, es decir donde la omnipotencia de Dios hará que todo aquello que es contrario a Dios, todo aquello que aparta al ser humano de Dios, será vencido para vivir en plenitud en la presencia de Dios en la perfección de su Reino, viviendo con Él y para Él, como ha afirmado Pablo en la segunda lectura.

Durante nuestra vida, todos pasamos por momentos en que parece que estamos en medio de una tempestad, momentos que nos llenan de temor y de dolor, incluso podemos experimentar situaciones en las que pareciera que el mal va ganando la batalla y que Dios guarda silencio.  Esta tempestad puede ser una enfermedad, una situación laboral o familiar difícil, la muerte de algún ser querido, etc.

Pero la fe en Jesucristo nos asegura que, también en medio de la tempestad, como con los apóstoles en el evangelio, Él sigue estando junto a nosotros, luchando con nosotros y animando nuestro caminar.  Él continúa mostrando su omnipotencia con los signos de su cercanía y su compasión en medio de todo sufrimiento humano.

Nos recuerda el papa Francisco:  «El Evangelio cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan (cfr. v. 38). Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta. La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros» (20.06.2021).

Por tanto, el Señor Jesús, también a nosotros nos pide tener fe, no temer y tener la certeza de que Él está a nuestro lado y que con su gracia y fortaleza todos somos capaces no sólo de salir adelante sino incluso de ayudar a los hermanos, con solidaridad, caridad y compasión, a que también puedan salir adelante en medio de sus propias situaciones de dificultad.

Confiemos siempre en el amor y la cercanía de Cristo, que nunca nos abandona.  Que el Dios-con-nosotros que gobierna la creación para mostrarnos su compasión y su misericordia nos dé a todos la capacidad de mirar con fe y tener la claridad de que hemos sido creados por Él y para Él, por tanto, aún en medio de la tempestad y por más difícil que sea el camino, la meta siempre será contemplar su Gloria.