Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
La
memoria de San Isidro Labrador, patrono de los agricultores, en una fiesta
entrañable para los miles de hombres y mujeres que se dedican a este honroso
oficio. Para quienes trabajan la tierra, la agricultura no es solo un trabajo,
es una vocación que encuentra, justamente, en San Isidro un modelo de
laboriosidad y de fe.
Por
ello, la fiesta en su honor es una oportunidad para que la comunidad agrícola,
con inmensa devoción, agradezca por los frutos de la tierra y pida por la
prosperidad en su trabajo. Es un momento de comunión y solidaridad entre
quienes comparten el mismo noble oficio de cultivar la tierra para alimentarnos.
Este
santo, canonizado hace más de cuatro siglos, conserva una gran relevancia
gracias a su estilo de vida, que destaca principalmente por su condición laical,
característica que lo acerca a la mayoría de los cristianos, ya que Isidro no
era ni clérigo ni monje, sino un hombre de familia inmerso en las labores
cotidianas y los desafíos propios de la vida ordinaria. Isidro encontraba y glorificaba a Dios
justamente en los ámbitos donde transcurre la vida de un cristiano: la familia
y el trabajo.
En
efecto, San Isidro fue un hombre dedicado a la familia junto a su esposa, Santa
María de la Cabeza. En las tareas diarias, la santidad se reflejaba en ambas
vidas, demostrando que la dedicación mutua y el compromiso con la familia es una
fuente de inspiración y esperanza para los matrimonios. La entrega sincera y el
amor incondicional dentro del matrimonio pueden generar una atmósfera de
santidad y plenitud en la vida conyugal, fortaleciendo así los lazos familiares
y construyendo un hogar sólido y feliz.
Su
espiritualidad se reflejaba en la simplicidad de su rutina diaria, en el amor
hacia su familia y en su dedicación al trabajo en el campo, presentando un
modelo de santidad accesible para todos, que invita a buscar y encontrar a Dios
en nuestra existencia. Isidro nos enseña que la verdadera santidad no es un
privilegio reservado para algunos, sino que puede florecer en medio de nuestras
responsabilidades y quehaceres cotidianos. En su duro trabajo, la oración era
su descanso y el trabajo mismo, su oración. Mientras labraba la tierra, su alma
se enaltecía.
Al
igual que San Isidro, muchos agricultores costarricenses enfrentan jornadas
laborales arduas y desafiantes en la actualidad. Como sabemos, la agricultura
demanda una dedicación constante y se enfrenta a enormes desafíos como el
cambio climático, la escasez de recursos y la volatilidad del mercado. Estos hermanos
desde su sencillez, al igual que su santo patrón, encuentran en su labor una
vocación que va más allá de procurar el mero sustento; es esa conexión profunda
con la tierra y su compromiso con la producción de alimentos para los demás, lo
que, en esencia los sigue motivando.
Frente
a la crisis de este sector, se hace imperativo implementar políticas agrarias
que brinden un respiro a la agricultura, la cual, además, es el pilar que
mantiene vivos nuestros pueblos. Es fundamental fortalecer este entramado
productivo para descartar la opción del abandono de esta actividad,
reconociendo el valor y la importancia de los agricultores en la sostenibilidad
de nuestras comunidades. De ninguna manera se les puede ignorar, mucho menos menospreciar,
las autoridades del ramo han de cumplir en lo que corresponda, sembrando
justicia efectiva.
Pedimos a san Isidro, ejemplo de padre
entregado, que interceda por todos los padres de familia campesinos, para que
sigan su ejemplo de amor, sacrificio y dedicación en el cuidado y sostén de sus
seres queridos. Que el santo patrono de los agricultores, también, interceda
por todos nuestros agricultores que enfrentan la dura crisis en los campos,
ilumine su labor y guíe las manos que trabajan la tierra para sustentar a sus
familias. Que su intercesión nos guíe en nuestro camino hacia una vida plena de
amor, servicio y esperanza.