En el barrio de Palmarola, en la periferia occidental de Roma
Después de los niños y los adolescentes, Francisco quiso encontrarse esta tarde, 6 de junio, con las familias del barrio romano de Palmarola (zona Borgata Ottavia), en la periferia más occidental de la ciudad. Había parejas de padres primerizos, abuelos, el grupo juvenil de la parroquia, bebés y niños con chupete, un grupo de mujeres inmigrantes de Senegal, un hombre ortodoxo, el presidente del municipio. En definitiva, una humanidad variopinta que en el último momento fue alertada para esta hora especial de catequesis vespertina.
El Fiat 500 L hizo su entrada hacia las 17.00 horas en la rampa del edificio de Via Palmarola, con las paredes aún en obras. Hubo un silencio inicial, algunos ojos entrecerrados, smartphones preparados para asimilar la escena, luego Francisco saludó: «Buenas tardes a todos» y ,a partir de ahí, comenzaron los aplausos y el habitual «¡Viva el Papa!». El recorrido entre la gente fue corto, salpicado por el regalo de dulces, algunos selfies robados y una señora que se acercó para decir: «¿Querría rezar una oración por mi madre?» y el Papa que la bendijo. Sentado en la silla, el Papa introdujo a continuación el turno de preguntas y respuestas con los presentes. Primero miró divertido el insólito escenario: «El muro... las plantas... los tomates...», luego saludó al grupo que tenía ante sus ojos: «Son las familias, los jóvenes, los ancianos, siempre la familia».