Audiencia General
Para los antiguos, la virtud de la fortaleza estaba ligada al "apetito irascible", es decir, a las pasiones que reconocían que había en el hombre, y el Papa comenta que las pasiones no son siempre "el residuo de un pecado", sino que hay que educarlas y orientarlas al bien. "Jesús tenía pasión", afirma.
Un cristiano sin valor, que no doblega sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil. Jesús no es un Dios diáfano y aséptico, que no conoce las emociones humanas. Por el contrario. Ante la muerte de su amigo Lázaro, rompe a llorar; y en algunas de sus expresiones resplandece su espíritu apasionado.
Siempre según los pensadores antiguos, la fortaleza tenía "un doble desarrollo, uno pasivo y otro activo", y el Papa explica que el primero "se dirige hacia el interior de nosotros mismos", para luchar contra esos "enemigos internos" como el miedo, la culpa y la angustia, por los que corremos el riesgo de quedarnos paralizados. Se trata de vencer "contra nosotros mismos", observa Francisco, no cediendo a esos miedos que, en su mayoría, "son irreales y no se hacen realidad en absoluto".
Mejor entonces invocar al Espíritu Santo y afrontarlo todo con paciente fortaleza: un problema cada vez, según nuestras posibilidades, ¡pero no solos! El Señor está con nosotros, si confiamos en Él y buscamos sinceramente el bien. Entonces, en cada situación, podemos contar con que la Providencia de Dios será nuestro escudo y nuestra armadura.