Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
A
menudo, nos llena de frustración presenciar cómo la dignidad humana es
vulnerada y menospreciada en nuestra sociedad. Desde la discriminación hasta la
explotación, pasando por prácticas como el aborto, el descarte de personas o la
promoción de la ideología de género, nos enfrentamos a una amplia gama de
situaciones que desafían el valor innato de cada individuo. En este contexto,
surge la necesidad de reflexionar sobre la importancia y el significado de la
dignidad humana, así como de comprometernos a protegerla y defenderla en todas
sus formas.
La
vida, enseñanzas y sacrificio de Cristo iluminan el misterio del hombre,
revelando el valor trascendental de cada individuo. "Jesucristo confirmó que
todo ser humano posee una dignidad".
La
Iglesia, nutrida por el Evangelio, transmite la verdad sobre la humanidad y en
el corazón de esta antropología yace la afirmación fundamental de que el hombre
es la imagen misma de Dios, una realidad que trasciende cualquier reduccionismo
económico, político, biológico o psicológico.
Con
la declaración Dignitas infinita,
sobre la dignidad humana se nos hace un recordatorio de la importancia de
mantenernos firmes en nuestros valores fundamentales en medio de un mundo cada
vez más complejo y cambiante.
Uno
de los aspectos más sobresalientes del documento es su valiente condena de
diversas prácticas, como la pobreza, la violencia contra las mujeres, la
discriminación racial y otros males impulsados a nivel global, irónicamente,
por entidades políticas y éticas que deberían promover el bienestar humano. La
declaración resalta la urgencia de abordar estos problemas desde una
perspectiva fundamentada en la justicia y la solidaridad.
Como
hijos de la Iglesia, tenemos la responsabilidad de ser defensores de la
dignidad humana en todas sus formas. Esto implica no solo respetar y proteger
la dignidad de cada individuo, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien se
solidarizó con los marginados y los excluidos, y abogó por su dignidad y condición.
A los cristianos se nos desafía a
comprometernos más profundamente con la causa de la dignidad humana, a defender
a los vulnerables y a trabajar por un mundo donde cada persona sea tratada con
el respeto y la dignidad que merece.
La
visión del ser humano que nos brinda la fe cristiana se enfrenta a desafíos por
las visiones ideologizadas del ser humano. Estas visiones, al apartarse de la
dignidad como valor primordial, distorsionan nuestra comprensión, reduciendo la
dignidad humana a simples construcciones sociales o políticas, pasando por alto
su fundamento trascendental y su valor intrínseco. Esta visión reduccionista
del hombre puede llevar a una degradación de su dignidad, tratándolo como mero
objeto de manipulación o explotación en manos de intereses egoístas o
económicos, lo que dolorosamente se está dando hoy.
Ante
estas engañosas visiones meramente ideológicas, la declaración "Dignitas
Infinita" nos llama a mantenernos firmes en la verdad sobre la dignidad
humana, basada en la revelación divina y en la razón. Nos recuerda que cada ser
humano es único e irrepetible, creado a imagen y semejanza de Dios, y dotado de
una dignidad infinita que debe ser respetada y protegida.
Como
pueblo de Dios, tenemos el deber de defender con valentía y claridad la verdad
sobre la dignidad humana, trabajando incansablemente por una sociedad que
reconozca y valore la dignidad de toda persona, sin importar su origen,
situación o creencias.
Por
eso insto, desde ya, a todas las comunidades parroquiales y a los diversos
grupos y movimientos a utilizar este documento como una herramienta para la
reflexión y la acción. En
un momento en el que la dignidad humana se ve amenazada desde distintos
flancos, es vital que reflexionemos sobre su significado y relevancia en la
sociedad en general.