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Iglesia

El amor de Dios ha sido derramado en los corazones

Mensaje de los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR), con motivo de la Solemnidad de Pentecostés

Que la paz y la alegría, por la fuerza del Espíritu Santo, llenen sus corazones y hogares. 
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica nos dirigimos al Pueblo de Dios que peregrina en Costa Rica, y a todas las personas de buena voluntad, con ocasión de la Solemnidad de Pentecostés. Manifestamos nuestra cercanía espiritual y compartimos la riqueza de nuestra fe acerca de la acción de Dios, por su Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo al mundo para hacer actual la salvación que proviene del misterio pascual de Cristo.
El Espíritu Santo es infundido como soplo divino que signa el inicio de una nueva creación. Es el Espíritu de Jesucristo. Culmina la obra de salvación, a través del bautismo en el Espíritu Santo e inaugura la Nueva Alianza, cumplida en la persona de Jesús. Se recibe por la profesión de la fe en Cristo, mediante el sacramento del bautismo. Es fuente de la Vida Nueva, nos restituye la dignidad de hijos de Dios. 
El Espíritu Santo realmente habita en el cristiano , porque es el amor de Dios infundido en nuestros corazones que nos santifica con su gracia. Es el gran vínculo de comunión que une a los creyentes en la Iglesia. A través de su acción en nuestras vidas, nos guía, en el amor fraterno, hacia la unidad y la armonía (Ef 4:3). Actúa también en toda persona de buena voluntad que se abre a Él y en todas las culturas, manifestando la ternura de Dios. 
¡Dios nos ha dado su Espíritu! Es la razón de nuestra esperanza, porque es el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones. 
Estemos activos en favorecer la comunión que obra en nosotros el Espíritu, primeramente, en nuestras familias. Invitamos a promover y favorecer la dinámica familiar, en donde se reciba con generosidad la vida y se inicie a los hijos en una armónica vivencia social, donde se cuide a nuestros adultos mayores. Promovamos también los grupos, las instituciones, las dinámicas que favorezcan la unidad y cohesión social, la construcción de consensos y unión de voluntades, para llegar a decisiones compartidas. Valoremos, en este sentido, nuestra constitución democrática y el estado de derecho en nuestro país, como el mejor ambiente para unirnos como ciudadanos buscando el bienestar de todos. 
 El Espíritu suscita carismas, cualidades personales para la construcción de nuestra sociedad. Abundamos en diversas expresiones y cualidades que, lejos de alejarnos, suponen una riqueza al unirnos en torno a una visión solidaria. Articulemos los distintos aportes de todas las instancias sociales. Las diferencias se expresan y se pulen hasta alcanzar una armonía que no necesita cancelar las particularidades ni las diferencias. Justo en eso se alcanzará su belleza.
Nosotros, la Iglesia Católica, estamos llamados a acompañar el caminar de toda la familia humana. El mundo necesita la perspectiva sinodal, para superar confrontaciones, desacuerdos paralizantes y madurar procesos de diálogo que ayuden a tender puentes y caminar juntos. Es el servicio que estamos llamados a dar en favor de la fraternidad universal y a la amistad social: gestar un ethos social fraterno, solidario e inclusivo, ayudar a cultivar la justicia, la paz y el cuidado de la casa común.
En este tiempo de Pentecostés, acojamos con alegría la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, permitamos que Él renueve nuestros corazones y nos impulse a ser testigos valientes del Evangelio en nuestro entorno. Que su fuego de amor y de unidad nos llene de entusiasmo para enfrentar los desafíos que nos rodean y nos inspire para construir una sociedad más justa, fraterna y reconciliada.